Los hosteleros cargan contra la propuesta de Díaz de reducir horarios mientras los camareros denuncian que nadie paga el plus de nocturnidad
La Puerta de Alcalá está reluciente tras su reciente restauración y cenar delante de ella se cotiza. “Hemos empezado la noche con 130 reservas”, afirma Antonio Sánchez, de 32 años y maître de Aarde, un local con decoración africana situado junto al icónico monumento madrileño. Es martes y el termómetro marca temperatura invernal, pero una de las terrazas cubiertas del negocio del Grupo Paraguas está a rebosar de comensales cuando el reloj marca las once de la noche. A Antonio todavía le quedan un par de horas largas, porque en este restaurante, abierto hace cinco años por los hosteleros Sandro Silva y Marta Seco, se trabaja más allá de la medianoche. Los fines de semana la cocina permanece abierta hasta la una de la madrugada y no se echa el cierre hasta las dos. Un horario que la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso reivindica como seña de la ciudad con “la mejor vida nocturna del mundo”.
El debate sobre si los horarios nocturnos de la hostelería –y del mercado laboral, en general– en España son los adecuados y compatibles con los derechos de las plantillas lo puso sobre la mesa el lunes la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. “No es razonable que España sea un país en el que convoquemos a reuniones a las ocho de la tarde. No es razonable un país que tiene abiertos sus restaurantes a la una de la madrugada. Hace diez días me reuní con todas las patronales del sector turístico y hablamos de diferencias con el resto de Europa. Es una locura pretender seguir ampliando los horarios hasta no se sabe qué hora”, aseguró Díaz el lunes durante una reunión del grupo parlamentario Sumar en el Congreso.
El maître de Aarde sabe cómo se trabaja en otras capitales europeas. Antes fue barista en Londres “Si queremos parecernos a Europa, podríamos empezar siendo respetuosos con las jornadas laborales, pagando bien la nocturnidad o trabajando 40 horas semanales concentradas en cuatro días para tener luego tres de libranza”, argumenta. “La ministra puede llevar razón y quizás yo prefiera jornadas más cortas, pero desde el punto de vista empresarial es un sinsentido porque estos negocios están en auge en Madrid y cerrar antes sería un pinchazo para nosotros”, sostiene. Coordina un grupo de camareros con salarios “entre 1.200 y 1.400 euros”, asegura. “Cuesta encontrar personal, parece que la gente está dejando de lado la hostelería. Y lo entiendo, porque incluso mi padre, que es pintor y trabaja en la obra, puede ganar más con un horario que le asegura tener libres todos los fines de semana”.
A unos metros de la terraza del Aarde, el Grupo Gunilla abrió hace tres años el Bribón de Madrid, que ofrece “cenas animadas” por un DJ hasta las dos de la madrugada los fines de semana. “Es lo que se lleva desde la pandemia, cenar sentados hasta medianoche, y después levantarse para pedir una copa en la barra sin tener que cambiar de local”, explica Gonzalo García, director de sala en el Bribón con tan solo 25 años. “Aquí la nocturnidad está pagada, porque no es lo mismo trabajar por la noche que por la mañana, está claro, es peor calidad de vida”, admite el joven, que cifra en un 10% el suplemento salarial que obtienen los empleados del turno de cierre.
A Yorman Salas, venezolano de 25 años, ese suplemento no le compensaba. “Es un horario agotador y todos los compañeros que tuve allí se han acabado marchando”, cuenta este antiguo empleado del Bribón, que ha encontrado cobijo a la vuelta de la esquina, en el restaurante El Pañuelo, del chef Ignacio Martínez Galdón. Un negocio familiar de cocina vasco-navarra donde Yorman trabaja como maître mientras espera que se resuelva la homologación del título de Enfermería que se trajo de su país natal. “Mi anterior trabajo era esclavizante, con un horario partido de una a cinco de la tarde y de ocho a tres de la madrugada, y sí, el sueño perdido no lo recuperas jamás”, expone el joven, partidario de poner límites a los horarios de la hostelería trasnochadora. “Está bien que no sea más allá de la una de la madrugada, y si alguien quiere cerrar más tarde, que tenga que contratar a más empleados”.
Problemas de descanso y conciliación
Yolanda Díaz mencionó los riesgos para la salud de trabajar de noche y Álvaro, de 41 años, que sirve copas en una pequeña discoteca de la periferia madrileña, los corrobora. “Es casi imposible descansar adecuadamente aunque cuides tus hábitos y horarios. Estás más irritable, te concentras peor y estás con peor ánimo, en invierno apenas ves la luz del sol, y con un horario en las antípodas de la gente normal no hay conciliación ninguna con lo que se resiente mucho la vida social y familiar. Vamos, el plan ideal para desarrollar problemas de salud mental”, relata este camarero con contrato parcial de fin de semana.
La alteración del biorritmo no es, sin embargo, lo peor que le sucede a un empleado del ocio nocturno. “A mí, que trabajo hasta las seis de la mañana, me ha costado varios años conseguir que se me pague el plus de nocturnidad legalmente. Y no conozco a ningún trabajador de hostelería de horario 'de tarde' al que le paguen ese plus de diez de la noche a cierre”, asegura este camarero, que prefiere no desvelar dónde trabaja. En su opinión, no pagar la nocturnidad “es el menor de los chanchullos” en “un sector que no es serio con sus trabajadores, aunque haya algunas honrosas excepciones”. Para Álvaro, la solución a los problemas de los trabajadores de la hostelería “no es tan simple como restringir los horarios”, porque debe generalizarse “el cumplimiento de la ley” y respetar el convenio de un sector en el que “se permiten situaciones de auténtica explotación laboral sin prácticamente inspecciones de trabajo”.
'Coca-colas' a seis euros
Al este de la ciudad, el barrio de Moratalaz concentra decenas de bares y terrazas en La Lonja, una zona emblemática para tapear lejos del frenesí turístico del centro. En El Refugio, un acogedor bar restaurante de clientela “talludita”, ejerce de jefa Bienvenida García, abulense de 50 años, convertida en empresaria tras décadas como camarera. “Antes todo era peor. Yo he estado hasta las tres de la madrugada esperando a que unos señores decidieran acabar sus copas. Ahora les apagas las luces y dices que te vas”, despacha tras la barra de un establecimiento donde no hay jornadas maratonianas: abre a la seis de la tarde y cierra a medianoche, “una hora prudente”.
“Así vivimos nosotros y también los vecinos”, añade la propietaria de El Refugio, ubicado bajo un gran bloque de viviendas, compartiendo edificio con el Hannover, la cafetería más antigua de La Lonja, donde se madruga para dar desayunos, al mediodía se sirven más de un centenar de menús y por la noche la cocina mantiene la lumbre encendida por si alguien pide cena. Erik Alonso, peruano de Lima con 31 años, dice que no entiende el diagnóstico de Yolanda Díaz. “Cuando yo empecé en la hostelería se trabajaban doce horas al día, y ahora hacemos una jornada de ocho, ha habido un cambio y aquí no veo a la gente estresada, no veo una carga para los que trabajan por la noche”, argumenta mientras irrumpe en el salón uno de los dueños del establecimiento. Se llama Jorge Espinoza y parece enojado con la ministra Díaz: “Esa mujer no ha tenido un negocio en su vida”.
Espinoza, ecuatoriano de 52 años, es un estajanovista que echaba hasta 18 horas de jornada y ha llegado a dormir en la cocina, porque en su opinión “un negocio, hasta que lo levantas, exige sacrificio y pasar penurias”. Sin embargo, reconoce que tras la pandemia tiene otra “mentalidad” y ahora se concede cerrar la cafetería al menos un día a la semana para descanso del personal. “No soy una multinacional y todo cuesta mucho, pero que mis trabajadores estén bien ayuda a fidelizar la plantilla, porque ya no se encuentran camareros”, explica el jefe del Hannover. “Y si queremos ser como Europa, tendremos que poner precios como Europa, con 'coca-colas' a seis euros. Entonces comer en un restaurante se convertirá en un lujo”, advierte este hostelero del barrio de Moratalaz.
Pocos bares de Madrid han trasnochado tanto como el Iberia, en la plaza de San Bernardo. Diego Aylagas, de 43 años (casi tantos como el bar que fundó su padre), recuerda que, hasta finales de los noventa, el Iberia nunca cerraba. “Estábamos abiertos las 24 horas del día. Ahora cerramos a las dos”, cuenta en la esquina de la barra donde Luis Tosar se acodaba en la película 'Todos los nombres de dios', en la que el actor interpreta a un taxista, el cliente por antonomasia del Iberia.
“Ya lo ves, aquí también vienen vigilantes de seguridad, policías, los de la Cruz Roja o bomberos”, enumera Aylagas mientras uno de sus camareros sirve un cocido completo pasada la medianoche. “Claro, es que no solo el que trabaja en horario de oficina tiene derecho a comer, porque eso aquí servimos el menú del día hasta la una y media de la madrugada”, añade frente a un escudo enmarcado del club de fútbol Numancia de Soria, con los goles de la jornada de Champions en la tele, enmudecida por la música de radiofórmula que suena en todo el bar a buen volumen para mantener despierto al personal. “Aquí ni me puedo plantear cerrar antes, la clientela me diría algo. Además es a estas horas cuando yo gano dinero, porque el bar se me llena”.
Otro choque político
La propuesta de Diaz de replantear los horarios ha derivado en otro choque político con la derecha. Una de las primeras en contestar, la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. “Somos diferentes. España tiene la mejor vida nocturna del mundo, con las calles llenas de vida y libertad. Y eso también da empleo. Nos quieren puritanos, materialistas, socialistas, sin alma, sin luz y sin restaurantes porque les da la gana. Aburridos y en casa”, aseguró a través de la red social X.
La discusión no quedó ahí. “La presidenta de la Comunidad de Madrid parece olvidar que a partir de las 10 de la noche, las jornadas son nocturnas y, por tanto, tienen ciertos riesgos. Tienen riesgos de salud mental y tienen, además, que conllevar una retribución diferente”, respondió Yolanda Díaz en una entrevista con TVE. “Lo que hemos planteado (...) no es nada nuevo. Es evidente que los usos horarios en nuestro país son muy diferentes a los europeos. No es normal que convoquemos reuniones en España a las 8 de la tarde. Lo único que estamos diciendo es que hay que respetar los derechos laborales”, repitió.
Díaz ha querido ampliar el foco más allá de la hostelería y el ocio nocturno para volver a poner sobre la mesa la cuestión de la racionalidad de los horarios laborales. “Cualquier trabajador que trabaje a partir de las 10 de la noche, en cualquier servicio, cualquier profesional de la comunicación, personal sanitario, cualquier profesional de una siderurgia que trabaje en turno de noche, sabe perfectamente que conlleva riesgos para su salud. Por tanto, dejemos de frivolizar con estas materias que son muy serias para la vida de los trabajadores”, recalcó.
Sin embargo, pese a la voluntad de la ministra de Trabajo de reconducir el tema hacia la jornada laboral, en general, los más interpelados por las palabras de Díaz han sido los hosteleros y los empresarios de la noche. “Tal y como se ha planteado el debate y teniendo en cuenta que la vida nocturna es uno de nuestros principales atractivos turísticos, la propuesta sería un tiro en el pie que solo beneficiaría a nuestros competidores”, ha justificado la Federación Nacional de Empresarios de Ocio y Espectáculos (España de Noche). “Cualquier experimento que ponga en peligro nuestro modelo de vida, nuestro atractivo turístico y la actividad de las empresas del sector, solo puede provocar el rechazo social y empresarial”.
Mientras, el presidente de la Confederación de Hosteleros de España, Luis Yzuel, ha empleado un tono muy distinto, En una entrevista en Antena 3 aseguró que Yolanda Díaz “meó fuera del tiesto con sus declaraciones” porque “no se puede generalizar con que los restaurantes cierran a la una. No es justo”. Yzuel es el mismo empresario que en diciembre aseguró que el sector hostelero siempre han trabajado “media jornada: de 12 a 12”. “Dar servicio a la una de la madrugada es una auténtica bondad”, aseguró. “La hostelería de España es envidia del mundo y en Europa lo que quieren es parecerse a nosotros, se quieren españolizar, quieren imitarnos”.
Un debate recurrente
El debate de la racionalidad de los horarios no es nuevo. En 2005, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero puso en marcha el Plan Concilia, centrado en los horarios de los funcionarios, para limitar la jornada laboral a las 18.00 de la tarde y cuyo impacto cifró en medio millón de personas. También el Gobierno de Mariano Rajoy habló de poner las 18.00 horas como límite para acabar las jornadas, aunque no en todos los casos, porque excluía a los servicios públicos y a las empresas que tuviesen turnos de tarde o de noche. “Queremos que la jornada laboral en España acabe a las 18.00 horas y para ello impulsaremos un pacto con los representantes de empresas y trabajadores”, aseguró la entonces ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez. Un debate que no se materializó.
Ahora, casi ocho años después y tras las palabras de Yolanda Diaz, los agentes sociales también han vuelto a pronunciarse. “En los premios Goya estuvo ella hasta la 1,30, pero quiere prohibir que usted acabe una cena a la una. Pura coherencia totalitaria”, afirmó en X el presidente de la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM) y vicepresidente de la patronal CEOE, Miguel Garrido. “Ella, sus escoltas y su conductor, por cierto”, añadió.
En cambio, el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, ha abogado por plantear el mismo debate que propone Díaz. “La libertad tiene que ser compatible: de los ciudadanos a disfrutar y de los trabajadores a poder tener una jornada que les permita tener algún tiempo para disfrutar”. También en el caso de los empleados de la hostelería porque “tienen que disfrutar”. “A mí me parece que eso es lo razonable”.
Mientras, CCOO ha pedido tener un “debate sereno” en el marco del Diálogo Social y la Negociación Colectiva. “Hablamos de un tema muy amplio, donde hay muchas realidades”, ha señalado a elDiario.es José María Martínez, secretario general de CCOO Servicios. “No es lo mismo la hostelería en verano, que en invierno; en una ciudad como Madrid que en un pueblo. Como no es lo mismo un chiringuito que pone espetos que otro que pone copas. Y hay formatos donde hay una precariedad enorme, donde hay jornadas que se alargan y donde, en ocasiones, se cobra en B”.
Martínez desglosa que el ocio nocturno no tiene convenio propio, está dentro de los que comparten hostelería y alojamientos, que son de carácter provincial, aunque Madrid y Gipuzkoa sí tienen estos últimos separados. “Cada provincia es un mundo, en salarios y condiciones. Pero hay mucha presión y no siempre se cumplen. Se abusa de la disponibilidad. Hay que negociar en los convenios y que se cumplan, con una inspección laboral que carece de medios”.
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