La Gran Recesión de 2008 se quedará corta respecto al impacto del coronavirus en el empleo. “Es la peor crisis mundial desde la Segunda Guerra Mundial”. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha presentado este martes sus primeras estimaciones detalladas del impacto en el mercado laboral de la epidemia de la COVID-19 a nivel mundial, tras unas estimaciones preliminares que el organismo teme que se hayan quedado muy limitadas. La OIT calcula que habrá una reducción del empleo en el segundo trimestre de 2020 de alrededor del 6,7% de las horas trabajadas, el equivalente a 230 millones de trabajadores a tiempo completo (con una jornada de 40 horas semanales).
La OIT muestra todas las cautelas en sus estimaciones dada la incertidumbre ligada a este nuevo virus. Sus cálculos pretenden reflejar “el efecto de la crisis en su estado actual (en particular, en lo que respecta a los efectos de las medidas de confinamiento)”, recoge el estudio. La pérdida de horas trabajadas incluyen “tanto los despidos como otras reducciones temporales del tiempo de trabajo”. Si se estima una jornada semanal de 48 horas, el equivalente de pérdida de empleo es el de 195 millones de trabajadores.
El director general de la OIT, Guy Ryder, ha explicado estos datos en una rueda de prensa desde Ginebra, en la que ha apuntado que el informe no da una cifra estimada de pérdida de empleo al final de 2020 porque creen que, a día de hoy, no se pueden hacer estimaciones con fundamento al respecto. En unos cálculos iniciales, la institución cifró en unos 25 millones de personas las que estarían desempleadas al terminar el año, pero “hay un alto riesgo” de que el número “supere con creces la proyección inicial”, indica la organización.
El responsable de la OIT a nivel mundial ha precisado que la entidad irá actualizando sus estimaciones periódicamente, con una siguiente aproximación previsiblemente dentro de dos semanas.
Ryder ha sido muy claro en una cuestión. Ha tachado de “falso dilema” las voces que tratan de contraponer el “salvar vidas o salvar la economía”. Lo prioritario es la respuesta a la emergencia sanitaria para minimizar el número de muertes, ha indicado el director de la OIT, ante lo que se deben implementar las medidas sanitarias oportunas, que en la actualidad se están basando sobre todo en el confinamiento de la población y en la paralización de algunas actividades económicas. En ese escenario, se abre el momento de analizar qué políticas son necesarias para minimizar los daños en la economía y reactivarla lo antes posible, ha explicado Guy Ryder.
Una crisis “sin precedentes”
Todo dependerá de “la rapidez con que la economía se recupere en el segundo semestre del año y de la eficacia de las medidas políticas para impulsar la demanda de mano de obra”, suscribe la organización en una nota informativa. En esta, la OIT subraya en numerosas ocasiones la magnitud de la actual crisis, de “efecto catastrófico” en el mercado laboral, con “pérdidas devastadoras de empleos y horas de trabajo”.
También insiste en que nunca antes se ha vivido algo similar a esto. “Las consecuencias del COVID-19 en el empleo son profundas, de gran alcance y sin precedentes”, advierte el informe.
La organización internacional explica que “el ajuste del empleo suele seguir a la contracción económica con cierto retraso”, por ejemplo, como ocurrió con el aumento de la tasa de desempleo tras la crisis financiera mundial de 2008. “En la presente crisis, los cierres y otras medidas han afectado al empleo directamente y en una magnitud mayor a la prevista inicialmente al comenzar la pandemia”, recoge el informe.
El sur de Europa, la zona más afectada
Las estimaciones de la OIT muestran una fotografía de cómo va a afectar la epidemia al empleo en las distintas regiones del mundo. La subregión más afectada de todas es el sur de Europa, donde se sitúa España. Según las proyecciones de la organización, la pérdida de horas de trabajo en el segundo trimestre del año será de 9,1%, el equivalente a cinco millones de trabajadores a tiempo completo.
Por regiones más amplias, el estudio apunta en primer lugar a los Estados Árabes (con una afectación del 8,1% de las horas de trabajo, equivalente a 6 millones de trabajadores a tiempo completo), en Europa (7,8%, o 15 millones de trabajadores) y en Asia y el Pacífico (7,2%, 150 millones de trabajadores).
En España, las cifras del paro del mes de marzo nos ofrecen una imagen del primer impacto del coronavirus en el mercado laboral. En los últimos quince días del mes se destruyeron 900.000 empleos, según las cifras de afiliación a la Seguridad Social. El alcance de la pandemia es mucho mayor a la destrucción de empleo, con muchos trabajadores afectados por ERTE, con sus contratos suspendidos o con reducciones de jornada debido a esta crisis. En total, las cifras oficiales apuntan a un mínimo de 1,5 millones de trabajadores expulsados de sus empleos en el mes de marzo.
Los ministros de Trabajo, Yolanda Díaz, y de Seguridad Social, José Luis Escrivá, no han querido tampoco hacer una estimación de cómo evolucionará el empleo en los próximos meses en España a causa de la COVID-19, ya que han apuntado que sus efectos son todavía muy inciertos.
El comercio y la hostelería, sectores más afectados
El impacto en el mercado laboral “dista mucho de ser uniforme”, precisa la OIT, que detecta algunos sectores específicos que “padecen la mayor parte del colapso de la actividad económica”.
Los cuatro sectores más afectados, que presentan una “repercusión alta” en el momento actual de la epidemia sobre la producción económica son: el de Actividades de alojamiento y de servicio de comidas; Actividades inmobiliarias, administrativas y comerciales; la industria manufacturera y el comercio al por mayor y al por menor, la reparación de vehículos de motor y motocicletas.
Según el contexto de cada país, los trabajadores de estos cuatro sectores (un total de 1.250 millones de personas, el 38% de la población activa mundial) se enfrentan “a una reducción drástica y arrolladora de las horas de trabajo, a recortes salariales y a despidos, y es probable que constituyan el grueso de las estimaciones del modelo de previsión a muy corto plazo antes expuesto”.
Una de las cuestiones que más destaca el informe, así como el responsable de la OIT, es la necesidad de proteger también a las personas que trabajan en la economía sumergida en estos momentos, “alrededor de 2.000 millones de personas” en todo el mundo, “la mayoría de ellas en países emergentes y en desarrollo”. En algunos países, estos trabajadores son la gran mayoría, como en la India, “donde casi el 90”de la población trabaja en la economía informal“.
Guy Ryder ha destacado que es fundamental proveer de unos ingresos mínimos a estas personas para que puedan sobrevivir durante la crisis, ya que las medidas de confinamiento frente al virus les impiden trabajar, pero no tienen acceso a la protección social que funciona de colchón para el resto de empleados. Pedir a la gente que se queda en casa, si no hay ningún ingreso posible posible para ellas es inviable, ha precisado Ryder.
Actuación internacional para evitar el “colapso”
Además de las cifras, la OIT ha ofrecido una serie de recomendaciones para hacer frente a la epidemia y minimizar los efectos de esta crisis. El director general de la OIT, Guy Ryder, ha insistido la necesidad de una “actuación coordinada” a nivel internacional, en la que ha mencionado organismos y entidades que deben orquestar una respuesta al virus entre sus miembros, como el G-20, la Unión Europea y las Naciones Unidas.
La OIT señala cuatro pilares fundamenyales de actuación: apoyar a las empresas, al empleo y los ingresos; estimular la economía y los empleos; proteger a los trabajadores en el lugar de trabajo; y utilizar el diálogo social entre gobiernos, trabajadores y empleadores a fin de encontrar soluciones, señala el estudio.
En relación al apoyo a las empresas, Ryder ha argumentado la prioridad de apoyar a las pequeñas empresas, que son las que no van a tener liquidez para aguantar mucho esta situación, mientras que en el caso de las grandes empresas la inversión de recursos públicos debe estar controlada para que se dedique a garantizar el mantenimiento del empleo y de la actividad.
Las buenas actuaciones de los Estados a nivel individual, no bastarán, ha insistido Ryder, que ha subrayado la necesidad de “solidaridad” y “cooperación” para ayudar a los países que más dificultades encuentren para combatir los efectos de la COVID-19, que va a requerir de enormes cantidades de recursos públicos.
“Los trabajadores y las empresas se enfrentan una catástrofe, tanto en las economías desarrolladas como en las que están en desarrollo”, ha advertido Ryder. “Tenemos que actuar con rapidez, decisión y coordinación. Las medidas correctas y urgentes podrían hacer la diferencia entre la supervivencia y el colapso”.