La hoja de ruta de la Reserva Federal para encarecer el dinero activa al oro como valor refugio

Se avecina una intensa efervescencia en los mercados de capitales. A juzgar por los análisis desde la sala de máquinas de bancos y gestoras de inversión, se aproximan meses con fuerte volatilidad y la trayectoria de los valores será una de las incógnitas a resolver. Pero hay una certeza: el oro volverá a ser el valor refugio por antonomasia. De hecho, en plena inauguración del superciclo de materias primas del que advierte el consenso del mercado, la onza de oro ha rebasado los 1.800 dólares, barrera a la que se había aproximado el promedio de los dos últimos ejercicios.

La onza del metal precioso cotizó a 1.821,8 dólares el pasado 7 de febrero, con una lectura clara desde los servicios de estudios de las firmas de inversión: los bancos centrales determinarán, más que la epidemia, el comportamiento de las bolsas, más en concreto, y por encima de cualquier otro, la Reserva Federal de EEUU, a la que los estrategas del mercado tienen bajo vigilancia máxima. De hecho, el primer salto del año por encima de los 1.800 dólares guarda relación con una lectura oficial de la Fed, en la que dos de los miembros de su Comité de Mercados Abiertos -Esther George, de la Reserva Federal de Kansas y Mary Daly, de San Francisco- jugaron a la baja con cualquier movimiento agresivo de subida de tipos en EEUU. A juicio de estas economistas, la economía americana, que va viento en popa con un crecimiento interanual del 6% en el último trimestre de 2021, no necesita “disrupciones innecesarias”, sino una “preparación adecuada” para un dinero más caro.

La consigna de George y Daly debilitó el valor del dólar. La sensación de que la economía estadounidense circula sin frenos y que precisa de un inminente toque restrictivo en unos tipos aún próximos a cero ha empujado a la baja el valor del billete verde, lo que ha incitado al oro, a su vez, a buscar “permanentemente un ancla en los mercados cambiarios sobre la que operar”, asegura Daniel Briesemann, analista de Commerzbank AG a Bloomberg para explicar la relación dólar-onza desde el inicio de 2022 y el salto hacia los 1.800 dólares de cotización.

La pinza bolsas-materias primas

Sin embargo, más allá del comportamiento de la divisa estadounidense, lo que atenaza al oro y al resto de materias primas es la alta tensión que se ha instalado en los mercados. “Algo huele a fuerte corrección”, se escucha desde Wall Street. Algunos gurús de la inversión han lanzado ya sus augurios y no son nada halagüeños. El veterano Jeremy Grantham -referencia histórica y estratega jefe de inversiones a largo plazo de GMO-, habla sin tapujos de una súper-burbuja que estallará con el primer toque alcista de la Fed. “Un crash épico” -de mayor dimensión que en la crisis de las puntocom entre 2000 y 2002- en la que incide también Morgan Stanley en sus notas a clientes: empiezan a avisar de un año tumultuoso en los mercados de capitales. En el mismo sentido avisa Goldman Sachs, con un detonante claro: el primero de los cuatro encarecimientos del dinero de la Fed para 2022.

Grantham habla de burbujas en estado de expansión en el mercado inmobiliario estadounidense y en las materias primas. Añade que la factura inflacionista mermará la capacidad adquisitiva real de los ciudadanos, sobre todo, si las materias primas siguen elevando su valor y “atenazando” a la economía americana y global, a las que “dirigen hacia un campo de minas”. El estratega jefe de inversiones a largo plazo de GMO recrimina a la Fed y a otros organismos reguladores que no hagan hincapié en los “riesgos excesivos” de unos activos sobrevalorados. Ante esta situación avisa de que hay que “prepararse” para el estallido, “colocando” parte del dinero y de los recursos en fondos de disponibilidad rápida. En este punto es donde el oro aparece como histórico valor refugio.

También la gestora de fondos Federated Hermes ve en los cambios de discurso de los bancos centrales el motivo de una oleada de “ventas en todas las clases de activos de riesgo en Europa”. De hecho, Vincent Benguigui, uno de sus analistas considera que la inesperada influencia ganada por los halcones tanto del BCE como del Banco de Inglaterra “ha detonado las alarmas” y el oro, el mejor y primer termómetro de estas correcciones, ha vuelto a manifestarse, explica.

Como ya ocurriera en 2019, cuando las guerras arancelarias desatadas desde la Administración Trump habían reducido hasta casi la anemia el ritmo de la economía global, el metal precioso saltó los 1.400 dólares por onza. Entonces los analistas de Vanguard Markets alertaban de que se avecinaban “episodios de castigo” y los hedge funds -fondos de cobertura- tomaron posiciones a favor del oro en sus movimientos especulativos a corto plazo.

Jeff Currie, responsable de materias primas en Goldman Sachs, es de los que creen que se está gestando una fase alcista del oro, aunque añade que al incremento del precio del metal también lo impulsan conflictos geoestratégicos como el de Ucrania. Otro elemento a tener en cuenta es el alto voltaje que emana de las cotizaciones de las criptodivisas. En Fidelity lo resumen de forma elocuente: sólo desde el punto de vista económico-financiero, las subidas de tipos en EEUU conducirán a un dólar fuerte, mientras los criptoactivos reclaman una diversificación de inversiones hacia posiciones sólidas y fiables. Así “todo apunta al oro”. En sus fondos dejan la opción dorada para configurar sus carteras por su “menor exposición”.

Sobre todo si, como ocurrió en el pasado reciente, bancos centrales como el de China o Rusia se decantan por adquirir grandes acopios de toneladas de oro. En 2018 la autoridad monetaria rusa se hizo con 274 toneladas y otras 78 en los cinco primeros meses de 2019, hasta aumentar en un 3,7% la proporción del oro en las reservas de su banco central. Esta tendencia se hizo general entre los organismos reguladores de los principales mercados emergentes -sometidos al baile de divisas más reciente- desde que la Casa Blanca desencadenase sus políticas proteccionistas y batallas comerciales. En total, el metal precioso atesorado por los bancos centrales en todo el mundo en 2018 -último gesto de su capacidad como inversión refugio sin alarma sanitaria- se disparó hasta las 651,5 toneladas, un 74% más que en 2017.

La fiebre del oro también puede elevar su temperatura por intereses monetarios. Así declaró China con su apuesta por diversificar con la compra del metal dorado las reservas de divisas de su banco central. El país asiático pretende reducir la dependencia del billete verde americano, con el que se formalizan los contratos de futuro del oro y el gas y es el predominante en el sistema de pagos internacionales y en la arquitectura financiera global.