El Gobierno prevé que el gasto público en intereses se mantendrá en el 2% del PIB pese al sobreendeudamiento

Daniel Yebra

3 de mayo de 2022 22:44 h

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La salida de la pandemia ha resultado ser un camino accidentado para la recuperación económica. Incluso se podría decir que repleto de minas: la variante ómicron y los cuellos de botella en el comercio mundial primero, la invasión de Ucrania y la inflación después...

Todas las previsiones apuntan ya a que la actividad en España no completará la reconstrucción hasta el primer semestre de 2023. Y el propio Gobierno admite que el déficit (la diferencia entre el gasto público y los ingresos, que se cubre con deuda) se quedará en el 5% este año, tras el 7% y el 11% de 2021 y 2020, respectivamente. Y que todavía será del 3,9% en 2023.

La semana pasada el Ejecutivo recortó su estimación de crecimiento para 2022 al 4,3% desde el 7% anterior. La combinación de menor dinamismo del Productor Interior Bruto (PIB) y la necesidad de un mayor gasto para responder a la nueva crisis implica que el sobreendeudamiento se va a cronificar en el medio plazo (ver gráfico). Si en la recesión de 2020 por la COVID la deuda pública alcanzó el 120% del PIB, desde el 95,5% de 2019, en 2023 seguirá cerca del 116%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Una losa para la cuentas del Estado cuyo coste anual, sin embargo, no debería ser un problema. Hasta podría verse como una oportunidad si se admite la previsión que el Gobierno envió el viernes pasado a la Comisión Europea en el Programa de Estabilidad 2022-2025.

En el documento, el Ejecutivo calcula que los pagos de intereses por la deuda se mantendrán cerca del 2% del PIB durante los próximos años, pese al sobreendeudamiento y pese a la subida generalizada de los tipos de intereses que ya se viene viendo en los mercados durante las últimas semanas. El euríbor, por ejemplo, cerró abril en positivo por primera vez desde 2016, elevando los intereses de las hipotecas.

España pagó 26.805 millones de euros en intereses en 2021, un 2,15% del PIB. Y en 2020 la factura fue de 25.237 millones, un mínimo desde 2010 (ver gráfico). En 2013, tras el rescate a la banca en el verano anterior, el gasto en intereses de la deuda rozó los 37.000 millones, un 3,7% del PIB.

Desde entonces, la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) de tipos de interés oficiales en el 0% y grandes inyecciones de dinero, con masivas compras de bonos como principal herramienta –intensificada con la pandemia–, junto con los fondos de ayudas y subvenciones de recuperación, han hecho que aquella grave crisis de deuda en la eurozona –Portugal, Irlanda, Grecia y España fueron agrupados bajo el acrónimo Pigs (cerdos, en inglés)– sea solo un mal recuerdo.

El BCE ha comenzado ya a retirar esos estímulos monetarios para no alimentar más la inflación por la escalada de los precios de la energía, que se ha contagiado ya a toda la cesta de bienes y servicios. Y algunas voces de la institución que preside Christine Lagarde han apuntado tan pronto como a julio para una primera subida de los tipos, lo que viene encareciendo poco a poco la deuda pública y el crédito en general.

Esta subida se refleja en un mayor coste en las emisiones de deuda del Tesoro Público de España, que venía colocando bonos en mínimos históricos y en 2021 llegó a hacerlo de media en negativo –los acreedores pagaron un 0,04% en promedio por el papel nuevo del país–. Pero, por distintas razones, no supondrá un problema pese a que el volumen total de deuda es histórico, y mucho mayor que en 2013, según estima el Gobierno.

“Hay que tener en cuenta dos cosas importantes. Una es que los pagos por intereses suben más lentamente de lo que lo hacen los tipos, por el hecho de que constantemente se va refinanciando una pequeña parte de la deuda total. La otra es que en el cuadro macro actual tenemos unas perspectivas de crecimientos de PIB nominal [incluyendo la inflación] bastante grandes, lo que también limita ese ratio de deuda/PIB”, explica Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.

Vencimientos de ocho años de media

Exactamente, la cartera de deuda del Estado tiene actualmente ocho años de vida media, tras haber ido alargando el Tesoro los vencimientos durante los últimos años, aprovechando las inmejorables condiciones de financiación. Es decir, España sola refinancia un 12,5% de la cartera cada ejercicio, y, además, va venciendo deuda de intereses más altos, emitida años atrás. Recientemente se ha deshecho de los bonos más caros de la crisis de deuda colocados al 5% a 10 años en 2012.

“A corto plazo, una subida de los tipos de interés de la deuda tendría un impacto limitado en los gastos por intereses debido a la larga vida media de la cartera”, coincide la economista Cristina Nogaledo en el informe de perspectivas económicas de BFF Banking Group. “La estrategia de alargar la vida media de las emisiones de deuda ha generado un cierto margen de protección ante posibles subidas de tipos de interés que, de producirse, tardaría ocho años en trasladarse completamente al tipo medio de la cartera”, incide la experta.

“Esto básicamente confirma algo que comento desde hace tiempo: aunque España tiene un problema grave de sobreendeudamiento que va a seguir pesando permanentemente durante décadas, las perspectivas de una crisis de deuda propiamente dicha en el corto plazo siguen siendo limitadas pese a que los tipos de interés suban, salvo que veamos tensiones en las magnitudes que vimos en 2012 y 2013”, continúa Ángel Talavera.

El coste de la deuda está en mínimos históricos

“De hecho, a día de hoy, España aún emite nueva deuda a unos tipos menores del coste medio que tiene, lo que pasa es que el volumen total de deuda ha subido tanto que los pagos totales ya están también subiendo (es decir, la deuda ha subido más de lo que han bajado los tipos)”, detalla.

En el gráfico que está inmediatamente debajo está representado el coste medio de toda la deuda en circulación de España, y en el siguiente, el coste de las nuevas emisiones del Tesoro.

“Los pagos de deuda ahora mismo andan subiendo un 6-7% al año, lo que hace que con un PIB nominal creciendo más o menos a ese mismo ritmo, el ratio factura de la deuda/PIB se mantenga constante”, concluye el economista de Oxford Economics.