¿Cuáles son los límites de lo posible? El dilema asalta a cualquier gobernante del sistema mundo cuando se enfrenta a las regulaciones internas y externas; a las presiones de los mercados financieros –ya sea sin rostro o con rostro–. El Gobierno italiano de la ultraderechista Liga Norte y el M5S, desde que llegó al poder el 1 de junio pasado, ha ido tensando los márgenes: primero fue con la política migratoria, levantando muros en los puertos contra los flujos del Mediterráneo. Y ahora está siendo con la economía.
La decisión de Roma de aumentar el gasto público con el objetivo de crecer en el PIB para así reducir la deuda –está en el 132% del PIB– lleva aparejada un déficit del 2,4% durante tres años, algo que ha alarmado a las instituciones europeas hasta el punto de que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha afirmado que si no se frena a Italia el euro corre peligro.
Las instituciones se alarman porque los mercados financieros –esta vez los anónimos– ya han empezado a boicotear el proyecto italiano con la subida de la prima de riesgo y la caída de la cotización del euro. La tormenta empieza a prepararse. Y ante esa tormenta, Italia se ha quedado sola.
“¿Ha habido algún tipo de solidaridad mediterránea o Norte-Sur con Italia en las reuniones?”, preguntaba el corresponsal de La Stampa. “En esto no ha habido diferencias entre los países del norte y del sur”, ha reconocido la ministra española, Nadia Calviño. “El Ecofin es una familia, todos hemos pedido a Italia que respete las reglas”, ha dicho el ministro austriaco, Hartwing Loeger.
“¡Es que es el único país que ha presentado unos presupuestos expansivos”, se lamentaba incrédulo el comisario de Economía, Pierre Moscovici.
Es decir; los países del sur o mediterráneos no se han alineado con Italia, el único país que se sale de las sendas económicas marcadas por la familia. En 48 horas, las instituciones comunitarias –Comisión, Consejo, Ecofin– han situado a Italia allá donde los jefes de los partidos en el Gobierno, la Liga y el M5S, Matteo Salvini y Luigi di Maio respectivamente, se sienten más cómodos: como outsiders; como enfrentados al establishment; frente a los eurócratas que no han sido elegidos por las urnas y deciden en reuniones a puerta cerrada; en contra de quienes deciden para contentar a los mercados financieros y no al pueblo al que representan; en favor de la soberanía de su país frente a injerencias.
Bruselas podrá terminar torciendo el brazo a Roma, y lograr que se convierta en “un país normal”, como ahora ya es Grecia en palabras de Moscovici, pero mientras tanto abonará el terreno para incremento electoral de la ultraderechista Liga Norte; sus aliados internos –M5S– y externos –Viktor Orbán, Steve Bannon, Marine Le Pen y compañía–.
¿Qué opina una ministra de un Gobierno socialista, socialdemócrata, al que se le presuponen influencias keynesianas o post keynesianas sobre la fatwa a unos presupuestos expansivos? Nadia Calviño responde: “Hemos aprendido los límites de la política fiscal y monetaria y la importancia de tener estabilidad presupuestaria y no caer en la inestabilidad financiera. Desde ese punto de vista, el Gobierno socialista ha manifestado su voluntad de guiar la política fiscal sobre dos premisas: disciplina presupuestaria y políticas sociales, y creemos que es posible y es lo que nos están recomendando los organismos internacionales desde hace tiempo. Esa orientación social y un sistema fiscal más justo tiene que ser compatible con mantenernos en la senda de reducción del déficit y la deuda pública”.