En abril de 2014, los responsables del Gobierno de coalición griego estaban eufóricos. En un intento por convencer a la opinión pública de que todos los sacrificios habían servido para algo y de que el país había abandonado su estatus financiero de paria, llevaron a cabo una salida de bonos al mercado. Era un primer paso para tantear el terreno con el objetivo de adelantar el momento en que Grecia pudiera abandonar la tutela de la troika. La emisión no fue del todo mal, lo que hizo que Nueva Democracia (ND) y el Pasok cantaran victoria. La iniciativa había sido “un gran triunfo porque Grecia no se ha convertido en Argentina o Venezuela”, dijo Evangelos Venizelos, líder del Pasok y ministro de Hacienda.
Fue un paso en falso, como pronto se pudo apreciar. La arrogancia era prematura. El primer ministro, Antonis Samaras, creía necesitar un mensaje más optimista antes de las elecciones europeas. Vender un relato diferente para cambiar el escenario político mucho antes de las elecciones generales. Pero desde la primavera, la prima de riesgo griega volvió a subir, además de forma que revelaba que los compradores de deuda pública tenían serias dudas sobre el futuro del país a corto plazo. En mayo, Syriza ganó los comicios europeos y, aún más importante, obtuvo muy buenos resultados en la región más poblada y más urbana del país.
Grecia ha podido haber salido de la recesión y alcanzado un superávit primario en los últimos meses (ingresos sobre gastos sin contar el pago de intereses de la deuda), pero el peso de lo que en realidad ha sido una depresión ha dejado una huella indeleble en los votantes. Reducción de salario del 30% en los funcionarios, del 40% en el caso de los profesores. Un 44% de griegos con ingresos por debajo del umbral de pobreza. El menor número de griegos con empleo de los últimos 33 años. Un porcentaje de deuda pública del 175% sobre el PIB.
Por encima de estos datos, está el índice de desempleo, que en el tercer trimestre fue del 25,5%, la cifra más baja desde 2012, pero con el mayor porcentaje registrado nunca de parados de larga duración. Los datos de la balanza de pagos o de las exportaciones no pueden ocultar los terribles daños sufridos por la sociedad.
La victoria de Syriza en las europeas –con 3,8 puntos sobre ND– no causó ningún cataclismo interno. Ocurrió lo contrario. El partido dirigido por Alexis Tsipras mantuvo esa ventaja en sondeos posteriores e incluso la incrementó.
Samaras tomó nota. Las negociaciones con la troika se dilataron. Los emisarios de la Comisión Europea, el BCE y el FMI llevaban meses reclamando que era necesario un ajuste extra de 2.500 millones de euros para que el déficit presupuestario alcanzara el nivel pactado. En la enormidad de los números rojos griegos, 2.500 millones no parecía una cifra gigantesca, pero políticamente era inasumible para el Gobierno griego. Primero negó que existiera tal agujero. Más tarde dijo que los ciudadanos no aceptarían nuevos ajustes. Traducido: estarían muertos en las próximas elecciones si aprobaban más recortes después de haber amagado con mensajes triunfalistas.
“No se tomarán medidas que perjudiquen a los ciudadanos”, dijo Venizelos en noviembre. “Esta es una decisión clave que no vamos a cambiar”. Ni conservadores ni socialdemócratas querían acelerar su camino hacia el cadalso.
Las felicitaciones de Alemania y la Comisión Europea al Gobierno griego por sus progresos en 2014 no sirvieron para despejar las dudas existentes en los mercados. Tampoco la ayuda permanente del BCE a los bancos griegos con fondos que estos utilizaban para comprar deuda griega. En los mercados secundarios, los bonos griegos a tres años han superado el 11%, mientras que la deuda a diez años se paga al 8,5%, una situación invertida que revela un cóctel explosivo.
El Plan B de Samaras
En estas condiciones, parecía que a Samaras no le interesaba en absoluto unas elecciones anticipadas cuando los sondeos colocan a Syriza por delante con distancias superiores al margen de error, y el sistema electoral concede una prima de 50 escaños al partido que obtiene el mayor número de votos. Sin embargo, para la elección presidencial por el Parlamento, el primer ministro no buscó una figura de consenso, sino a un vicepresidente de su propio partido. Para completar la apuesta a todo o nada, adelantó dos meses la votación en la Cámara sin tener la seguridad de contar con los votos necesarios.
Pero quizá tampoco tenía garantías de que los grupos parlamentarios de ND y Pasok no sufrirían nuevas fugas si tenían que permitir nuevos recortes. Sí aprobaron el presupuesto de 2015 que Samaras no había enviado a Bruselas para su visto bueno previo. Ya era papel mojado. Entre la espada de la troika y la pared de unas elecciones en las que ya no es el favorito, Samaras eligió lo segundo.
El periodista griego Nick Malkoutzis cree que Samaras no tenía ninguna esperanza en que el Parlamento eligiera un presidente y que su apuesta es a más largo plazo. Perder las elecciones ante Syriza es una posibilidad que el conservador contempla sin problemas, porque dejaría a la izquierda con el regalo envenenado de buscar una mayoría en la Cámara para elegir presidente y luego formar un Gobierno en minoría o con el apoyo de socios reticentes o muy alejados ideológicamente. Y después llegar a un acuerdo con la troika, que se opondrá radicalmente a la propuesta de Syriza de renegociar la deuda. Hasta entonces, los bancos griegos habrán continuado recibiendo la ayuda del BCE. A partir de ese momento, nada estaría garantizado.
Unas segundas elecciones un mes después como ocurrió en 2012 no serían un desenlace inesperado.
Malkoutzis calcula que Syriza necesitaría un 36% o 38% de los votos para contar con una mayoría de escaños suficiente para negociar con otros partidos desde una posición de fuerza aunque no tuviera la mayoría absoluta. En las europeas, obtuvo el 26,5%. El último sondeo de Palmos de este lunes le da un 29,9% (y un 23,4% a ND). El de Alco, conocido el sábado, le concede un 28,3% (3,3 puntos más que ND).
Correccion: la deuda griega a diez años sufrió el lunes una importante subida en los mercados secundarios. Su prima de riesgo subió 103 puntos hasta alcanzar un tipo del 9,53%.