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El 'Efecto Hidra' complica la lucha contra la mayor especie invasora del Mediterráneo

Ejemplar de cangrejo azul capturado en la Albufera de Es Grau.

Santiago Torrado

Menorca —
20 de diciembre de 2024 22:12 h

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Desde hace poco más de diez años, las costas y bahías de Menorca albergan un visitante que parece haber llegado para quedarse y que abre un nuevo desafío para la conservación de la flora y fauna locales. Se trata del cangrejo azul (callinectes sapidus), un crustáceo gigante originario de las costas del Atlántico occidental, que lleva años fascinando a los biólogos de todo el globo por su capacidad de adaptación y voracidad. Este depredador combina un comportamiento agresivo con una alta fecundidad: una sola hembra puede liberar hasta dos millones de larvas en una temporada reproductiva -que suele ocurrir durante los meses más cálidos-, por lo que es capaz de colonizar rápidamente nuevos entornos, como ha ocurrido en el Mediterráneo, donde ha encontrado aguas cálidas y hábitats adecuados para establecerse como especie invasora.

El cangrejo azul, también conocido como jaiba azul, tiene ciclo de vida que incluye migraciones entre aguas dulces y saladas, por lo que zonas de Menorca como la albufera de Es Grau, Mongofre o las aguas salobres del torrente de Son Bou son idóneos para su reproducción. Según los expertos, este crustáceo es un feroz depredador y carroñero que compite por alimento y refugio con las especies autóctonas, lo que le convierte en “un desafío ambiental” que altera los equilibrios ecológicos y demanda estrategias de manejo basadas en el conocimiento científico.

“La llegada y proliferación del cangrejo azul a España, y particularmente a Menorca, se explica por una combinación de factores naturales y antropogénicos. Fue documentado por primera vez en el Mediterráneo en las costas turcas entre 1935 y 1945 y, desde entonces, comenzó su expansión hacia el noroeste y se intensificó mucho en la última década”, explica en diálogo con elDiario.es la científica Aina Blanco Magadán, quien junto con el doctor Raul Triay Portella desarrollan desde hace varios años el proyecto de investigación “Idoneidad de hábitats y explotación de recursos del Cangrejo Azul en Menorca”.

Según Blanco, en España, la presencia de este crustáceo de extremidades azules y dimensiones considerables se registró a partir de 2012, especialmente en el Delta del Ebro, donde ha mostrado un rápido crecimiento. En el caso de Menorca, “tiene el potencial de convertirse en un punto clave para la expansión del cangrejo azul en el Mediterráneo, ya que las corrientes marinas que conectan áreas como el Mar de Liguria, Córcega y Cerdeña, junto con zonas de acumulación larval como el Golfo de León, podrían facilitar la dispersión de esta especie desde la isla hacia otros territorios”. 

Pero, ¿cómo es posible que un crustáceo originario del Golfo de México llegue al Mediterráneo y se instale en sus costas, avasallando a las especies locales? Para los investigadores Aina Blanco y Triay las claves podrían ser dos: por un lado, las características de reproducción de este animal y, por otro, las corrientes marinas. “Hay que pensar que el período larval de esta especie es de 6-8 semanas, período en el cual recorren grandes distancias dentro de la cuenca del mar Mediterráneo transportadas por corrientes marinas, guiadas por diferenciales de salinidad en el agua, asentándose tras este período en zonas húmedas como deltas, albuferas, lagunas y torrentes”.

En ese mismo sentido, los expertos consideran que entender cómo y, sobre todo, dónde se reproducen estos crustáceos es clave para controlar su reproducción. En el caso de Menorca la investigación está en curso. “Aún estamos en etapas iniciales para entender plenamente su dinámica en Menorca, pero sin dudas controlar las áreas donde las hembras podrían depositar sus huevos se presenta como una posibilidad clave para limitar su reproducción y evitar que la isla actúe como un centro de propagación hacia otras partes del Mediterráneo”, señalan.

“Lo devora todo, no deja nada y se reproduce con mucha rapidez”

Mientras científicos e investigadores de toda la cuenca del Mediterráneo calibran el impacto y el alcance que puede tener esta especie invasora en los ecosistemas marinos, costeros, e insulares, algunos territorios ya acusan sus graves consecuencias. Desde hace varios años, grupos de pescadores tunecinos de Djerba, Gabés y de la isla de Kerkennah denuncian ante la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el grado de devastación que el cangrejo azul genera en sus redes. “Lo devora todo, no deja nada y se reproduce con mucha rapidez”, señalan asociaciones de pescadores artesanales de la costa norteafricana en un reportaje publicado por The Guardian en 2019. 

Sin embargo, algunos pescadores han logrado convertir la catástrofe en oportunidad. Según apunta el medio británico, una de las formas de controlar la plaga que ha adoptado Túnez en los últimos años ha sido fomentar la captura masiva de esta especie y transformar el mercado local orientándolo a la exportación de este crustáceo, muy valorado en Norteamérica y algunos países asiáticos.

“Estas criaturas aparecieron por primera vez en 2014 y causaron estragos entre las especies locales y destruyeron las redes de pesca. Los pescadores pidieron ayuda al Gobierno y se introdujo un plan para proporcionarles jaulas y subsidiar el valor de la captura hasta que pudieran desarrollar un mercado. Según el Ministerio de Agricultura, en los primeros siete meses del año pasado, Túnez produjo 1.450 toneladas de cangrejo azul por valor de alrededor de 3 millones de euros. Gran parte de la captura se congela y se envía a Asia, y ahora es tan valiosa que los pescadores tienen cuidado de no pescar demasiado el cangrejo y agotar el stock”, comenta el rotativo británico.

Impacto en Menorca

Independientemente de sus posibilidades de mercado y fuera de la cuestión económica, todos los expertos coinciden en que la llegada de este crustáceo representa una amenaza significativa para los ecosistemas de Menorca, aunque el conocimiento específico sobre su impacto en la isla sigue siendo limitado. “A pesar de que aún no disponemos de datos detallados sobre la abundancia de sus poblaciones ni sobre su dieta específica en los hábitats menorquines, nuestro proyecto, entre otros objetivos, busca determinar la dieta específica del cangrejo azul en Menorca, ya que esta falta de información dificulta evaluar con precisión cómo está afectando a la flora y fauna local, aunque experiencias en otros puntos del Mediterráneo nos alertan sobre su potencial destructivo”, explica Aina Blanco.

La experta reconoce que, a pesar de lo incipiente de la investigación, algunas especies emblemáticas de Menorca como el cangrejo verde (carcinus aestuarii), ya en declive, y la anguila europea (anguilla anguilla), en peligro crítico, podrían estar especialmente en riesgo frente al nuevo artrópodo invasor. “El cangrejo azul podría desplazar al cangrejo verde por competencia directa y depredar sobre etapas juveniles de la anguila, alterando aún más el delicado equilibrio ecológico. Además, la calidad de los hábitats costeros de Menorca, ricos en humedales y bahías someras, podría ofrecer las condiciones ideales para mantener poblaciones estables de cangrejo azul. Sin embargo, este aspecto requiere un análisis más detallado”, subraya la científica. 

El cangrejo azul podría desplazar al cangrejo verde por competencia directa y depredar sobre etapas juveniles de la anguila, alterando aún más el delicado equilibrio ecológico

Aina Blanco Investigadora

A pesar del relativo éxito de la estrategia de la captura masiva del cangrejo azul y su eventual contribución a algunas economías locales, no existe evidencia científica que respalde la idea de que solo pescando más cangrejo se reducirá la población y, por lo tanto, se podrá mantener el equilibrio ambiental y proteger a las especies autóctonas. Esta es, parcialmente, una de la tesis planteada por Paula Tummon FLynn, integrante de la investigación sobre el cangrejo azul “Biological Invasions” publicado este año por la Universidad de Harvard. Según Flynn y su equipo, esta práctica podría generar lo que se conoce como “Efecto Hidra”, es decir, que la respuesta de la especie invasora a la sobrepesca sea liberar aún más larvas. “La extracción intensiva de individuos puede desencadenar una respuesta compensatoria en la especie. Por ejemplo, la reducción de la densidad poblacional podría disminuir la competencia por recursos, favoreciendo la supervivencia y crecimiento de juveniles”, señala el estudio.

En ese mismo sentido se plantean los investigadores Blanco y Triay el desafío de la jaiba azul en Menorca. “Es fundamental reflexionar sobre estos antecedentes antes de implementar la pesca intensiva como medida de manejo. Cualquier estrategia debe ir acompañada de un monitoreo sistemático de las poblaciones y de un análisis de sus efectos a largo plazo. Sin esta evaluación, corremos el riesgo de aplicar medidas que puedan ser contraproducentes, exacerbando la proliferación del cangrejo azul en lugar de controlarla”, explican. Y añaden: “el contexto de la isla ofrece una oportunidad única para abordarlo como un laboratorio al aire libre. Las zonas húmedas de Menorca, donde el cangrejo puede proliferar, son pocas, de pequeñas dimensiones y accesibles, lo que las convierte en lugares idóneos para realizar experimentos que nos permitan discernir qué estrategia de manejo se adapta mejor a nuestra realidad local”. 

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