“Las interconexiones no son asuntos bilaterales, son políticas europeas importantes que requieren de la máxima implicación de la Comisión Europea”. La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha instado así este miércoles a una mayor implicación por parte de Bruselas a la puesta en marcha de un nuevo gasoducto que una España y Portugal con el resto de Europa.
Una nueva infraestructura, el Midcat, que cruzará los Pirineos a través de Catalunya y que ahora se ha convertido en una prioridad para Alemania, después de que el canciller Olaf Sholz, instase a su puesta en marcha cuanto antes, ante la previsión de que Rusia corte el grifo del gas en los próximos meses.
España quiere acelerar ese gasoducto y, dado que ahora es prioritario para otros países de la UE, que se comparta también el coste. Fuentes del Gobierno señalan que, según las estimaciones iniciales del proyecto, la inversión necesaria superaría los 400 millones de euros, teniendo en cuenta tanto las infraestructuras en España como en Francia. Hasta el momento, se suponía que España debía asumir la mayor parte de la inversión.
El coste de la medida hacía que, hace unos meses, cuando el gas ruso era barato y Alemania sustentaba en él su estrategia energética, el proyecto no pareciese muy rentable. Por lo que los socios europeos miraban para otro lado cuando se planteaba su construcción.
Ahora, en cambio, España ya no es el país de la Unión Europea más beneficiado de este megaproyecto. Por ello, si el gasoducto se configura en este marco, tanto de limitación de las exportaciones rusas, como para vehicular en el futuro hidrógeno, los socios comunitarios serían los grandes beneficiarios del futuro gasoducto. De esta forma, indican las citadas fuentes, cabría recalcular los costes estimados y el reparto de la inversión entre los Estados.
La “imprescindible” implicación de Francia
Esta semana, el Ministerio para la Transición Energética francés se ha manifestado menos partidario de esta nueva interconexión que España o Alemania. “Un proyecto así requeriría, en todo caso, años para ser operativo (el tiempo de estudios y de obras para este tipo de infraestructuras lleva siempre muchos años) y no respondería, pues, a la crisis actual”, recoge un email del ministerio francés que cita el 'El País'.
Sin embargo, la previsión del Ejecutivo español es que el Midcat puede estar listo, en lo que toca a España, en ocho o nueve meses.
En paralelo, el Ejecutivo recalca, según las citadas fuentes, que la implicación de Francia es imprescindible, para interconectar sus propios subsistemas gasistas de norte a sur, de cara a que el gasoducto pueda suministrar a Europa central.
“Francia está demandando electricidad a todos sus vecinos”, aseguraba este miércoles Teresa Ribera. Debido a las “enormes dificultades para refrigerar las [centrales] nucleares”. De hecho, el país vecino tiene medio parque nuclear parado, bien porque las altas temperaturas de este cálido verano no permiten el uso de agua para refrigerar esas centrales, bien porque algunas tienen problemas de diseño, lo que impide su funcionamiento. En ese sentido, Ribera aseguró que las interconexiones van a ser “un debate importante en los próximos meses” que pasa por “una política energética común”, donde compartir, también, costes.
Un debate político “al máximo nivel”
En el contexto actual tendría “todo el sentido”, según el Ejecutivo, que esta infraestructura esté financiada como proyecto de interés común (PCI), teniendo en cuenta que su función principal sería la de coadyuvar a la seguridad de suministro de nuestros vecinos del centro y norte de Europa.
En la misma dirección apunta el Ministerio que encabeza Teresa Ribera. Fuentes del mismo aseguran que las “circunstancias han cambiado radicalmente desde que el proyecto del Midcat se planteó originalmente hasta hoy” y que “el contexto no tiene nada que ver con el de entonces ni respecto a la seguridad energética, ni respecto al precio de gas. Por ello, es imprescindible que se produzca un debate político de altura, al máximo nivel”, lo que conllevaría también la implicación de Bruselas.
El planteamiento de esta infraestructura no es nuevo. Comenzó a hablarse de él a principios de este siglo, cuando España se lanzó a construir centrales eléctricas de ciclo combinado (que queman gas), se dotó de la mayor red de regasificadoras de Europa -que ahora son una pieza fundamental en la estrategia europea- y construyó un gran almacén submarino (el Castor) que acabó siendo un fiasco.
“Para nosotros, la gran prioridad política es poder ayudar a nuestros vecinos del centro y el norte de Europa”, indica el Ministerio. “Sería conveniente una reflexión profunda sobre el alcance de las nuevas circunstancias y cómo nos adaptamos a ellas para ayudarnos unos a otros”.