Un queso gruyère lleno de vacíos de supervisión y lagunas regulatorias. Este es el aspecto que ofrece el mercado de valores español, donde con demasiada frecuencia se conocen fallos de supervisión o regulatorios que ponen en entredicho el papel de su guardián, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
Con apenas unos días de diferencia se ha conocido la parsimonia del organismo ante la comercialización fraudulenta de preferentes, cuyas irregularidades recogió la propia CNMV pero sin frenar el proceso, junto con el escándalo en Pescanova, empresa cotizada, cuyo presidente vendió casi un 7% de la compañía sin dar las explicaciones pertinentes al mercado. También colea todavía la decisión de dejar salir a cotizar a Bankia, y de la laxitud con la que se trató la incidencia del cambio de cuentas (de ganancias a pérdidas) de un día para otro en una empresa cotizada. Pero a estos casos, que dejan en evidencia la labor del supervisor, se podría añadir una larga lista de operaciones poco claras y, sobre todo, poco sancionadas por parte del organismo, que siempre está bajo el foco de las críticas de los actores que intervienen en los mercados.
La principal crítica que se hace a la CNMV es su exceso de politización. “Solo en España e Italia se da el caso de que el presidente del supervisor lo nombre el Gobierno”, recuerda Javier Flores, de la Asociación Europea de Inversores Profesionales (ASINVER).
La actual presidenta del organismo es Elvira Rodríguez, miembro del PP y exministra de Medio Ambiente. Su nombramiento fue acogido con total escepticismo por el mundo financiero, ya que en su hoja de servicios no hay ninguna relación con los mercados. Off the record, varios agentes de bolsa coinciden en que hay “buena intención” en sus reuniones con ella, pero perciben la sensación de que está desbordada por el liderazgo de un organismo que apenas conoce.
Designados a dedo
El perfil de Rodríguez ha exacerbado el carácter político de un puesto que siempre designa a dedo el Gobierno de turno. Su antecesor, Julio Segura, era un conocido simpatizante socialista pero con una extensa trayectoria en las finanzas y en otro organismo supervisor como el Banco de España. El primer presidente de la CNMV que nombró el Gobierno de Zapatero fue Manuel Conthe, probablemente el gestor más independiente que ha tenido la institución, a la que renunció, precisamente, por estar demasiada expuesta al Gobierno.
El caso Conthe puso al descubierto uno de los capítulos más oscuros de la existencia del supervisor en España: las sucesivas ofertas de compra que hubo sobre Endesa por parte de Enel y Acciona y la “cama” que le hicieron a las ofertas rivales, sobre todo E.On. Los movimientos que hubo alrededor de la eléctrica española nunca merecieron un expediente sancionador. Conthe renunció y en su huida arrolló a uno de los vicepresidente de la CNMV, Carlos Arenillas, casado con la ministra socialista, Mercedes Cabrera. Conthe acusó a Arenillas de plegarse a los dictados del Ministerio de Industria.
El culebrón de Endesa fue el tiro de gracia a la credibilidad de la CNMV, siempre vista con suspicacia en los mercados. Miguel Ángel Rodríguez, un analista financiero histórico de los mercados en España, asegura que la labor que la CNMV desempeña con más ahínco es la de detectar y vigilar los llamados “chiringuitos financieros”, sometiendo a una exhaustiva vigilancia a las casas de valores, con especial fruición en el caso de las que operan por internet. “Hace un seguimiento rigurosísimo, pidiendo explicaciones hasta de los pagos de más de 500 euros”, explica.
Sin embargo, para este experto hay una llamativa descompensación entre este prurito de supervisión con los pequeños y la vigilancia a la que somete a los grandes.
“Cuando el mal ya está hecho”
El abogado especializado en mercados financieros Fernando Zunzunegui lamenta la dejación de funciones que ha hecho el organismo en el caso concreto de la venta de preferentes, pero recuerda que, en general, la maquinaria del supervisor siempre se despliega “a posteriori, cuando el mal ya está hecho”. Zunzunegui se pregunta cómo la CNMV se pone manos a la obra cuando lo que hay ya es tan grave que incluso hay indicios de delito.
El catedrático de Economía Financiera de la Universidad Complutense, Juan Antonio Maroto, centra el problema de la falta de acción sancionadora en la CNMV en que destina todos sus recursos “a estudios”. Maroto observa que la labor “correctora” del organismo se queda en un mero análisis (como en el caso de las preferentes) del que luego no hace aplicación práctica para no interferir con la esfera de la política. “Su misión está desenfocada”, asume el profesor.
Desde el punto de vista de los pequeños inversores, la sensación de indefensión en el mercado se da con la asimetría de la información, donde los grandes accionistas mueven de forma interesada sus posiciones sin que el pequeño esté en igualdad de condiciones. Carlos Ladero, de AYNEMU, una asociación que integra a los minoritarios con intención de permanencia en una empresa, describe cómo los pequeños ven el mercado “muy manipulado” con los grandes actores haciendo uso de una información que no está al alcance de todos.
Algunos agentes de bolsa que también han sido consultados para elaborar esta información pero han preferido no ser citados, señalan también que el organismo carece además del personal y de los recursos para poder desempeñar sus funciones con propiedad. Unas funciones muy amplias que, según denuncian, están cubiertas por un deseo muy pequeño de molestar a los “grandes”.