Los flujos del comercio mundial se han normalizado en las últimas semanas. La principal razón es la reapertura definitiva de la economía de China, tras la decisión de acabar con la política 'cero COVID' desde finales de 2022.
La principal consecuencia es una menor presión para los precios en general al desatascarse del todo (o casi) algunos de los principales puertos y fábricas del mundo. Es decir, se han acabado los problemas en la oferta no energética, conocidos como cuellos de botella.
Según el índice que calcula la Reserva Federal (Fed) de Nueva York y que se muestra en el gráfico, esta eliminación de las restricciones en el 'gigante' asiático junto a la desaceleración general del crecimiento económico —y por tanto de la demanda de bienes y servicios— redujeron en marzo la presión sobre las cadenas de suministros globales a mínimos de 2009.
El fin de la crisis de los cuellos de botella que provocó el histórico shock de la pandemia, al distorsionar —o incluso paralizar según los casos—, la oferta y la demanda, reduce directamente los costes de las empresas y aleja los riesgos de escasez de algunos productos o materias primas. Este escenario debería trasladarse finalmente a la inflación que sufren los consumidores.
Precisamente, las subidas de precios desde 2021 han dañado la capacidad de compra de los hogares, aliviando también la presión de la demanda sobre el sistema de comercio mundial. En el mismo sentido están incidiendo los incrementos de los tipos de interés de la mayoría de los bancos centrales, al encarecer la financiación de las familias hipotecadas, también de las que buscan un préstamo o de las empresas que necesitan endeudarse para invertir o mantener su actividad.
“La reapertura de China podría acelerar la desaparición de los cuellos de botella en las cadenas globales de producción y reforzar la capacidad de la oferta mundial para satisfacer la demanda, lo que permitiría reducir parcialmente las elevadas presiones inflacionistas actuales”, adelantó el Banco de España en su último informe trimestral de previsiones económicas, publicado a mediados de marzo. En este contexto, el equipo de expertos de la Fed de Nueva York destaca que, concretamente en marzo, se redujeron notablemente “los tiempos de entrega [de mercancías] en el conjunto de la eurozona”.
La contrapartida para la inflación es que las empresas y las familias chinas elevarán la demanda de carburantes y otros recursos energéticos con la reapertura económica. Un mayor consumo que podría impactar al alza en los precios internacionales del petróleo y del gas, que se han abaratado en los últimos meses.
Con ese objetivo, el cártel de países petroleros que se agrupan en la OPEP (Arabia Saudí, Kuwait, Venezuela o Argelia, entre otros) y Rusia decidieron la semana pasada recortar la producción de petróleo para presionar el precio. El barril de 'Brent', de referencia en Europa, llegó a cotizar en los mercados internacionales de materias primas por debajo de 80 dólares en marzo, desde los casi 116 dólares que alcanzó en la primavera de 2022. Por ahora, ha frenado el ascenso de estos días en los 85 dólares.
Caen los costes de las empresas en España
De momento, en nuestro país, las primeras consecuencias del fin de la crisis de los cuellos de botella y de la caída de la energía se han reflejado en los sondeos PMI que realiza mensualmente S&P Global. Las 400 empresas del sector industrial que respondieron a esta encuesta en marzo indicaron que los costes de los bienes intermedios o insumos (desde energía, hasta materias primas o cualquier otro bien o servicio necesario para la producción) cayeron en marzo por primera vez desde julio de 2020.
En los servicios, el mismo indicador PMI muestra que “las presiones de los costes de las empresas se mantuvieron elevadas [el mes pasado]. No obstante, la tasa de inflación de los insumos se redujo hasta su mínima de 22 meses, en gran parte como reflejo del nuevo descenso de los precios en el sector industrial”.
Otra consecuencia de la descongestión de los cuellos de botella ha sido el fuerte crecimiento de las ventas de coches en el primer trimestre de este 2023. La crisis del sector del automóvil, provocada por la falta de microchips, se ha difuminado. Y entre enero y marzo, las matriculaciones de vehículos privados se dispararon más de un 44%, hasta superar las 237.000 unidades.
La crisis de los cuellos de botella
“Cuando las cadenas de suministro se rompen, todos lo notamos”, advierten los economistas del FMI (Fondo Monetario Internacional) Diego A. Cerdeiro y Niels-Jakob H. Hansen, quienes recuerdan en un artículo los días de “las estanterías vacías” en grandes almacenes o supermercados.
Las cadenas de suministro involucran “el desarrollo del producto [por ejemplo un teléfono inteligente], el abastecimiento de materias primas, el montaje de las piezas, la prueba del producto final y el envío. Así, la cadena de suministro puede concebirse como una línea de montaje que hace posible el producto que el consumidor desea comprar”, explican estos expertos.
Según prosiguen, “en nuestra economía moderna las cadenas de suministro son muy complejas e implican muchos productores de todo el mundo”. En el caso del teléfono móvil o 'smartphone', “este puede tener aluminio extraído en África, silicio producido en Sudamérica y microchips fabricados en Asia. Es posible que se haya diseñado en América del Norte y ensamblado en una fábrica de Asia antes de enviarse mediante una empresa naviera europea”.
“En su fase aguda, la pandemia causó el cierre generalizado de fábricas, que repercutió en las cadenas de suministro a medida que comenzaron a escasear los insumos intermedios de las plantas cerradas en las líneas de montaje globales. Mientras se limitaba la oferta, la demanda de bienes superó los niveles pre pandémicos, porque al tener que quedarse en casa los consumidores ya no gastaban en servicios de contacto intensivo (salir a comer, viajar) sino en bienes que les permitían trabajar, aprender y entretenerse en casa. Es decir que la pandemia generó una demanda extraordinaria de bienes en un momento en que la capacidad mundial de suministrarlos atravesaba dificultades sin precedentes”, resumen Diego A. Cerdeiro y Niels-Jakob H. Hansen.
Uno de los momentos más tensos de la crisis de los cuellos de botella fue cuando un megabuque de la empresa taiwanesa Evergreen bloqueó en marzo de 2021 el Canal de Suez y provocó importantes retrasos en el comercio mundial, ya históricamente erosionado por la COVID.
“El confinamiento y el freno en seco de la actividad en muchos sectores dio lugar a fuertes disrupciones en la oferta, con cuellos de botella en las cadenas de producción globales en las que el buque encallado en medio del canal de Suez fue una metáfora perfecta”, reconoce Miguel Jiménez, economista de BBVA Research, en otro artículo.
“A este choque de oferta se unió, casi simultáneamente, la recuperación de la demanda de manera desbocada y desorganizada. Primero de algunos bienes complementarios de las actividades en casa (cacharrería electrónica), y después de las de ocio para 'recuperar el tiempo perdido', aderezadas por los fuertes estímulos fiscales (en Estados Unidos, principalmente) y por el ahorro acumulado durante el confinamiento”, añade.
“A principios del 2022, la guerra en Ucrania añadió otro fuerte choque de oferta, sobre todo en Europa, y algo distinto a los tradicionales al afectar a una materia prima (el gas ruso) con menos sustitutivos que el petróleo”, concluye.
Ese escenario ha cambiado prácticamente por completo. Y este lunes, Pablo Hernández de Cos, el gobernador del Banco de España, afirmó que “la caída de los precios de la energía, la mejora de las cadenas de suministros y la moderación de la demanda, debido al endurecimiento de las condiciones financieras, deberían comenzar a producir gradualmente efectos inversos sobre la inflación”.