La izquierda alemana pone en el mapa la semana laboral de cuatro días como receta frente a la pandemia

Aldo Mas

Berlín —

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“La historia del trabajo también es una historia de la reducción del trabajo”. A esa frase se confrontaban hace unos días los lectores del diario conservador y poco amigo del progresismo alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. El artículo que contenía esa afirmación llevaba por título un elocuente interrogante: “¿Trabajar sólo cuatro días?”.

Que ese periódico, considerado uno de los bastiones del ordoliberalismo teutón, dedique sus páginas a plantear esa pregunta da cuenta del camino que está haciendo en el país de la canciller Angela Merkel la idea de reducir la semana laboral hasta los cuatro días de trabajo. Hace un par de semanas, la puso sobre la mesa la diputada y co-presidenta de Die Linke, Katja Kipping. 

Ella ha defendido la propuesta como “una utopía realista” que para muchos puede sonar más a realidad. Sobre todo, porque el principal e influyente sindicato de la industria germana, IG-Metall, también apoya esta reducción laboral. Además, estos días se ha escuchado defender la semana de cuatro días a economistas, responsables del mundo empresarial y hasta del Gobierno alemán, que hace unos días acordó ampliar hasta finales de 2021 el mecanismo de los kurzarbeit, el equivalente de los ERTE españoles, para frenar la destrucción de empleo por la crisis del coronavirus.

En tiempos de pandemia, el argumento de Kipping que suena con mayor potencia probablemente sea ese según el cual una jornada semanal más corta es, en último término, una cuestión de salud pública. A su entender, contribuiría a romper con una cara dinámica de la que se habla poco en el mercado laboral germano. “La duración media de la baja por enfermedad por dolencias relacionadas con el estrés es tres veces más alta que la de otras enfermedades”, según ha subrayado la lideresa de Die Linke, que ha defendido que en sectores como el de las nuevas tecnologías la reducción de la semana laboral no tiene nada de utópico.

Kipping ha citado el ejemplo de la firma estadounidense Microsoft, que ha registrado la experiencia de poner a sus trabajadores semanas laborales de cuatro días para ver crecer la productividad de sus empleados “casi un 40%”. Pero la reducción del trabajo semanal va más allá del sector informático. De lo contrario, en IG-Metall no se habrían pronunciado a favor de la idea. 

Jörg Hofmann, presidente de ese sindicato, señalaba en una reciente entrevista con el Süddeutsche Zeitung que trabajar menos tiene más beneficios que los relacionados con la salud pública o el aumento de la productividad. “La semana de cuatro días sería la respuesta al cambio estructural de sectores como el de la industria del automóvil”, según Hofmann. 

Él alude así a la difícil situación en la que se encuentra el estratégico sector del automóvil alemán, ahora golpeado por la crisis de la COVID-19 pero, sobre todo, por lo que parece el inexorable futuro eléctrico de la movilidad. En este contexto, ya hay empresas, como el consorcio alemán fabricante de coches Daimler, en las que se está aplicando la idea de reducir el tiempo de trabajo para salvar empleos. 

Para Hofmann, la reducción del tiempo de trabajo semanal tiene mucho que ver con la protección del empleo. “La transformación no debe llevar a despidos, sino a un trabajo bueno para todos. En este sentido, los trabajos industriales se pueden mantener en lugar de eliminarse”, según el presidente de IG-Metall.

Economistas y empresarios, a favor

Varios economistas han aprovechado el debate para apuntar que esta propuesta no consiste en una “ensoñación”, término que ha empleado, por ejemplo, el semanario Der Spiegel. El economista Heinz-Josef Bontrup, profesor emérito de la Universidad de Gelsenkirchen, subrayaba también en una reciente entrevista con el Frankfurter Rundschau que “hay suficientes estudios que prueban que quien trabaja menos es más productivo”. 

También se han escuchado voces favorables a la conveniencia de la semana de cuatro días desde el Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW, por sus siglas alemanas). A su presidente, Marcel Ftatzscher, se le ha escuchado pronunciarse a favor aunque señalando también que la idea sólo tendría sentido en caso de que se acepte cobrar menos y no lo mismo por menos tiempo de trabajo.

Muchos recuerdan estos días que, en los años noventa, el fabricante de coches Volkswagen, para enfrentarse a la crisis que sufría entonces, logró asegurar empleos reduciendo las semanas laborales a 28,8 horas. Tal vez en vista de experiencias como esa, ya hay asociaciones patronales que ven con buenos ojos la idea. 

Un ejemplo es la Asociación Bávara de la industria Eléctrica y del Metal (VBM), cuyo presidente, Bertram Brossardt, parece incluso aprobar la idea. “Todo lo que asegure el empleo, está bien”, decía recientemente Brossard al diario económico Handelsblatt. !Una reducción de sueldos que esté en línea con las horas de trabajo ayuda a las compañías a mantener liquidez“, según Brossardt.

El mantenimiento de la liquidez en las empresas ha sido una de las prioridades del ejecutivo de 'gran coalición' que dirige la canciller conservadora Angela Merkel. Ese es uno de los objetivos del Fondo de Estabilización de la Economía, dotado de 600.000 millones de euros y una de las iniciativas levantada por el Gobierno alemán para hacer frente a la crisis de la COVID-19. 

Evitar un insostenible incremento de paro es otra de las prioridades de Merkel y compañía en esta crisis. Tal vez por eso mismo, hasta el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, el socialdemócrata Hubertus Heil, se ha pronunciado a favor de la idea de Die Linke e IG-Metall. 

“La reducción del tiempo de trabajo con una parcial compensación salarial puede ser una medida razonable si los actores sociales se ponen de acuerdo en ella”, ha dejado dicho Heil al grupo mediático Funken Mediengruppe

A su entender, no es que la reducción del tiempo de trabajo pertenezca a una “utopía” ni que sea un “sueño”. En estos tiempos de frenazo económico por coronavirus, esa propuesta parece tener cabida entre las “medidas pragmáticas y buenas que se necesitan para salir juntos de la crisis”.