El final de la fase de tipos de interés próximos a cero ha otorgado un balón de oxígeno a las entidades bancarias de todo el planeta: el retorno a la ortodoxia de tipos en territorio positivo les ha devuelto el principal de sus negocios tradicionales, el ingreso de rentabilidades por los intereses que reclaman a sus clientes por su papel de prestamistas. Sin embargo, la intensa agresividad de las subidas de tipos en casi un centenar de autoridades monetarias ha encendido la mecha de la aversión al riesgo en unas plazas bursátiles que se han tambaleado desde la pasada primavera, ante las tensiones geopolíticas surgidas desde Rusia, la espiral inflacionista y la restricción financiera en los mercados. La primera víctima de una volatilidad inversora a la baja es el banco de inversiones suizo Credit Suisse; uno de los gigantes de la industria.
La alarma saltó con fuerza cuando los ejecutivos del banco contactaron con sus principales clientes para tratar de calmar los ánimos ante la preocupación por la salud financiera del grupo. Ya habían saltado por los aires los CDS o Credit Default Swaps, instrumentos que apuestan por la solvencia y permite a los inversores adquirir pólizas aseguradoras que se harán cargo de las pérdidas y que cubren el riesgo crediticio en caso de declaraciones de concurso de acreedores.
Desde entonces, Credit Suisse está en el disparadero, identificado como una pieza débil dentro de la arquitectura financiera internacional. “La tensión de los mercados parte del paralelismo de Credit Suisse actual con la necesidad de extirpación de los activos tóxicos de los bancos en 2008 y con los temores fundados en torno a la salud financiera del Deutsche Bank en 2016”, explica Andrew Coombs, analista de Citigroup.
Los signos de la debilidad
La voz de la conciencia en el banco la ha tomado su propio consejero ejecutivo, Ulrich Körner, que ha insistido en la capacidad de la entidad para restablecer sus cuotas de liquidez sin acudir a incrementos de capital. El primer ejecutivo ha descartado inicialmente esta estrategia pese a que el precio de la acción está en récords negativos y el coste de sus préstamos se han disparado debido a los retrocesos de sus notas de solvencia entre las principales agencias de calificación. “Nuestra posición al respecto es clara. Credit Suisse tiene fortaleza de capital, de liquidez y en sus balances de activos”, avisó Körner.
Ni el tono ni el fondo de las declaraciones de Körner calaron en los inversores. A pesar de insistir en que “no puede calificarse de crisis” y admitir que será un mes de suma tensión, Körner se ha comprometido a presentar un plan de reforma y modernización de los negocios del banco el próximo 27 de octubre. Otro mensaje ha llegado con el nombramiento de un nuevo director financiero, Dixit Joshi, bregado en bancos con graves problemas durante la crisis financiera como Barclays o Deutsche Bank.
Tarea contrarreloj y ardua, llena de complejidad. Analistas de Deutsche Bank alertan de un agujero de 4.000 millones de francos suizos en el capital de la entidad. Si bien admiten que su división nacional, Credit Suisse While, aporta notables beneficios al grupo y que la marca bancaria es considerablemente potente, el dictamen es sombrío: en el supuesto de que consigan eludir la quiebra, la cobertura y cancelación posterior de sus pasivos tóxicos va a ser cara.
El ex ejecutivo de UBS, Axel Lehmann, y ahora en la cúpula como presidente de Credit Suisse, precisó que “se venderan los activos pertinentes y se procederá a diversificar negocios hasta lograr una posición financiera lo suficientemente fuerte que nos conduzca a una estabilización de los ingresos”. Unas palabras que apuntan a trocear en tres partes el banco y a reestructurar en un banco malo los activos y unidades de negocios deficitarias, traducen con anticipación en el FT.
El grupo financiero con sede en Zúrich todavía está digiriendo la debacle de Archegos Capital Management en 2021, firma a la que Credit Suisse prestó miles de millones para que invirtiera en una serie de empresas. Körner mencionó expresamente a Archegos como causa del deterioro de solvencia. También sus negocios con Greensill Capital, firma de inversión y servicios financieros con sede en Reino Unido y Australia, fulminada en marzo de 2021 por insolvencia. A comienzos del pasado año ya se atisbaron problemas en estas dos grandes clientes de la entidad -Archegos, su hedge-fund por antonomasia y Greensill, uno de sus manás prestamistas-, que reportaban a la firma suiza varios cientos de millones en comisiones.
En un primer momento el banco suizo señaló la necesidad de recortar los 1.500 millones de francos suizos para evitar suspender pagos. Este viernes, la entidad anuncio la recompra de títulos de deuda senior de hasta aproximadamente 3.000 millones de francos suizos (3.028 millones de euros) aprovechando la caída de precios en el mercado. Un mensaje al mercado de que el banco cuenta con liquidez, que le ha servido para recuperar un 7% de su valor bursátil.
¿Es demasiado grande para caer?
Es la gran cuestión. El enigma que ronda entre inversores -que merodeó también durante el credit crunch de 2008 con la caída de Lehman Brothers- es si el banco suizo será el cabeza de turco: un dique de contención para que no sigan cayendo como piezas de dominó otras entidades del sistema bancario con “influencia sistémica”. Es el temor tanto de organismos como el Banco Internacional de Pagos (BIS, en sus siglas en inglés) como de los propios bancos centrales.
Credit Suisse venía de registrar beneficios superiores a los 4.000 millones de francos suizos entre enero y marzo pasados, cantidad similar al agujero de capital detectado por Deutsche Bank, pero un 42% menos que en el mismo periodo de 2021 y con una ratio de solvencia que se iba erosionando.
Ante este dilema, los expertos ven la botella igual de llena que vacía. Porque hay defensores de que la entidad suiza pueda seguir los pasos del Deutsche Bank, declarado en 2016 por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el banco con “mayor riesgo sistémico” y saneado de forma soterrada con el beneplácito y la influencia del Gobierno de Angela Merkel. “Desde nuestra perspectiva, hay motivos para cierto optimismo, ya que, a finales del segundo trimestre, la posición de liquidez y capital no era alarmante”, aclara Kian Abouhossein, de JP Morgan.
James Rutherford, director de Renta Variable Europea de Federated Hermes, considera que, en cualquier caso, pase lo que ocurra con Credit Suisse, la banca del Viejo Continente está mucho mejor capitalizada que en las crisis anteriores, aunque persistirá “cierto riesgo de percepción de que una base financiera débil pueda precipitar que la liquidez se agote”. A su juicio, el escenario en el que se mueve el banco suizo revela la existencia de “un ciclo de aversión al riesgo inversor”.