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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Javier Monzón, un ejecutivo al frente de Prisa con buenas conexiones con el poder

“Me estoy haciendo joven”, reza la imagen que ilustra el perfil de whatsapp de Francisco Javier Monzón de Cáceres (Madrid, 1956), el directivo que acaba de ser nombrado presidente no ejecutivo del grupo Prisa en sustitución de Manuel Polanco. Monzón, expresidente de Indra, llegó hace algo más de un año a Prisa, primero como consejero y luego como vicepresidente. Era el favorito de los accionistas de la editora de El País para sustituir a Juan Luis Cebrián al frente de la compañía, aunque su llegada a la presidencia se ha demorado hasta ahora, con Cebrián ya fuera de foco.

Monzón, de 63 años y con varias décadas a sus espaldas de estrechos contactos con el poder financiero y político, tiene ante sí el reto de enderezar el rumbo de Prisa, que está en una delicada situación financiera. La empresa, que hace unos meses tuvo que renunciar a la venta de su filial lusa Media Capital (vetada por las autoridades portuguesas), ha conseguido reducir su deuda hasta los 988 millones de euros del tercer trimestre de este año y ha conseguido una extensión del vencimiento del pago hasta finales de 2022.

Monzón es un ejecutivo al que muchos daban por amortizado tras su abrupta salida de Indra. Médico frustrado por tener que abandonar los estudios, el que fuera máximo responsable de Indra desde su creación a finales de 1992 hasta enero de 2015 empezó su carrera profesional en Caja Madrid, desde donde se licenció en Ciencias Económicas y fue escalando posiciones hasta responsabilizarse del negocio de grandes empresas.

En 1984, le fichó el entonces presidente de Telefónica, Luis Solana, hermano del exministro Javier Solana. En cinco años pasó de subdirector a director financiero y director general de Desarrollo Corporativo y Finanzas y pilotó las primeras ofertas públicas de venta (OPV) de la operadora, para la que dirigió el desembarco en América Latina con la primera adquisición de la empresa en la Argentina de Raúl Alfonsín.

De allí pasó a Arthur Andersen (actual Deloitte), de la que fue socio. Y de allí, a la estatal Inisel, germen de la actual Indra, de la mano del entonces presidente del INI, Javier Salas, otro político de la beautiful del felipismo.

Indra fue una creación de Monzón, resultado de la absorción de la empresa privada Ceselsa por parte de Inisel. Bajo su batuta, la compañía dio el salto al Mercado Continuo a través de una OPV en la que, en la era dorada de las privatizaciones de José María Aznar, el Estado vendió su 66% en marzo de 1999, ejercicio en el que se incorporaría al capital del grupo tecnológico la Caja Madrid de Miguel Blesa con un 10%.

Gracias a los millonarios contratos de la Administración pública, Indra se internacionalizó, llegó a multiplicar su tamaño por diez y se convirtió en miembro del Ibex 35, la élite empresarial española.

Escándalos

La Indra de Monzón también encadenó sucesivos escándalos que han golpeado en los últimos años la imagen de la compañía de diversas formas. La lista es larga: desde los pagos a jueces, secretarios y fiscales de la Comunidad de Madrid desvelados por El País en febrero de 2015 a su continua aparición en diversos sumarios judiciales junto a otras firmas como OHL como sospechosa de haber financiado ilegalmente al PP; la doble imputación del número dos de la empresa (Javier de Andrés, nombrado por Monzón) en la trama Púnica (abril de 2015) y, más recientemente, la operación Lezo; o la contratación de un hijo del expresidente del Gobierno Felipe González (Pablo González, de profesión, fotógrafo) o Josep Pujol Ferrusola, hijo del ex molt honorable president de la Generalitat de Catalunya, que dio un pelotazo con la venta a Indra de su consultora, Europraxis.

La etapa de Monzón en el grupo tecnológico se cerró el 29 de enero de 2015, cuando fue sustituido por Fernando Abril-Martorell, un exTelefónica que fue consejero delegado de la propia Prisa y número dos de Cebrián desde julio de 2012 hasta octubre de 2014.

El relevo fue auspiciado por el Gobierno, que regresó al capital de Indra en agosto de 2013 tras comprar el paquete que Bankia heredó de la antigua Caja Madrid. La excusa: Monzón era un obstáculo para la creación de un “polo industrial militar” en torno a Indra. En su caída fue determinante la irrupción en el capital de Indra de la Telefónica de César Alierta.

Como suele ocurrir en estos casos, Monzón no se fue de vacío: dejó Indra con un finiquito cercano a los 16 millones de euros, de los que una parte la cobró en diferido: 3 millones en 2016, cuando ya no estaba en la empresa, en virtud de un pacto de “no concurrencia”.

Tras su salida, Indra afloró pérdidas millonarias por diversos proyectos fallidos puestos en marcha con él como presidente, presentó un expediente de regulación de empleo (ERE) que afectó a 1.750 personas, y retiró al ejecutivo la presidencia de honor en noviembre de 2015, por considerar que Monzón había ocultado información sobre la verdadera situación de la empresa (que tuvo que reformular sus cuentas de 2014 y 2015) y tras descubrir que había ocultado al consejo de administración la adquisición de un avión privado para su uso personal. El jet lo acabó comprando el futbolista Cristiano Ronaldo.

Casado con la editora Eva Serrano (fundadora de la editorial Círculo de Tiza), es conocida la amistad de Monzón con el rey emérito Juan Carlos I o Ana Patricia Botín, presidenta de Banco Santander (uno de los accionistas de referencia de Prisa), quien ya intentó colocarle en la presidencia de Abengoa a finales de 2015.

En este impasse de casi tres años postIndra, su actividad en grandes empresas había venido en buena medida de la mano de Santander, primero como consejero de su filial en España y luego como presidente no ejecutivo, desde junio pasado, de Openbank.

Además, Monzón es también vocal independiente de Ferroglobe (multinacional metalúrgica controlada por el exministro Juan Miguel Villar Mir) y la francesa Lagardère (de la que es consejero desde 2008) y hasta 2016 representó en ACS los intereses de Alberto Cortina y Alberto Alcocer, los primos y empresarios conocidos como ‘Los Albertos’, también del círculo de confianza del monarca emérito. Ahora culmina su regreso a la primera línea empresarial, tras unos meses en la vicepresidencia de Prisa.