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El petróleo otea la barrera de los 100 dólares por la tensión en Ucrania y amenaza la economía global

El petróleo vuelve a marcar el paso a la economía y empieza a tomar el relevo del gas como termómetro de la coyuntura del pasado otoño. Ambas materias primas se están complementando a la hora de ejercer presión sobre la oferta y la demanda energética global. Aunque sigue en niveles históricamente altos, la cotización del gas ha dado una ligera tregua en las últimas semanas tras pulverizar todos los récords en diciembre.

Ahora, en una suerte de pinza que atenaza el ciclo de negocios post-COVID, el oro negro parece haber recogido el testigo, con el cártel de la OPEP entre bambalinas y el teatro de operaciones de la crisis de Ucrania como telón de fondo y detonante de este nuevo recorrido alcista.

El petróleo recupera así el protagonismo perdido de las épocas de alta tensión geoestratégica. Europa es el territorio que experimenta ya los daños colaterales de la escalada entre la OTAN y Rusia, responsable del 40% del gas que consume el Viejo Continente. Y en la última semana el barril de crudo Brent, de referencia en Europa, ha superado por primera vez desde octubre de 2014 la barrera de los 90 dólares, en pleno fragor de las intensas cargas dialécticas de las diplomacias rusa y estadounidense y con la política exterior europea al acecho.

Otro tanto han hecho los futuros del West Texas Intermediate (WTI) en Nueva York, al rebasar esa cota de los 90 dólares por barril en los últimos días por primera vez desde 2014, con el agravante, para la cotización venidera, de un descenso notable de los inventarios en EEUU.

Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), estos se redujeron en 1,8 millones de barriles semanales, hasta dejar el stock acumulado en los 31,7 millones en el punto neurálgico de Cushing (Oklahoma), en cuya terminal del oleoducto se producen las entregas de futuros del crudo que llega a ese país.

La retórica belicista entre Moscú, alentando una incursión en suelo ucranio, y Washington, con amenazas de nuevas sanciones económicas en caso de invasión, ha espoleado la volatilidad en los mercados de materias primas. Todo ello en un contexto de demanda energética al alza en el hemisferio norte. Mientras, la oferta merma y las cuotas productivas asignadas por la OPEP+ están una vez más en el disparadero, entre nuevas acusaciones de incumplimientos por parte de sus socios sobre las cantidades que colocan en el mercado.

La última caída semanal del almacenaje de crudo en EEUU es la tercera consecutiva desde que entró en vigor la decisión del cártel petrolífero de inyectar 400.000 barriles más –desde enero– para, en expresión de Arabia Saudí, proporcionar una tregua al turbulento despegue económico global.

“El impacto que tendrán las posibles sanciones sobre la producción petrolífera rusa y la forma y dimensión de las mismas ha generado honda preocupación en el mercado”, avisaba Rob Thummel, bróker energético en Tortoise.

En declaraciones a Bloomberg, este analista advertía de que esto sucede en un momento crucial en el que “el negocio del crudo está tratando de eludir los cuellos de botella logísticos y de las cadenas de valor para dar réplica a la creciente demanda global”. A su juicio, cualquier alteración de las cuotas rusas a este mercado “elevará temporal o permanentemente los precios”.

Más de 100 dólares

Varios bancos de inversión estadounidenses se han subido a la predicción de que el petróleo va a volver a sobrepasar los 100 dólares, cota que el Brent no alcanza desde julio de 2014. Goldman Sachs fue el primero, al inicio del otoño, cuando el precio del gas empujó la escalada del recibo de la luz, fenómeno que el banco de inversión vinculó a la resistencia de la vieja economía al tránsito hacia la neutralidad energética.

De inmediato llegaron diagnósticos similares de Bank of America y JP Morgan. El servicio de estudios de este último ha pasado de augurar el triple dígito para junio a presagiar que tocará los 150 dólares este trimestre. Advierte de que este rally alcista es la mayor amenaza sobre la economía mundial.

Los autores de la nota a inversores de JP Morgan, Joseph Lupton y Bruce Kasman, calculan que, según sus indicadores predictivos, un crudo a 150 dólares restaría tres cuartas partes al crecimiento previsto entre enero y marzo y el PIB global apenas crecería nueve décimas en la primera mitad del ejercicio.

“Cualquier agente o intermediario del mercado energético sabe que esta coyuntura eleva la exposición al riesgo”, según Rebecca Babin, de la gestora de activos CIBC.

Los tambores de guerra entre Rusia y Ucrania y la inmediata entrada en escena de la OTAN en el conflicto, aireada por la Casa Blanca, las cancillerías europeas y Bruselas, han provocado que el coste a futuro de la gasolina en EEUU haya subido 18,5 dólares por encima del precio del barril para garantizarse el abastecimiento este verano.

O que los inversores presten atención al mercado de bonos de las firmas petroleras de Nigeria, el mayor productor petrolífero africano y miembro de la OPEP, ante la decisión del Gobierno de retrasar los recortes de los subsidios sobre la gasolina en los próximos 18 meses.

Sombras en el crecimiento

Son dos botones de muestra, uno de demanda y otro de oferta, que explican las tiranteces del mercado. Pero quizás la sombra más alargada que ha aparecido sea la que se ha propagado por Alemania.

La mayor economía del euro se aproxima a la recesión, con su PIB del último trimestre en una contracción del 0,7%, más del doble de lo previsto por el consenso de analistas. Una evolución que contrasta con la aceleración mostrada por la segunda potencia del área monetaria, Francia, que sumó siete décimas en el último tramo anual gracias al consumo de hogares y la inversión empresarial.

España, la cuarta economía de la región, aumentó su PIB en ese periodo en 2 puntos, por encima de las estimaciones, lo que dejó su evolución interanual en el 5,2% y la del conjunto del ejercicio en el 5%.

Esa tasa está por debajo de las previsiones del Gobierno, que elaboró sus últimos Presupuestos bajo la hipótesis de un barril de Brent en 60 dólares para 2022, y aún no se ha recuperado ni la mitad de lo perdido durante el primer año de pandemia, aunque 2021 ha estado caracterizado por una fuerte creación de empleo, con la recaudación fiscal viento en popa.

Sin embargo, esa evolución positiva, junto al incipiente despegue en enero de la industria y de los servicios en las economías germana y gala, pueden quedar en agua de borrajas, a juzgar por la trayectoria del indicador de confianza económica de la zona del euro. Este acaba de caer desde el nivel 114,5 al 112,7, y ya no solo por los problemas de contención de la variante ómicron en el mercado interior.

La crisis ucraniana ha hundido de nuevo este barómetro a su nivel de hace 9 meses, cuando la actividad europea y mundial empezaba a ver la luz de las vacunas tras la cuarta ola de coronavirus, última sin dosis preventivas. Y la semana pasada el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortaba en un punto –hasta el 4,2%– el crecimiento de la zona del euro en 2021 y en medio punto –hasta el 3,6%– el de este ejercicio. Gita Gopinath, economista jefe del FMI, alertaba de una espiral inflacionista más acentuada y duradera por el alza de la energía propiciada por el conflicto entre Rusia y Ucrania.  

Precisamente el FMI, en su blog oficial, dentro de un análisis que firman Jorge Álvarez y Philip Barrett, revela las fuertes turbulencias que han provocado en el IPC europeo los costes de la energía, que casi se duplicaron en 2021 y han dado alas a las subidas de precios de los alimentos. La escalada del crudo está empezando a esbozar una señal clara de cierto desacoplamiento entre las economías de Europa y EEUU que puede derivar en una distorsión aún más aguda de lo previsto de sus respectivas políticas monetarias.

Porque, a diferencia de la zona del euro, el PIB estadounidense creció a una tasa del 6,9% entre octubre y diciembre, batiendo con nitidez la predicción del mercado del 5,5%. Este dato añade más credibilidad a que la Reserva Federal, con la inflación en el 7% en diciembre, adelante incluso a marzo la primera de las cuatro subidas de tipos de interés que prevén ya la mayor parte de los analistas para el conjunto del año.

En cambio, en la zona del euro, Fitch Rating considera que el Banco Central Europeo (BCE) podría tardar más de dos ejercicios en encarecer el dinero, si bien este martes Financial Times apuntaba que los inversores ya apuestan por que el organismo que preside Christine Lagarde lleve a cabo hasta dos subidas de tipos ya en 2022. Tej Parikh, economista para Europa de Fitch, considera en cambio que “ni en 2022 ni en 2023 los socios monetarios saldrán de los tipos de interés negativos”.

En su opinión, resulta consistente la visión del BCE de que la inflación retornará a medio plazo por debajo del 2%, sin que los salarios vayan a suponer ningún acicate inflacionista en la región. La predicción de Parikh sitúa la primera maniobra de los tipos europeos en 2024, cuando abandonarían su proximidad actual a cero.