La pandemia ha tenido un impacto “desolador” en la sociedad española, con 11 millones de personas en exclusión social y, de ellas, seis millones ya en situación de pobreza severa. Son dos millones más que en 2018 y supone la cifra más elevada registrada en el país desde 2007.
Es la radiografía que Cáritas y la Fundación Foessa han mostrado este miércoles en el informe “Sociedad expulsada y derecho a ingresos”, que alerta del “ensanchamiento del espacio de la exclusión social, donde viven ahora 2,5 millones de personas nuevas respecto del año 2018”, de ellas casi dos millones en exclusión severa.
“Necesitamos hacer una llamada de atención a la sociedad de que la crisis nos deja un impacto desolador y muy preocupante; esta crisis deja tras de sí una profunda huella con importantes consecuencias en las condiciones de vida y niveles de integración social de personas y familias, cuyas consecuencias seguirán agravándose mientras continúe la pandemia y, previsiblemente, más allá”, ha alertado el técnico del equipo de estudios Thomas Ubrich.
Según el informe, se aprecia un empeoramiento generalizado de los niveles de integración para el conjunto de la población: han aumentado las familias en situación de pobreza, pero también se han reducido los hogares sin problemas de exclusión, que son el 41,2% cuando en 2018 eran el 49,3%.
“Se ha producido un deslizamiento de los diferentes estratos de la sociedad hacia situaciones de mayor precariedad y exclusión social. Una fuga imparable hacia una sociedad más desigual, donde el grupo que más crece es el de los más desfavorecidos”, ha aseverado.
En la presentación del informe, la secretaria general de Cáritas Española, Natalia Peiró, ha reclamado fortalecer el ingreso mínimo vital, que solo está cobrando o se ha concedido al 18,6% de los solicitantes en pobreza severa, mientras que para casi la mitad ha sido denegado.
“Este ingreso puede estar ayudando en niveles tan básicos como poder comer durante todo el mes o dormir más abrigados”, ha destacado Peiró, quien ha subrayado la importancia de que exista una garantía de acceso a la vivienda y a sus suministros.
Familias con niños, en mayor riesgo
“La pandemia ha golpeado con más fuerza a los que ya eran los perdedores”, señala el estudio, que advierte de que el grupo que más ha crecido es el de la población que vive una situación de mayor desventaja, los que se ubican en la exclusión severa.
Tener menores de edad a cargo sigue siendo una carga cuando no hay apoyos. Las dificultades que entraña la crianza y la debilidad de los apoyos públicos a sus familias incrementan el riesgo de exclusión social en estos hogares: el 27% de parejas con hijos frente al 18% de parejas sin hijos.
Una incidencia mucho más acusada en el caso de que se trate de una familia numerosa (47%) o de un hogar monoparental (49%), especialmente cuando la persona sustentadora principal es una mujer, señala.
“La pandemia ha intensificado situaciones de exclusión críticas para la población de origen inmigrante y ha cronificado una obvia posición de desventaja, el 38% este grupo está el espacio de la exclusión y se leva al 65% en exclusión severa”, ha indicado Ubrich.
Empleo y vivienda, lastres de la pobreza
Uno de cada cuatro hogares atraviesa graves dificultades en la dimensión del empleo y tiene ingresos bajos e insuficientes para el acceso y mantenimiento de una vivienda y los suministros domésticos. Son los “trabajadores pobres”.
El empleo no asegura la integración social, señala Cáritas. Destaca que se ha duplicado el número de hogares con todas las personas activas desempleadas (pasando de 5,9% a 10,3%) y de hogares cuya persona sustentadora principal está activa, en inestabilidad laboral grave (del 4,8% al 10,3%).
“Pero no se trata solo de contar o no con un empleo, sino de la calidad de este”, ha advertido el técnico de Foessa.
Se sigue incrementando el número de familias para quienes los gastos de la vivienda suponen una carga tal que, una vez realizados estos, se quedan en situación de pobreza. Una realidad que a día de hoy vive el 14% de los hogares, muestra el análisis.
“La estrecha relación entre dificultades con el empleo y exclusión en el consumo se hace patente al comprobar que, para el conjunto de hogares afectados por la exclusión en el empleo, la pobreza severa se eleva hasta el 30%, triplicando el nivel de afectación del conjunto de la sociedad”, indica.
Mayor tensión personal en los hogares
“La familia, sostén tradicional de nuestra sociedad, se está erosionando y, de confirmarse, esta tendencia podría ser muy preocupante para el desarrollo psicoemocional de la población”, ha explicado el responsable del informe.
Según la investigación, se ha duplicado el número de hogares cuyo clima de convivencia presenta dificultades serias. En esas familias, a los problemas del confinamiento y las restricciones de la pandemia se han sumado la reducción de ingresos, el impacto sobre su salud mental o las malas condiciones de los pisos.
“El estrés, la ansiedad o la fatiga vital no pueden abordarse solo desde una perspectiva individual; nuestro sistema público de salud debe integrar una perspectiva de salud mental colectiva y comunitaria”, reclama Cáritas.
La brecha digital en estas familias son un nuevo motor de exclusión social y desigualdad: una realidad que afecta a un 46% de los hogares en situación de exclusión frente al 35% del conjunto de hogares.