Pocas instituciones han contribuido tanto a desarrollar el lado más oscuro del capitalismo como la consultora McKinsey. Desde la promoción de la industria petrolífera, con un buen programa de lavado de cara, hasta el plan de marketing de la farmacéutica Purdue Pharma, que ha provocado una epidemia de adicciones al opiáceo Oxycontin, o trabajar para el Gobierno de Arabia Saudí para mejorar su imagen internacional tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Estas son algunas de las vergüenzas que destapan los periodistas de The New York Times Walt Bogdanich y Michael Forsythe en el libro La consultora (Ediciones Península) tras cinco años de investigación. En esta entrevista, Forsythe habla con elDiario.es a través de videoconferencia y señala que ningún directivo de esta compañía ha sido nunca enjuiciado en ningún tribunal, pese a los graves casos de corrupción o fraudes empresariales con los que ha estado relacionada. Forsythe apunta que “la respuesta común de McKinsey es que sólo están para asesorar y dar consejos. Así fue como McKinsey escapó de cualquier consecuencia por su trabajo con Enron”, multinacional energética que quebró tras un gran escándalo de manipulación de sus cuentas. A lo máximo que han llegado es a soltar dinero para evitar los juicios. “Es su forma de actuar: pagan cientos de millones para que el problema desaparezca, aunque perjudica a su reputación”, recalca el periodista. Por otro lado, el investigador del periódico estadounidense admite que “a pesar de las controversias en las que McKinsey ha estado inmersa en los últimos años, para mucha gente sigue siendo una empresa prestigiosa y los socios de la consultora son profesionales muy demandados para la alta dirección de las compañías”. Un libro imprescindible para entender cómo funciona el capitalismo más letal y las estrategias para que se mantenga sin cambios.
Ustedes explican cómo Mckinsey ficha a los mejores alumnos en las más prestigiosas universidades con el reclamo de un buen sueldo pero también para hacer el bien, un mundo mejor. Sin embargo, esas personas terminan trabajando para empresas contaminantes o Gobiernos dictatoriales. ¿Cómo les convencen para hacer estos proyectos?
McKinsey recluta a sus empleados en algunas de las mejores universidades del mundo, en Estados Unidos y en Europa. Les hablan sobre las cosas buenas que pueden hacer en McKinsey: ayudar a la gente en Nigeria, conseguir vacunas contra la polio o hacer proyectos medioambientales. Bueno, McKinsey hace algunos buenos proyectos en el mundo, de eso no hay duda. Pero de donde consiguen la mayor parte de sus ingresos es con las grandes empresas. Las multinacionales pagan altos honorarios que las ONG realmente no pueden permitirse. Los empleados de McKinsey pueden inhibirse de trabajar en determinados proyectos si tienen problemas éticos, aunque les puede perjudicar en su carrera. Así que estos jóvenes idealistas se encontrarán un día trabajando para una compañía petrolera ayudándoles a perforar por más petróleo o para una cadena de tiendas de comestible proponiendo cómo recortar puestos de trabajo y que la gente se quede sin empleo. Ahora bien, algunas de esas personas son las que han venido a contarnos qué ocurría en McKinsey y nos han ayudado a escribir el libro.
Son muy interesantes las palabras del exconsultor de McKinsey cuando define el ‘consenso de Aspen’: “No pedirles nunca, jamás, que hicieran menos daño” y “no cuestionar nunca el sistema subyacente”. Ese es realmente el papel de Mckinsey con la industria petrolera.
Este es un tema muy importante. Fue un exconsultor de McKinsey, Anand Giridharadas, quien nos explicó que una de las líneas generales de la consultora es nunca pedir a las petroleras que hagan menos daño, lo cual es dejarles el camino libre para que sigan haciendo su actividad contaminante. Eso es el Consenso de Aspen. En esta ciudad de Estados Unidos se reúne la elite política y empresarial, al igual que ocurre con Davos. Ambos eventos son dos grandes festivales para los consultores de McKinsey, donde van a codearse con la elite financiera y política del mundo y a lanzar sus mensajes para que todo siga igual. Por ejemplo, la petrolera ExxonMobil, asesorada por McKinsey, fue a la Conferencia de Aspen Ideas en 2019 hablando de la captura de carbono, una técnica de la que llevan hablando sin resultados hace más de diez años, un claro ejemplo de greenwashing (orientar la imagen de una empresa hacia un posicionamiento ecológico mientras que sus acciones van en contra del medio ambiente). La petrolera Chevron, también cliente de McKinsey, lleva años explicando cómo están haciendo combustible a partir de algas, pero la realidad es que su negocio es la perforación y extracción de petróleo. Esto es el consenso de Aspen, nada de entrar en lo que realmente afecta a la cuenta de resultados y a la rentabilidad de estas compañías, que es el negocio contaminante del petróleo, sino ofrecer la imagen de que se está trabajando en alternativas.
Leyendo el libro, en Mckinsey son especialistas en recortar costes sin tener en cuenta las consecuencias en riesgos laborales o sobre la vida de la gente. ¿Tiene sentido pagar esas minutas tan altas por algo que realmente ya saben hacer las empresas?
Uno de los valores de McKinsey es que dan al director general de la empresa una excusa para despedir a gente. Tienen una buena reputación en el mundo corporativo, entre otras cosas porque parte de su estrategia es recomendar que se suba el sueldo a la alta dirección. Además, el recorte de costes es algo que llevan haciendo desde hace años, seguro que encontrarán maneras de recortar puestos de trabajo que el CEO o el director general de la empresa ni se habían planteado. Es una manera de reducir la responsabilidad por parte de los directivos con la excusa del asesoramiento de McKinsey.
En algunos casos los trabajos de McKinsey suponen emprender acciones que van a perjudicar a los trabajadores o a los clientes de una empresa. La aseguradora Allstate sigue la estrategia de gestión diseñada por la consultora basada en “La victoria será un juego de suma cero”, es decir, conseguir más beneficios a costa de pagar la indemnización mínima a los asegurados y si no la aceptan pleitear con ellos durante años en los tribunales.
Allstate es un ejemplo interesante del trabajo de McKinsey que llaman 'Transformaciones', que siempre implica recorte de gastos pero que va más allá. Lo que hicieron en la aseguradora Allstate fue idear una nueva forma de procesar las reclamaciones, pagando el mínimo posible o ahogando a la gente en peleas interminables en los tribunales. Cuando McKinsey entra en una compañía, busca elevar al máximo el beneficio, a veces sin tener en cuenta las consecuencias para trabajadores o clientes. El resultado fue que la rentabilidad de Allstate subió mucho porque cayó el pago a sus asegurados. Aunque al pagar menos dinero como porcentaje de sus primas los asegurados empezaron a demandar en masa a Allstate. En uno de estos juicios, los abogados descubrieron la asesoría que McKinsey había hecho a Allstate, pese a que McKinsey trató de ocultar su trabajo incluso cuando se lo pidió el juez.
“Nosotros nos dedicamos a ejecutar, no a hacer política”, dijo Richard Elder, responsable en Mckinsey del proyecto del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas −más conocido como ICE, por sus siglas en inglés− en el que 2.500 niños inmigrantes fueron separados de sus padres. Fue un escándalo que perjudicó la imagen de Estados Unidos y de la Administración Trump. ¿Hace McKinsey política?
Ese trabajo que hicieron para dar un nuevo enfoque a la política de inmigración en la frontera sur de los Estados Unidos fue muy político, intentaron activamente encontrar maneras de hacer que la política de Trump funcionase, aunque las consecuencias fueron terribles. Es muy similar al trabajo que hacen en Arabia Saudí, donde McKinsey lleva años contratado para mejorar la imagen del estado saudí, especialmente tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. En McKinsey dicen que no hacen política, pero gran parte de su trabajo es inherentemente político. McKinsey justifica su trabajo en Arabia Saudí alegando que si no estuvieran asesorando al Gobierno saudí, el país podría caer en el caos. Lo cual es como el consenso de Aspen pero aplicado a un gobierno, que no parece haber cambiado mucho. Están utilizando un argumento político para justificar su trabajo en Arabia Saudí, con lo que no se puede separar la política de la ejecución de sus proyectos de asesoramiento, como decía Richard Elder.
Hoy Richard Elder es managing director and head of global portfolio solutions en Carlyle, uno de los mayores fondos de inversión del mundo. ¿No tiene consecuencias en sus carreras profesionales que hayan tomado decisiones catastróficas?
Bueno, este mundo es bastante complejo. A pesar de las controversias en las que McKinsey ha estado inmersa en los últimos años, para mucha gente sigue siendo una empresa prestigiosa y los socios de la consultora son profesionales muy demandados para la alta dirección de las compañías. Las empresas tienen prioridades muy diferentes a las que podamos tener la gente de la calle. Probablemente para la empresa que contrató a Richard Elder no fue gran cosa su proyecto de inmigración para la Administración Trump. Nosotros tratamos de hablar con él cuando escribimos el libro pero nunca nos contestó.
Otro capítulo del libro va sobre Enron, la fallida empresa energética. La consultora presentaba una y otra vez a Enron como un modelo de empresa moderna y de éxito, que dirigía un exsocio de McKinsey, con la ayuda de consultores de la firma, uno de los cuales incluso asistía a las reuniones del consejo de administración. ¿Cómo es posible que ningún alto cargo de McKinsey haya tenido que enfrentarse a consecuencias penales?
El CEO de Enron en ese momento era Jeffrey Skilling, que fue un ex socio senior de McKinsey, y consultores de McKinsey estaban por todos los departamentos de Enron. La explicación de McKinsey siempre ha sido: 'Sólo damos consejos, depende de la empresa si quieren seguir nuestros consejo o no, así que no es nuestra responsabilidad'. Es una respuesta común a los trabajos que hace McKinsey, solo están para asesorar y dar consejos. Así fue como McKinsey escapó de cualquier consecuencia por su trabajo con Enron.
El año pasado McKinsey pagó casi 600 millones de dólares para zanjar los cargos relacionados con su trabajo para Purdue Pharma, vendedora del opioide OxyContin, cuyas prácticas de venta −asesoradas por McKinsey− se consideró que habían contribuido a la epidemia de adicción en Estados Unidos. McKinsey negó haber realizado actividades ilegales, pero pidió disculpas. En este caso, pagar dinero parece bastante insuficiente.
Todavía quedan muchas demandas por el caso de Purdue Pharma. Ahora las denuncias en Canadá contra McKinsey por su trabajo con OxyContin están cobrando fuerza. Pagar 600 millones de dólares, que es mucho dinero, fue su manera de salir de este problema. Tiene razón, lo resolvieron así y no admitieron ningún delito. Es muy similar a lo que hicieron en Sudáfrica, con un caso de corrupción en el asesoramiento de la compra de ferrocarriles para el Gobierno de ese país. Pagaron más de 100 millones de dólares, no fueron a juicio y de nuevo dijeron que no habían hecho nada ilegal. Es su forma de actuar: pagan cientos de millones para que el problema desaparezca, aunque perjudica a su reputación.
¿Pero tiene realmente consecuencias esta pérdida de reputación?
Creo que sí. Debido a las informaciones periodísticas dejaron de trabajar para las grandes tabacaleras hace unos años, al igual que han dejado de trabajar para los fabricantes de opioides. Desde McKinsey aseguran que tienen un nuevo sistema para controlar los riesgos de reputación a la hora de aceptar a determinados clientes. Ya veremos, porque el directivo de McKinsey que impulsó este cambio fue despedido por los socios principales en 2022, después de sólo tres años de mandato, lo que es bastante inusual.
¿Ha intentado McKinsey que no publiquen el libro?
Por lo que sabemos, no lo han hecho. Hicieron una declaración después de que el libro saliera, diciendo que nuestro libro no representa realmente lo que son. Realmente no han dicho mucho sobre el libro. Un portavoz de McKinsey respondió a bastantes de nuestras preguntas, aunque no a todas. La verdad es que no tenemos información de que hayan tratado de detener la publicación del libro en otros países.