“Corten el gas en sus casas, disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania”, clamaba el Alto Representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, en el Parlamento Europeo. Había pasado poco más de una semana de la invasión rusa de Ucrania, y Borrell interpelaba a los europeos: “Corten el gas en sus casas. Comprometámonos más en una defensa colectiva, que es una obligación de los tratados y a la que hemos prestado demasiada poca atención hasta ahora”.
Con el paso del tiempo, el mensaje ha ido calando, hasta el punto de que en los últimos días circuló que la Comisión Europea pediría a los Gobiernos prohibir en los edificios públicos que el termostato en invierno esté a más de 19 grados y que el aire acondicionado en verano esté por debajo de los 25 grados.
Al final, la Comisión Europea no concreta tanto, y habla de la “obligación de que los edificios públicos limiten las temperaturas de calefacción y refrigeración a menos que técnicamente no sea factible.
Pero, ¿qué pide Bruselas a la ciudadanía? “Todos pueden contribuir”, dice.
Reducción adicional de la demanda en calefacción y refrigeración de edificios, o calentamiento de agua. En caso de emergencia, si la seguridad del suministro de electricidad está en riesgo, las normas de seguridad del suministro de la UE y nacionales permiten priorizar el suministro de gas a ciertas centrales eléctricas críticas alimentadas con gas y a ciertas categorías de consumidores protegidos, dice el Ejecutivo comunitario.
Sin embargo, “el hecho de que el suministro de gas esté garantizado para los hogares y ciertas centrales críticas, no debe impedir que las autoridades públicas tomen más medidas para reducir el consumo de gas, así como promover reducciones voluntarias. Esto es esencial para no tener que reducir a los clientes industriales que son críticos para la sociedad y la economía”.
Cambios de comportamiento. Bruselas defiende la incidencia de modificar los hábitos, “como reducir la temperatura del hogar, acortar las duchas, apagar los electrodomésticos en lugar de ponerlos en reposo, cocinar, refrigerar y congelar de manera eficiente”.
Según la Comisión Europea “cuanto mayor sea la reducción a través de acciones voluntarias, menor será la necesidad de restricciones obligatorias en el futuro. Además, un menor consumo de gas significa facturas más bajas”.
La Comisión Europea defiende que el ahorro de gas se puede lograr desde ya en verano al reducir el consumo máximo de la refrigeración: “Durante el 'invierno de gas' (octubre-marzo) se pueden lograr grandes ahorros mediante el despliegue de fuentes de calor alternativas para la calefacción urbana, a través de bombas de calor y sistemas inteligentes de gestión de energía en los hogares, y mediante campañas de ahorro de gas, por ejemplo, para bajar el termostato en 1 grado” o usar menos agua caliente.
Eso sí, Bruselas reconoce que esto no se le puede pedir a “aquellos que ya no pueden calentar adecuadamente sus hogares”.
Tarifas con incentivos al ahorro. “La tarificación bonus-malus bien diseñada también pueden fomentar cambios de comportamiento y ahorros adicionales”.
“Exigir calefacción reducida de edificios públicos, oficinas, edificios comerciales y espacios abiertos como terrazas al aire libre, donde sea técnicamente factible y exigible”, prosigue la Comisión Europea: “El papel de las autoridades públicas a la hora de predicar con el ejemplo es clave en este sentido”.
“Todos pueden ahorrar gas, incluso los clientes protegidos”. Bruselas argumenta que “las campañas de información para concienciar a los consumidores de que, en la medida de lo posible, deberían empezar a ahorrar gas, junto con la electricidad, que a menudo depende del gas, pueden conducir a una reducción considerable del consumo de gas”.
La idea es sensibilizar a todos los consumidores, industrias, empresas, autoridades públicas y hogares, “pero también dar ejemplos concretos y operativos de cómo se puede reducir el consumo de gas, por ejemplo a través de cambios de comportamiento: bajar el termostato o la temperatura del agua durante la temporada de calefacción, lo que generaría un importante ahorro de gas.
La Comisión insta a todos los Estados miembros “que aún no lo hayan hecho, a que implementen este tipo de medidas, al tiempo que apoyan a los hogares más vulnerables, que en algunos países ya han estado limitando su consumo por debajo de los niveles de confort”.
“Es imperativo que todos los Estados miembros comiencen a implementar estas medidas de inmediato”, dice la Comisión Europea, “incluso aquellos que aún no han declarado la alerta temprana. De hecho, muchos Estados miembros han informado de que estaban poniendo en marcha medidas de sensibilización, pero también planes de subvenciones para hogares y empresas centrados en la renovación de edificios, el despliegue de bombas de calor y otros cambios de combustible, así como la sustitución de aparatos y equipos existentes por otros más eficientes”.
Cuando se decreta el nivel de alerta, los planes nacionales podrían incluir una reducción nacional obligatoria del consumo en el sector de calefacción y refrigeración, sin que se ponga en riesgo el principio de que los hogares, la calefacción urbana y ciertos servicios esenciales son clientes protegidos y que su suministro está garantizado.
“Una forma eficaz es exigir la reducción de la calefacción y refrigeración de la temperatura y el agua en edificios públicos, en centros comerciales, edificios de oficinas y espacios públicos”, dice Bruselas. Y resume: “Campañas nacionales de sensibilización pública; reducción obligatoria de edificios explotados por cuenta de las administraciones públicas; esquemas de tarificación bonus malus; reducción de consumos en centros comerciales, oficinas y espacios públicos; establecer nuevos umbrales de temperatura y/o horarios para calefacción”.