Por qué lo llaman 'rider' si es repartidor y 'juicer' si es cargador: “Es una forma de despersonalizar”

En la oficina de Fundéu llevan dos años dándole vueltas a cómo traducir gig economy al español. “Lo hemos hablado pero no nos hemos animado a sacarlo”, cuenta David Gallego, miembro de la fundación, que promueve el buen uso del lenguaje en los medios. Gig economy significa literalmente “economía de bolos” y describe un mercado de trabajos temporales, en el que las empresas sacan su oferta (necesidad de mano de obra) a una plataforma (app) y los trabajadores (colaboradores independientes) compiten por cazarla.

“Es una economía de microempleos o pequeños encargos. Gig es bolo. Y bolo nos gusta porque el gig es un trabajo temporal, incierto, no continuado y precario. Pero en español lo asociamos a lo literario o a un grupo musical. Por eso no nos sirve”. Mientras lo debaten —“microempleos podría relacionarse con minijobs y tampoco nos termina de convencer”, añade— la gig economy sigue arrasando el mercado laboral español. De hecho, la uberización de la economía, que describe un proceso paralelo, ya puede escribirse sin comillas ni cursiva según esta misma institución.

“Nace del nombre de una empresa. Si Uber es quien triunfa con un modelo de relación económica y laboral, eso se extiende y va más allá del intercambio de coches: llamas uberización a cualquier intercambio sin intermediarios”. Que el lenguaje incorpore una marca no es nuevo —en el diccionario tenemos clínex, rímel y pósits— y tampoco que se cree una familia léxica a su alrededor. “Primero lo conviertes en sustantivo y, según como cuaje, la creas”. De Whatsapp, por ejemplo, hemos pasado a whatsappear.

“Adoptamos términos que no existen en español porque ese tipo de economía es la dominante”, añade Manuel Tomillo, responsable de acción sindical de CNT Prensa y Medios. “Antes usábamos mileurista; ahora ni siquiera lo somos. Este uso del lenguaje refleja quién manda y en qué modelo vivimos”.

Uber tiene conductores en España. Pero Deliveroo tiene riders (y bikers), Glovo tiene glovers, Lime tiene juicers, Voi (de patinetes) hunters y Wind, también de patinetes, chargers. Incluso Deliberry, una compañía española que te lleva la compra del supermercado a tu casa, llama mamashoppers y papashoppers a sus repartidores: gente que va, te hace la compra y te la sube “con un toque personal”.

“El sufijo -er es omnipresente. Tenemos runner, brexiter, fiber (los que van al FIB). Nuestra recomendación es ver qué sufijo español funciona: -ero, -ista... Porque los que terminan en -er no funcionan en plural, tendría que ser gloveres”, continúa Gallego. “Pero lo que se esconde detrás de muchos anglicismos es un eufemismo: no querer decir la cruda y descarnada realidad en español. Tú dices repartidor o mensajero y te suena de andar por casa, pero rider es en inglés y suena mejor. Te llaman juicer y vas tan contento porque es en inglés. Pero lo que te están diciendo es que te están exprimiendo [juicer significa exprimidor pero juice también es cargar: la empresa se llama Lime (lima) y juega con ambas acepciones para denominar a sus cargadores de patinetes]. Es como hablar de movilidad exterior para evitar fuga de cerebros cuando los jóvenes emigran. El anglicismo es habitual en política y empresa y cumple esa función”.

“Así no eres consciente de la explotación”

El uso de eufemismos para evitar llamar a los trabajadores de estas plataformas por su nombre tiene tres razones de ser: una, hacerles sentir mejor; dos, regatear la normativa, y tres, revestir a la empresa de un barniz cool. “Es una forma de despersonalizar al trabajador, porque no se siente consciente de que lo es ni de la explotación a la que está sometido”, resume Tomillo. “Si eres trabajador, puedes reclamar legalmente. Pero si eres un rider o demás términos flexibles no. Las economías colaborativas intentan esquivar con neolengua todo lo que sea reclamar derechos. Y eres un rider, no un repartidor, así que parece que el favor te lo hacen ellos a ti”.

Aunque a priori estos cambios de nombre no blindan legalmente a las empresas ante una denuncia —si denuncias que eres un falso autónomo y lo pruebas, el juez puede dictaminar que hay una relación laboral, como ha sucedido con Deliveroo— “el uso de estas palabras tiene un efecto psicológico y social”, explican desde el sindicato de auónomos UATAE. “Construye una realidad que desvincula la relación laboral para los juristas, pero también para los trabajadores: si no están lo suficientemente informados les hace imposible la acción sindical. Y naturalizan un fraude para la sociedad, porque normalizan un trabajo que esconde una relación fraudulenta”.

El interior de los contratos también suele tener eufemismos. En Glovo, los repartidores son “trabajadores independientes” que realizan tareas con “total libertad” (aunque el sistema de excelencia de la app te obligue a coger ciertos turnos de trabajo). “Pero en las reuniones formativas al iniciar la actividad, te indican que los repartidores somos glovers [un término que también aparece en el contrato] y que debes presentarte a tus clientes como tal”, explica un antiguo repartidor.

En Deliveroo, los repartidores son “proveedores” y no escogen turnos, sino que “semanalmente realizan una oferta de servicios en la que se determinarán los días y franjas de tiempo en los que la empresa puede solicitarle repartos”. Hasta hace poco, la empresa prohibía a los empleados de soporte que se relacionan con los repartidores usar palabras como “turnos”, “salario”, “uniforme”, “contratación” o “horarios semanales” cuando hablaban con ellos. A cambio, exigía que dijeran “misión o reparto”, “pago por servicio”, “ropa de reparto”, “colaboración” o disponibilidad semanal“.

Sin embargo, a raíz de las protestas y denuncias del año pasado, la guía para los teleoperadores cambió. “Eran casi todo respuestas macro prediseñadas con las que responder, en caso de que los riders preguntaran algo”, cuenta una fuente conocedora de la situación. “Eran muy robóticas, supongo que para evitar problemas”.

La explicación de la empresa no oculta esta situación. “Deliveroo ofrece a los riders el trabajo flexible que ellos buscan, porque les da la libertad de elegir cuándo, dónde y si trabajar o no”, dicen, pese a que una sentencia dictara que sus repartidores son falsos autónomos. “El lenguaje que utilizamos refleja esta realidad, que es una nueva forma de trabajar”.

En inglés también son eufemismos

Los extranjerismos que blanquean relaciones laborales precarias vienen del inglés - donde rider es jineteo o ciclista, hunter es cazador, charger es cargador, shopper es comprador... - pero en los países anglosajones también están enfadados con el uso de neolengua. “Los trabajadores de la gig economy estamos acostumbrados a escuchar noticias inquietantes, pero revestidas para sonar emocionantes”, afirma Tom Harrington-Roberts, repartidor en Deliveroo y secretario de la rama en el sindicato de trabajadores independientes inglés, IWGB.

Harrington-Roberts explica: “En julio recibimos un correo que decía: 'A partir del 5 de julio te ofrecemos las tarifas de una nueva manera: basadas en la distancia de viaje, con tarifas que cambian en cada pedido'. Lo que esto realmente significa es: 'cambiamos la fórmula que usamos para calcular tu salario y no te vamos a decir cuál es. Y te avisamos con un día de anticipación'. El correo continuaba con 'la tarifa mínima de entrega se fija cada mes, en función de la demanda de clientes y para asegurarnos de que siempre te lleves buenas comisiones'. Esto significa: 'nos reservamos el derecho a cambiar la forma en la que calculamos tu comisión sin informarte'”.

Otras formas de usar el lenguaje para eludir responsabilidades, continúa Harrington, son evitar constantemente las palabras “empleo” (employment) y “trabajo” (work), “diciendo que somos 'jinetes' (riders) y que salimos a 'cabalgar' (riding) o a completar 'sesiones' (sessions)”.

Un apunte más: los despidos en estas plataformas suelen ser “desconexiones” (de repente, ya no puedes acceder a la app: te han desconectado) o “ceses de la colaboración”. “Cesar, interrumpir, suspender, no renovar, cancelar... Si estamos hablando de conexión a una plataforma, no es lo mismo que tener un contrato”, continúa Gallego, de Fundéu. “La sensación es que detrás de eso se esconde un querer protegerse legalmente. Pero podrías interpretarlo como la deshumanización del trabajador, porque desconectar suena como si fuera un robot”.

¿Merece la pena entrecomillar todo este universo eufemístico al escribir para que el lector entienda el matiz? “Los eufemismos están tan extendidos y son tantos que no necesitan marcarse con comillas. Has mencionado el coliving y coworking, que es el compartir piso u oficina de toda la vida aunque tenga Netflix. Pero no deja de ser un eufemismo. ¿Por qué llegas al coliving o al coworking? Porque no tienes dinero para permitirte un piso o espacio de trabajo. Queda en el aire si de verdad lo que quieres es compartir creatividad con otra empresa”, concluye Gallego. “El problema es que se connota enseguida la carga negativa que pretende evitar. En lugar de despido es reajuste de plantilla. Y se acaba connotando negativamente y lo pasas a reestructuración de personal... Es un ciclo que no se interrumpe, porque la gente no es tonta y lo sobreentiende rápidamente”.