Tiempo antes del coronavirus, Miquel Puig (Tarragona, 1954) defendía un salario mínimo de mil euros al mes para los trabajadores del sector turístico. No podía ser, decía, que una actividad tan importante para la economía española se sostuviera en trabajadores tan mal pagados. Puig consideraba esta realidad una paradoja y la desarrollaba en su libro 'La gran estafa: una propuesta económica para sacar a España de la mediocridad'. ¿Qué estábamos haciendo mal para que las zonas turísticas fueran cada vez más ricas pero sus habitantes cada vez más pobres?
Desde febrero, el salario mínimo interprofesional es de 950 euros mensuales. “Yo siempre lo he pedido para todos los sectores”, matiza. “Lo que pasa es que en el turismo tiene un impacto más beneficioso. Pero ahora estamos en mitad de una emergencia. ¿Quién habla de salario mínimo?”.
Puig es doctor en Economía y ha desempeñado distintos cargos en la Administración. Fue director general de Industria de la Generalitat, director general de la Corporación Catalana de Radio y Televisión y actualmente es concejal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, donde impulsó un recargo de cinco euros a la tasa turística. Hasta entonces era de 2,25 euros por persona. Sostiene que el buen turismo es el que paga bien a sus empleados y deja más impuestos en una región.
¿Es posible un turismo de alto valor añadido? ¿O es imposible por definición?
Por supuesto que es posible. Alto valor añadido significa que genera muchos beneficios, muchos impuestos y muchos salarios. Pero el turismo español se caracteriza por tener salarios muy bajos. Es el sector que peor paga, aunque dentro tiene sus cosas: por ejemplo, la hostelería no paga malos salarios porque está regida por un convenio. Podría ser de más valor añadido si los salarios fueran más altos. Es tan sencillo como eso.
¿Podrían conseguirse salarios muy altos? Ahora, con la COVID-19, la cosa está en entredicho. Pero si prescindimos del coronavirus, sí. ¿Por qué? Porque la demanda es enorme. La demanda del turismo, sobre todo por un sitio como la costa española, era imparable. Todo el mundo lo sabía y los estudios lo decían. Por tanto, los salarios hubieran podido ser altos y este sector hubiera podido ser de alto valor añadido.
Hubiera podido. Pero el coronavirus lo arrasa.
Efectivamente. El sector turístico es, probablemente, el sector más preocupante en el coronavirus. Lo ha paralizado por completo. Turistas ya no hay y no habrá hasta nuevo aviso. El impacto a corto plazo es directo. Otros sectores, como el industrial, lo han soportado bien: tú vas a una fábrica y ves mucha maquinaria y pocos trabajadores. Están separados. Y las oficinas lo han solucionado con teletrabajo. Simplificando, el sector más afectado por la paralización es el turismo. Ese es el primer problema.
La gran incógnita es si este impacto es solo ahora. Si es así, dentro de poco se habrá recuperado. Eso no depende de los economistas, de los empresarios ni de los políticos. Depende de los médicos. Si los médicos nos dicen que en Semana Santa del año que viene podemos hacer la vida de antes, el sector se recuperará. Si los médicos nos dicen que hay que hacer algo distinto, se tendrá que reconvertir.
El turismo español, y el turismo en general, se basa en un modelo de lata de sardinas. Un crucero es una lata de sardinas. Las Ramblas de Barcelona eran una lata de sardinas. Las playas eran una lata de sardinas. Está basado en compactar a mucha gente en un espacio reducido. Y esa gente viene de muchos sitios distintos. Estás encantado de que vengan turistas alemanes, franceses, italianos, algún ruso... Pero desde un punto de vista epidemiológico es lo peor.
A corto plazo, el sector se enfrenta a una situación muy dura. Los ERTE son la mejor solución. Pero está por ver si esto es pasajero o no tanto. Una cosa es que nos digan: el virus se va a quedar y algo tendremos que cambiar para hacerle frente. Y otra cosa que nos pueden decir es: los virus mutan y quizá de vez en cuando haya otro. Si esto sucede, no nos podemos permitir tener un 12% del PIB en una cosa de que vez en cuando tenemos que paralizar. Porque el coste de la parálisis es brutal. Pero son respuestas que tienen que dar los médicos.
¿Esta dependencia nos hace más vulnerables para la recuperación?
Depende. Depender del sector turístico en la crisis del coronavirus es lo peor. Pero en la crisis anterior, de 2008 a 2014, el turismo fue el que mejor la capeó. En ese momento, tener un sector turístico tan importante fue muy interesante. Como siempre, lo mejor es tener una economía diversificada, porque cuando viene la crisis de la construcción, te salva la industria, etc.
Si este problema se convierte en permanente, habrá que hacer cambios muy grandes. Paralizarlo un año tiene un gran coste, pero si hay que reconvertirlo el coste es enorme.
¿Hay algún modo de salvar la temporada? En Benidorm tienen un plan para intentar convencer a los turistas de que son un destino seguro. En Benidorm tienen un plan
A corto plazo, lo mejor y único posible es convencer a los turistas de que se es un destino seguro. En ese sentido, Barcelona lo tiene muy bien porque la oferta hospitalaria es muy grande. Pero, desgraciadamente, las imágenes que han circulado por Europa del sistema sanitario español, con médicos con bolsas de basura, han tenido un impacto bastante negativo. Será muy difícil convencer a los europeos. Porque Barcelona tiene una gran marca, pero imagino que para la mayoría de los europeos, si hablas de sanidad, lo que pesará es la marca España. Y esta ha quedado muy tocada.
¿Hay que hacer un esfuerzo? Sí. ¿Debe ir encaminado a convencer de que, en este caso, Barcelona es un destino seguro porque tiene un sistema sanitario muy bueno? Sí. Lo que no puedes decir es que aquí todos estamos muy bien, porque lo que pretendes es que venga gente de todas partes. Seguro quiere decir que, si te toca, te atenderemos muy bien.
En Baleares hablan de corredores seguros: si Baviera es segura y Baleares también, firmamos un acuerdo para que vengan los bávaros. Pero para que Baleares sea segura quiere decir que no irán madrileños. Y no creo que eso lo vayan a hacer. Deberían. A alguien le tienes que decir que no venga para ser seguro, y ese alguien son los italianos y españoles. No sé cómo van a convencer a los alemanes si no. Además, las islas tienen un aspecto de encerrona, de que una vez allí dependes de un avión… Barcelona lo tiene mejor, pero también mal.
Barcelona ha sufrido mucho las externalidades del turismo: episodios de turismofobia, gentrificación… ¿Cómo será el verano? ¿Malo económicamente pero un descanso para los ciudadanos?
Las dos cosas. Veremos unas Ramblas que hace muchos años que no veíamos. Pero el coste es tremendo. No seré yo quien me alegre. Preferiría ordenar el turismo para que fuera menos opresivo sobre la ciudad, pero no al coste que tiene en este momento.
Croacia, Portugal y Grecia han tenido muchos menos contagios. ¿Deberíamos preocuparnos porque nos vayan a quitar una parte del pastel o llegan a públicos distintos?
El público es el mismo. El público que tiene una casa en propiedad, algo que sucede en Baleares y en toda la costa catalana, va a ir. Pero el turismo que no tiene una propiedad es el mismo que va a Grecia, Egipto, Túnez o Portugal. Este año van a preferir a Grecia, Croacia o el norte de África, porque en este momento la marca España es una marca muy castigada. Esto va a durar este año y tiene mala solución. Las imágenes han sido devastadoras. Ponte en la piel de un señor de 65 años alemán, sueco, que piensa que en el fondo el sur es una cosa dudosa (risas)... Le va a costar mucho quitarse esas imágenes de encima. Una imagen vale más que mil palabras.
Dice que está bien tener una economía diversa. Se habla de relocalización y de que España debe tener más industria. Algunos economistas dicen que es un debate fallido, porque la globalización de las cadenas de producción ha sido positiva. ¿Cómo lo ve? Algunos economistas dicen que es un debate fallido
No sé si la globalización ha sido buena para todos, pero seguro que ha sido buena para los que la han protagonizado. Estos la seguirán protagonizando y practicando. Hay cosas que se van a relocalizar. La Unión Europea habrá tomado nota y habrá dicho: hay cosas del sector sanitario y farmacéutico que necesitamos producir aquí.
Lo demás no me lo creo. Hay dos argumentos. La SEAT [de Martorell] no paró porque le fallara la producción de una pieza que venía de China. Paró porque le falló un componente que venía de Igualada, que está a 25 kilómetros. Igualada se cerró antes del confinamiento general porque había un brote muy grave. Paró la fábrica de allí y eso paró la SEAT. Así que la SEAT no identifica largas cadenas de suministro con fragilidad.
Segundo argumento: si algo ha demostrado este virus es que la pandemia es rápida. ¿Qué ventaja tiene tener las fábricas al lado y no a 10.000 kilometros, si al final el virus te llegará igual? En la peste negra del S.XIV, el avance está documentado año a año. En el 47 llegó al Mediterráneo, en el 46 a Venecia... En ese mundo sí necesitaba mis cadenas y suministradores aquí, porque si venía la peste china podía quedarme sin piezas antes. Pero hoy en día qué más da, si el virus va a llegar igual.
Cuando se habla de reindustrialización no solo se piensa en la ruptura de las cadenas, sino en el alto valor añadido de la industria.
Eso sigue siendo así. Lo que hay que hacer no es una campaña o política para relocalizar, sino una campaña para tener industria. Lo que hace un país próspero es tener industria y política industrial. Con virus y sin virus. Yo ya tenía un lema antes: más industria y mejor turismo.
¿Cómo cambiará el turismo a medio plazo? ¿La crisis podría llevarnos a ese turismo más próspero... o todo lo contrario?
Supongamos que el virus es pasajero. El ébola golpeó muy duramente el turismo de África occidental, Ghana, Sierra Leona, Costa de Marfil... Obviamente, hablamos de volúmenes que no tienen nada que ver con lo de aquí. Pero al año siguiente se recuperó. Por tanto, lo probable es que el año que viene de este asunto no nos acordemos: la gente tiene muy poca memoria. Si esto es así, volveríamos al discurso de hace un año: no tenemos que preocuparnos del turismo del norte de África, no queremos más turistas sino más valor añadido y más sostenibilidad. En Barcelona es un discurso que debe imponerse. Y creo que empezaba a ser un discurso aceptado y compartido. Hasta el presidente de Fomento del Trabajo, la filial de la CEOE en Catalunya, pidió un aumento del salario mínimo. Se estaba creando un estado de opinión favorable. Si el virus es pasajero, tendremos que volver a eso. Y habrá turismo de sobra para todos.
Y que las empresas paguen más a sus trabajadores.
Es la manera. La asignatura es que los turistas paguen más. La manera de que paguen más es que paguen más impuestos y más a los trabajadores. Por eso este modesto grupo municipal lo primero que hizo cuando llegó al Ayuntamiento, en oposición, fue hacer aprobar un recargo a la tasa turística de cinco euros. Es el camino para tener un turismo mejor.
Respecto a la estacionalidad no sé si hay algo que hacer...
En Barcelona no es un problema. Pero en la costa sí. No tiene otra solución que la que acabamos de decir: ofrecer mejor producto y cobrarlo más. Si, desgraciadamente, la demanda es estacional, no es razón para demonizarlo y dejar de luchar. Cuando vengan en agosto, ya pagarán lo que no está escrito.
¿Por qué se demoniza tanto?
El turismo es una bendición. A media España la ha salvado de la miseria, empezando por las Baleares. No hay que demonizarlo. Otra cosa es que lo estemos haciendo fatal. Sí, lo estamos haciendo fatal. Pero no es razón para borrarlo de un plumazo, sino para hacerlo mejor: con más impuestos y salarios altos.