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“Nos han separado del niño y nos deja una congoja en el alma”, dice la familia del menor acogido en un centro en Gijón

Sole reconoce que no puede quitarse de la cabeza la imagen de su nieto llorando al despedirse al dejarle en el centro de acogimiento residencial.

Pilar Campo

Oviedo —

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Aguantó estoicamente para que su nieto no la viera llorar en el momento de la separación, pero cuando llegó al coche con el que iba a realizar el viaje de vuelta de Gijón a Lugones (Siero), donde reside, a Sole se le vino el mundo encima y no pudo evitar las lágrimas. En ese momento se derrumbó. Acababa de entregar al menor en el centro asignado por el Principado para hacer efectivo el cumplimiento de la resolución dictada por la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar Social para asumir la tutela del niño.

El menor, de 11 años, presenta una discapacidad del 63 por ciento por Trastorno del Desarrollo (TEA) en nivel 3, con afectación cognitiva y del lenguaje severas y una dependencia reconocida de grado 2.

Los informes de los servicios sociales sobre la imposibilidad de que la familia pueda seguir cubriendo las necesidades del menor han llevado al Principado a declarar la situación de desamparo de éste y han acordado la asunción de su tutela por la entidad pública y la suspensión a los padres en el ejercicio de la patria potestad.

Una situación complicada

Su madre, Rebeca, está enferma. La abuela materna es uno de los pilares más importantes en la vida de madre e hijo, ya que ella la ayudaba para que el pequeño acudiera siempre a su clase en un colegio de educación especial, en Oviedo, y de que a él tampoco “le faltara de nada”, de modo que siempre estuviera “atendido correctamente”. Una ayuda que se incrementó a raíz de que su hija se separara tras denunciar a su marido por un delito de violencia de género.

La separación de los padres del menor complicó la situación familiar. Cuando Rebeca denunció al marido y éste fue juzgado y condenado por un delito leve de injurias en el ámbito familiar, el cabeza de familia abandonó el domicilio que ocupaban hasta entonces en Lugones, cambió de lugar de residencia y, según explica la abuela materna, dejó de abonar varios recibos.

El impago llevó a una situación límite cuando el propietario instó a la ejecución del desahucio. Primero les cortaron el agua en la vivienda durante cuatro meses y, tras una paralización inicial en diciembre de 2023, gracias a la presión social de la Plataforma Stop Desahucios, finalmente se hizo efectivo el desalojo el pasado mes de marzo.

Desesperación, impotencia y angustia

Rebeca fue realojada en una vivienda pública en régimen de alquiler “por urgencia social” en Oviedo y se activó el expediente para la protección del menor. El pasado 1 de octubre se comunicó a la familia la resolución adoptada y se les instó a la entrega del menor. Una medida que, a pesar de su disconformidad, hizo efectiva la familia el lunes, día 7.

“Dije que lo iba a entregar y lo entregué, pero sigo disconforme. Tuve que firmar la entrega del niño porque no había más remedio y ellas, las chicas que me atendieron, repetían que era una ayuda. ¿Qué ayuda, por dios, qué ayuda?. Sería una ayuda si la hubieran concedido una casa en Lugones, donde nosotros decíamos, que estaba vacía y al lado de la mía y de la de su hermana Sonia”, repite.

A Sole aún le cuesta rememorar la sensación que vivió cuando recibió la notificación por la que debía separarse de su nieto. Relata a elDiario.es Asturias que han sido horas de desesperación, impotencia y angustia porque no había marcha atrás.

Visitas por separado

Desde un principio, anunció que no iba a poner “obstáculos”, pero no puede evitar romperse cuando revive el momento en que dejó al menor en el centro de Gijón que le ha asignado el Principado y donde a partir de ahora tendrá que conformarse con verle en horas de visita y sin que pueda coincidir con otros familiares.

“No soy capaz de entender por qué cuando yo vaya acompañando a Rebeca para ver a mi nieto, si entra ella yo tengo que esperar fuera, porque no nos dejan coincidir”, pregunta mientras intenta contener las lágrimas.

Reconoce que el momento de la separación fue muy traumático para ella y dos de sus hijas, Rebeca y Sonia, ya que se trasladaron juntas hasta Gijón para despedirse del pequeño.

“Estamos muy mal. ¿Cómo vamos a estar después de dejarlo ahí?. Y además me han pedido que haga un montón de papeleo para pedir por registro que nos dejen visitarlo, empadronamiento, ¡Yo qué sé qué de papeles me han dicho...un montón y no me voy a quedar de brazos cruzados”, explica.

La reacción del menor

Cuenta que el niño las miraba y no entendía por qué ellas se iban sin él y le dejaban en un sitio desconocido: “Cuando él se percató de que nos íbamos, se me agarró con fuerza al cuello para que no le soltara. No quería quedarse ahí. Tengo una congoja en el alma muy grande”, asegura al borde del llanto.

Dice que apenas durmió esta noche pasada, porque le venía continuamente esa última imagen de su nieto. Aunque sabía que iba a ser dura la separación, no era como ella se la imaginaba y dice que fue aún peor.

“Me fui muy incómoda de ahí. Si le hubiera visto tranquilo, igual hubiera sido diferente. Pero asina....”, afirma.

Tampoco comprende por qué los trabajadores del centro no tuvieron más empatía en esos momentos: “No nos enseñaron el centro, ni vimos nada. Nada más llegar nos dijeron que teníamos que dejar los móviles en una caja. Decían que estaba prohibido hacer fotos y grabar las instalaciones. ¡Si solo queríamos una foto de mi nieto!. No queríamos más. Yo no quiero fotos de otros niños. ¿Para qué los voy a querer?. Para nada”. “¡Ni en una cárcel se está así que hasta los presos tienen móviles!”, se queja.

Al colegio y al campamento

Sole quiere que quede muy claro que la familia materna siempre estuvo pendiente del menor y cubrió todas sus necesidades: “No tuvo pérdida de colegio en tres años. Ya me encargaba yo de que estuviera arreglado y que fuera. Lo pueden comprobar llamando al colegio. Nunca le dejamos abandonado. Cuando no tenía clase yo le apuntaba en el campamento y pagaba el comedor y las actividades, que eso lo pagamos siempre nosotros”, asevera.

La abuela materna quiere creer que, tal y como consta en la resolución del Principado, en el caso de que las circunstancias cambien puedan solicitar de nuevo la tutela y que la medida sea temporal.

“Eso dicen, que podemos recuperarlo pero.....con las mentiras que se han dicho sobre cómo le atendíamos, que eran mentiras como casas de grande, no sé si creerlo del todo, pero quiero creer que algún día, quizá, quién sabe”, expresa con un halo de recelo, aunque se aferra a esa esperanza.

No obstante, ella se muestra firme en su lucha por continuar peleando con la administración. De momento, aparte de recopilar “todos los papeles” que le piden de documentación está tratando de encauzar el caso a través de la asistencia jurídica gratuita.

No quería que mi nieto me viera llorando, eso sí que no, porque entonces iba a ser mucho peor. Pero al llegar a casa ya pude desahogarme. Han sido días muy duros

“Yo quiero que mi hija Rebeca esté bien, que mejore y que mi nieto también esté bien”, reitera. Es la fuerte de la familia, aunque a veces, como el pasado lunes cuando se separó del menor, tuviera que refugiarse en el coche porque las fuerzas ya le flaqueaban y todo se le venía abajo.

“No quería que mi nieto me viera llorando, eso sí que no, porque entonces iba a ser mucho peor”, comenta. Pero al llegar a casa ya era diferente: “Ahí ya pude desahogarme. Han sido días muy duros”, reflexiona.

La conversación llega al mismo punto que al principio, cuando Sole vuelve a ser consciente de nuevo que el pequeño ya está separado de la familia.

“Espero que se adapte, pobrecito mío, y que pronto lo tengamos otra vez con nosotros porque es con nosotros con quien tiene que estar, que para eso somos su familia”, resume. Y Sole vuelve a hablar como la abuela coraje, dispuesta a pelear hasta el final por el reencuentro de su hija Rebeca con su nieto.

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