Fue la medida central del Gobierno para que las familias afrontaran la conciliación durante la pandemia: el Plan MeCuida contemplaba reducciones de jornada (y sueldo) de hasta el 100% y establecía como preferente el derecho a adaptar la jornada para enfrentarse a las complicaciones de la alerta sanitaria. Lo que iba a ser un plan de emergencia para unos meses de 2020 se terminó prorrogando hasta el 30 de junio de este año. Sus resultados, sin embargo, son prácticamente una incógnita, aunque destilan una certeza: las reducciones de jornada durante este periodo de pandemia las asumieron mayoritariamente las mujeres. A preguntas de este periódico, el Ministerio de Trabajo asegura que, entre marzo de 2020 y abril de 2022, 14.048 personas se acogieron a las reducciones de jornada establecidas en el plan, de las que 10.835 fueron mujeres, es decir, el 77%.
El Plan MeCuida trató, por un lado, de facilitar las reducciones de jornada. Por primera vez, permitía que las reducciones fueran de hasta el 90 o el 100% de la jornada. Solicitarla bajo el amparo de este plan hacía, además, que las empresas tuvieran que responder en 24 horas y no en 15 días, como sucede habitualmente. La principal crítica a esta medida fue que, frente a un permiso remunerado, suponía un menoscabo en el salario que haría que pocas personas pudieran permitírselo y que la mayoría serían, probablemente, mujeres. La evidencia muestra que los hombres apenas toman medidas de conciliación que supongan pérdidas salariales. Sindicatos y asociaciones reivindicaron ya entonces permisos remunerados por cuidado que nunca llegaron a aprobarse.
“Las medidas de conciliación están bien si van acompañadas de corresponsabilidad, pero si siempre las cogen las mujeres volvemos siempre a la casilla de salida”, dice la secretaria de Mujeres e Igualdad de CCOO, Carolina Vidal, que apuesta por negociar las presencias y no las ausencias“, es decir, por negociar las condiciones de trabajo ”para adaptarlas a las necesidades vitales“. Vidal confirma que cuando las medidas que se negocian son retribuidas ”los hombres sí las cogen y se asumen de manera equitativa“, mientras que cuando hay pérdida salarial ”son ellas las que suelen ceder“.
Las cifras del Plan MeCuida constatan una tendencia que puede verse también en los datos de quién asume las excedencias por cuidado –mayoritariamente mujeres– o quién trabaja a tiempo parcial –un tipo de empleo muy feminizado–. El secretario de Estado de Trabajo, Joaquín Pérez Rey, admite que los datos de reducciones de jornada del Plan MeCuida reproducen los roles de género, “como sucede en buena parte de las medidas de conciliación”. “Es cierto que hay que buscar mecanismos que impidan que eso suceda, pero en este caso era un plan hecho a toda velocidad, una medida diseñada con urgencia en un momento tremendo”, asegura.
Más allá de esas 14.048 personas que se acogieron a las reducciones del MeCuida, es probable que en el mismo periodo de tiempo haya habido más recortes voluntarios de jornada pero que no se hayan registrado oficialmente como parte de ese plan. Aunque los datos que ofrece Trabajo proceden de la Seguridad Social, no hay una estadística oficial sobre el asunto.
La vicesecretaria general de UGT, Cristina Antoñanzas, considera que el plan fue “una solución urgente” que ha podido sacar de apuros a muchas personas, pero “no adecuada”. “Ya advertimos de que al final se trata de una reducción de jornada sin sueldo, de que no todo el mundo se lo iba a poder permitir y que lo íbamos a solicitar mayoritariamente las mujeres. Sacó a alguna gente de un problema pero no puede convertirse en lo normal”.
Adaptar la jornada
La asociación Malasmadres lleva meses advirtiendo de que las medidas aprobadas durante la pandemia eran claramente insuficientes. “Una reducción de jornada era una medida a la que no se podían agarrar la mayoría de las familias y que ha puesto de manifiesto la renuncia de las mujeres”, dice su fundadora, Laura Baena. Los informes de su asociación muestran que en pandemia una de cada cuatro mujeres ha tenido que renunciar a todo o a parte de su empleo para poder cuidar.
“Esa es la realidad de un país que da la espalda a la conciliación y que nos pone a nosotras como responsables cuando la responsabilidad es del sistema que no quiere cambiar”, subraya Baena, que reivindica un plan nacional por la conciliación. En 2020, Malasmadres presentó 280.000 firmas a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y al ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, para pedir un refuerzo de las medidas de conciliación con la vuelta de las clases presenciales. Solicitaban, por ejemplo, permisos retribuidos para poder cuidar.
La otra pata del Plan MeCuida era el derecho a adaptar la jornada, es decir, a solicitar un cambio de turno, a pasar de jornada partida a continua o a elegir modalidad de teletrabajo. Para Joaquín Pérez Rey, se trataba de una medida “inédita” que ponía en manos del trabajador o trabajadora “la posibilidad de controlar sus turnos para conciliar su vida”. No hay registro estadístico que permita conocer hasta qué punto estas medidas han sido eficaces porque solo las reducciones de jornada o los permisos dejan rastro en la Seguridad Social. Los cambios de turno o la adaptación de la jornada no tienen por qué ser comunicados al organismo.
“Es un problema porque no hay capacidad en nuestro país de tener claro su impacto porque no hay un registro. La evidencia de que ha sido un éxito tiene que ver con que muchas empresas se han revuelto contra el Plan MeCuida porque suponía dejar en manos de los trabajadores la gestión de los tiempos”, dice Pérez Rey. El secretario de Estado asegura, no obstante, que tendrán que hacer una evaluación del plan para que sus resultados sirvan a la hora de trasponer directivas europeas pendientes sobre conciliación y diseñar nuevas medidas.
Los sindicatos se muestran más escépticos. “Han primado los apaños”, apunta Carolina Vidal, que considera que en muchas empresas el trabajo a distancia ha suplido la verdadera conciliación. “En un momento dado pudo parar parte del golpe, pero no es una medida de conciliación. Por un lado, alejas a las mujeres de los centros de trabajo, y por otro, estamos viendo que hemos salido de la pandemia a costa de la salud de las mujeres y tiene que ver con esto”. Malasmadres han denunciado en varias ocasiones que las solicitudes para adaptar la jornada se convierten en muchas ocasiones en “peleas interminables con la empresa” que para la mayoría de mujeres no es posible sostener.