Los había que resoplaban con tono de alivio hace unos días en Alemania al ver que, aunque muy ligeramente, la inflación era menor en noviembre que el pasado mes de octubre. En noviembre los precios subieron un 10%, según las cuentas que presentaba esta semana la Oficina Federal de Estadística (Destatis, por su acrónimo alemán). Ese porcentaje es cuatro décimas inferior al atribuido a la subida de octubre (10,4%).
Al ver esa reducción del 0,4% en la subida de los precios, ha habido quien ha señalado que la economía alemana, especialmente dolida por sus dependencias de los hidrocarburos rusos, veía “un resquicio de esperanza en el horizonte”. Esos términos son los que empleaba el economista Holger Schmieding en unas declaraciones recogidas en las páginas económicas del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Otro economistas, sin embargo, llaman a la cautela porque no creen que la inflación se esté tomando 'un respiro'. En el Banco Central Europeo (BCE), con sede en Fráncfort, por ejemplo, ya ha dicho su presidenta, la francesa Christine Lagarde, que sería “sorprendente” que la subida de los precios se frenara. Entre otras cosas, porque “la inflación se está produciendo en gran medida por los altos precios de la energía”, recuerda a elDiario.es Hubertus Bardt, economista y responsable del Instituto para la Economía de Alemania (IW, por sus siglas alemanas), un think tank con sede en Colonia.
Bien es cierto que, en octubre de este año, por ejemplo, poner en Alemania 40 litros de gasolina Super E10 en el coche salía a unos 76 euros. Hace un año el montante a pagar por esa misma cantidad de carburante era 66 euros, según los cálculos que hacía recientemente la televisión pública ZDF.
Otro factor que está encareciendo la vida en Alemania, junto a la energía, son los precios de los alimentos. Sin las subidas de los precios de la energía y de los alimentos, la inflación estaría en un 5%, según las cuentas de la ZDF. A pesar del menor crecimiento de los precios registrado en noviembre, en Alemania el coste de algunos alimentos esenciales, como los productos lácteos o los huevos, siguen subiendo en los supermercados.
Datos citados por el Frankfurter Allgemeine Zeitung relativos a la inflación en Renania del Norte-Westfalia, populoso Land del oeste alemán en el que viven casi 20 millones de personas, daban cuenta que allí, respecto a octubre de 2021, los precios de los productos lácteos y los huevos habían subido un 34,8% en octubre de 2022. En los cereales, la subida en ese espacio de tiempo era de un 22,4%.
A principios de noviembre, Destatis ofrecía datos que iban en esta misma línea relativos a todo el país. Según Georg Thiel, presidente de Destatis, los alemanes están pagando por los alimentos, de media, un 20,3% más ahora que en octubre de 2021. El pan y los cereales salen ahora un 19,8% más caros desde octubre de 2021. También por las verduras se paga un 23,1% más, por los productos lácteos y los huevos un 28,9%, mientras que a los aceites de cocina la inflación los ha encarecido un 49,7%.
Por hacer una comparativa con el resto de los países europeos, mientras la subida de los precios de los alimentos superó el 20% en Alemania, en Italia se quedó en el 14% mientras que en España no llegó al 16%.
Un 20% más de volumen de negocio para los supermercados
Respecto a los alimentos, en las asociaciones de consumidores preocupa lo que consideran una falta de competencia en el sector de la gran distribución. Firmas de supermercados como Edeka, Rewe, Aldi o el Grupo Schwarz –propietario de Lidl– controlan el 85% del mercado alemán de los alimentos.
Esta circunstancia explica anécdotas como la que contaba el diario Süddeutsche Zeitung recientemente. El dueño de un restaurante, al ir a comprar un ganso en un supermercado Edeka, pese a estar habituado a pagar 25 euros por dicho producto, tuvo que abonar el doble, aunque se tratara de un ganso congelado consumible hasta 2024 y con etiqueta de noviembre de 2021. El proceso de congelación tuvo lugar en diciembre de 2021, un año antes de que se disparan los precios como consecuencia de la crisis energética que acusa Alemania una vez iniciada la guerra de Rusia contra Ucrania.
No extraña que, según datos de la Sociedad para la Investigación sobre el Consumo (GfK, por sus siglas alemanas) de los que se ha hecho eco recientemente la revista Focus, el volumen de negocio de los grandes supermercados alemanes vaya a subir hasta un 20% en 2022 respecto a 2021.
Hay margen para un mayor incremento de la inflación
Se da la circunstancia, además, de que muchas empresas siguen sin haber trasladado a los precios de sus productos el aumento de los costes de producción, según ha dado cuenta el Instituto IFO de Múnich, otro prestigioso centro germano de estudios económicos. Esta institución ha dado cuenta de un reciente estudio sobre el comportamiento de las empresas teutonas según el cual una de cada dos firmas alemanas se encuentra en esa situación. Los precios, por tanto, pueden seguir subiendo, aunque en las cuentas del Gobierno del canciller Olaf Scholz para 2023 figura una inflación del 8%.
Ese porcentaje está muy lejos del 2% por el que se supone que tiene que velar el BCE. Ahora bien, también es la institución que dirige Lagarde uno de los motores que mantiene la inflación en su actual alto vuelo. En noviembre la subida de los precios fue del 10% en la zona euro. Según las explicaciones que da a elDiario.es Bardt desde el IW de Colonia, entre los “factores decisivos” que explican las subidas de los precios también figura “la reacción del BCE”. Lagarde y compañía, desde el pasado mes de julio, han subido ya en tres ocasiones los tipos de interés, llevándolos hasta el 2%.
Frente a factores como ese que parecen dar alas a la inflación, el Ejecutivo alemán se ha limitado a tratar de suavizar los efectos sobre las cuentas de las empresas y los bolsillos de las familias. El gran y polémico plan de 200.000 millones de euros de Scholz para rescatar la economía germana se inscribe en esos esfuerzos. “El Gobierno intenta aliviar parte de la carga que soportan los ciudadanos”, pero “esto no reduce la inflación, aunque sí suaviza los efectos sociales”, concluye Bardt.