Han sido ocho horas de reunión sin interrupciones. Y luego otras dos y media, hasta que han recogido a las 23.30 para volverse a ver a las 11.00 de este sábado los 27 solos, a puerta cerrada, porque en esta cumbre del coronavirus los jefes de Gobierno y de Estado de la UE no pueden estar acompañados por nadie. Así es el protocolo sanitario impuesto por el Consejo Europeo. Si habitualmente entran al edificio Europa con 20 personas, esta vez sólo han podido hacerlo con seis. Desde las diez de la mañana que arrancó la cumbre hasta el parón de las 18.00 “no han variado las posiciones”, explica una fuente diplomática. A partir de ese parón hasta las 21.00, que comenzó la cena, se han sucedido las conversaciones entre colaboradores y las reuniones en formatos más reducidos, como la del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron. O la del mismo Michel con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, afectado por la condicionalidad ligada al Estado de Derecho, o con el más refractario al fondo anticrisis: el primer ministro holandés, Mark Rutte.
Rutte es el más duro de los autodenominados frugales –Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia–, que siguen enrocados en su bloqueo al fondo de recuperación. Y, además, juegan con el tiempo a pesar de que la Unión Europea suma más de 180.000 fallecidos por el coronavirus y las perspectivas económicas son demoledoras.
Así, Rutte, ha insistido en Bruselas en la estricta condicionalidad para el fondo de recuperación, cifrado actualmente en 750.000 millones: “Creemos que es muy importante que los países realicen reformas. Si quieren transferencias en lugar de préstamos, que no nos parece tan buena idea, les decimos que tienen que dar garantías muy sólidas de que se implementarán estas reformas”. ¿Qué reformas? “Hay que asegurar que las economías se vuelvan más resilientes. Y hay una razón para todo esto, y es el hecho de que necesitamos una Europa fuerte en un mundo inestable, pero una Europa fuerte también significa que los países que están rezagados en términos de reformas, en lo que respecta al mercado laboral, las pensiones, etc., necesitan ponerse al día. Si quieren préstamos e incluso subvenciones, creo que es lógico que pueda explicar a la ciudadanía de los Países Bajos que, a cambio, esas reformas han tenido lugar. En lugar de solo garantías de que se llevarán a cabo”.
El canciller austriaco, Sebastian Kurz, llegó avisando que había coordinado su posición sus socios frugales, Dinamarca, Suecia y Países Bajos, para después añadir: “Si bien se han dado algunos pasos positivos sobre el presupuesto plurianual de la UE, las posiciones permanecen muy alejadas entre los Estados miembros sobre el Instrumento de Recuperación, especialmente en cuanto a su volumen, financiación y objetivo. Tenemos que asegurarnos de que el Instrumento apoyará las transiciones verde y digital, las reformas estructurales y beneficiará a aquellos que han sido los más afectados por la crisis del coronavirus. No aceptaremos ninguna medida que conduzca a una transferencia de recursos permanente [es decir, que el instrumento sea temporal]”.
Kurz, además, lanzó este dardo a los países del sur: “La pregunta relevante no será en unos años si se tardó una semana más o menos en llegar a un acuerdo. La pregunta relevante será: ¿realmente se ha ido el dinero a donde queríamos? Se trata de para qué se usa el dinero. Y si el dinero no se usa para invertir en el futuro, si no va de la mano de las reformas necesarias en países que simplemente están quebrados en sus sistemas o al menos tienen problemas importantes, entonces se esfumará. Eso es lo que importa. Y deberíamos centrarnos en eso”.
Los líderes han estado centrados en intensas discusiones desde las 10.25 de este viernes, cuando arrancó la cumbre, sin profundizar mucho en los detalles, simplemente expresando su posición general sobre los principales asuntos de debate, explica una fuente diplomática, que afirma: “Aún es pronto para saber hacia dónde irán las negociaciones. De momento, la discusión importante se centra en tres asuntos: gobernanza [cómo se deciden dar las ayudas y cambio de qué]; tamaño del marco financiero plurianual [el MFF, presupuesto de la UE 2021-2027, de 1,074 billones según la propuesta del Consejo Europeo] y correcciones y tamaño del fondo de recuperación”.
De acuerdo con las fuentes, “se han presentado propuestas para una mayor reducción del techo de gasto del MFF y la financiación del fondo de recuperación”. En este sentido, dentro de la sala, “Dinamarca lidera la oposición al techo de gasto y la defensa de las compensaciones para los países contribuyentes netos, frente a Francia que pide acabar con ellas. Los Países Bajos, por su parte, abogan por un nuevo mecanismo de gobernanza para el fondo de recuperación, con Italia y España alineándose con la propuesta de la Comisión Europea, como los mínimos sobre los que negociar [1,1 billones para el presupuesto y 750.000 para el fondo de recuperación]”.
“Merkel, Macron, Michel intentan desfrugalizar el debate”, dice otra fuente: “Todo va muy lento. Por la tarde se discutirá sobre el Estado de Derecho, los recursos propios [impuestos para el repago de la deuda emitida para financiar el fondo de recuperación] y la fórmula del reparto”.
La sombra del veto holandés en una negociación que requiere unanimidad amenaza con hacer fracasar la reunión. Pero Rutte argumenta que el Consejo Europeo es un “intercambio permanente de miles de vetos”.
Esos vetos cruzados afectan también a la condicionalidad relativa al cumplimiento del Estado de Derecho para recibir fondos, una cláusula pensada para el grupo de Visegrado –Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa–, al que no le hace ninguna gracia, sobre todo al húngaro Viktor Orbán (Fidesz/PPE).
“No soy optimista por ahora”, prosiguió Rutte, “pero nunca se sabe, nadie quiere otra cumbre. Calculo que la posibilidad de que lleguemos a un acuerdo este fin de semana es inferior al 50%. Además: al final, el contenido es más importante que la velocidad. Un compromiso frágil no llevará a Europa más lejos”.
La canciller alemana, Angela Merkel, presidenta de turno de la UE, principal país y economía del club comunitario y cuya propuesta con el francés Emmanuel Macron sentó las bases de la arquitectura del fondo de recuperación que se está discutiendo, también enfrió la posibilidad de un acuerdo a su llegada al edificio Europa del Consejo Europeo: “Las diferencias siguen siendo muy, muy grandes, tenemos unas muy, muy difíciles negociaciones por delante. Todavía no puedo predecir si esta vez alcanzaremos un resultado. Sería deseable, pero también debemos enfrentar la realidad. Y realmente se necesita una gran disposición para llegar a un compromiso por parte de todos si queremos lograr algo que sea bueno para Europa. Espero negociaciones muy difíciles”.
La canciller cumple 66 años este jueves, mientras el primer ministro portugués, António Costa, 59. Costa le ha regalado a Merkel El ensayo de la ceguera, de José Saramago; y ella a él un facsímil de un mapa de Goa del siglo XVII y el catálogo de una exposición sobre marineros.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por su parte, ha reconocido que Europa se encuentra ante “una situación inédita”, porque vive “la pandemia más grave de la humanidad en los últimos 100 años”.
“Todos los Estados miembros estamos convocados para llegar a un buen acuerdo para nuestros compatriotas y ciudadanos que están sufriendo las consecuencias económicas y sociales de la pandemia”, ha dicho Sánchez: “Estamos todos obligados a llegar a un acuerdo que tiene que plantear un fondo de recuperación que transforme las economías para hacerlas más resilientes, más verdes y más digitales, con la cohesión social y territorial como objetivo”.
El presidente del Gobierno ha asegurado que “España acude a esta cumbre con el ánimo de llegar a un acuerdo, de defender nuestros intereses nacionales, como es el caso de la agricultura, y sobre cómo concebimos la gobernanza, donde están las políticas en las que se tiene que centrar el fondo y el presupuesto de la UE, pero con un ánimo constructivo de llegar a un acuerdo”.
El presidente francés, Emmanuel Macron, por su parte, dijo al llegar a la cumbre que sería “un momento de la verdad para Europa”. Y añadió: “Haremos todo lo posible para lograr un acuerdo que nos permita establecer la recuperación económica, social y ambiental de Europa”.
Ese enfoque de a dónde va el dinero, además de la protección del Estado de Derecho, es lo que tiene a Visegrado y el Este de la UE en alerta. A Polonia no le gustan las propuestas que vinculan los pagos con un objetivo climático y el estado de derecho, ha recordado el primer ministro Mateusz Morawiecki a su llegada a la cumbre. Morawiecki afirmó que Polonia “no ve una base” para la propuesta de Michel de hacer que el acceso al nuevo Fondo para la Transición Justa –aquel destinado a la descarbonización de la UE– requiera comprometerse con la neutralidad climática para 2050: “Vincular esas dos áreas [presupuesto y estado de derecho], esas dos áreas legales completamente diferentes, crea una enorme amenaza de seguridad jurídica. No podemos estar de acuerdo con eso”.
El primer ministro de la República Checa, Andrej Babiš, dijo por su parte: “Veremos el impacto de la pandemia el próximo año, y este impacto será principalmente en el PIB, que debería ser el”criterio más importante para distribuir los fondos de recuperación“. Y añadió: ”El mantra en Bruselas es el Green Deal y la transición digital. Pero tenemos que cuidar nuestra industria tradicional. Y el mayor peligro está en la industria automotriz europea. Sabemos perfectamente cómo debemos usar el dinero, y tenemos que hacer reformas, no solo en Green Deal. Apoyaremos la recuperación de todos los estados miembros, pero el dinero debe distribuirse de manera correcta y justa“.
Entre “miles de vetos cruzados”, como decía Rutte; “ante un tiempo inédito en 100 años”, como anunciaba Sánchez, y frente a “divisiones muy, muy grandes”, como avisaba Merkel, los líderes europeos están encerrados en Bruselas con el reto de lograr un acuerdo para salir del descalabro económico y social de la crisis del coronavirus, que está marcando un Consejo Europeo de mascarillas y saludos con el codo.