Al hacer espeleología en las 'tripas' de la Contabilidad Nacional de España, hay un par de cifras que irremediablemente llaman la atención de quien explora. La primera es conocida pero no deja de impresionar. Según el cálculo del PIB (Producto Interior Bruto) del INE, el valor añadido generado por las instituciones financieras aumentó un 58% de 2021 a 2023 —de 46.037 millones de euros a 72.661 millones—. Es decir, los bancos han ganado más y más en esta crisis de inflación.
El segundo dato refleja una gran distorsión que ha generado este crecimiento. En la posterior distribución de este valor añadido que hace el INE (Instituto Nacional de Estadística), los intereses que perciben las familias se han elevado a un ritmo aún más vertiginoso. Crecieron un 60% de 2021 a 2022 —de 7.848 millones de euros a 12.509 millones— y escalaron en 2023 hasta los 42.365 millones, otro 240% interanual. Sin embargo, de esa cifra disparatada, que asciende a casi tres puntos porcentuales del PIB total de nuestro país, solo 7.600 millones son intereses 'reales', los que los bancos pagan por los depósitos y llegaron el año pasado a los bolsillos de los clientes.
El resto de los intereses —unos 38.000 millones de euros— son una imputación de la Contabilidad Nacional que 'simulan' el pago de una renta de los bancos a los hogares, que después estos “consumen” como servicios financieros (gestión de la cuenta, de las tarjetas, las transferencias...).
Por supuesto, los intereses 'reales' (la línea azul, en el gráfico) también han aumentado desde los 3.465 millones de 2021 por el ciclo de subidas de los tipos de intereses oficiales del Banco Central Europeo (BCE) para luchar contra la inflación (del 0% al 4,5% desde julio de 2022). Pero han crecido mucho menos, como bien saben los hogares, a los que las entidades financieras apenas les han mejorado las condiciones de sus cuentas de ahorro ni les han ofrecido productos de gran rentabilidad. Mientras, las familias y las empresas sí que han sufrido un encarecimiento de las hipotecas y de los préstamos en general.
¿Qué ocurre entonces? La primera conclusión es que esta distorsión en la Contabilidad Nacional es una prueba irrefutable de la avaricia de la banca. Según el INE, el valor de los servicios de intermediación financieros —conocidos técnicamente como SIFMI, y que hacen referencia a los citados servicios de gestión de las cuentas corrientes, de las tarjetas, de las transferencias o del sistema de pagos— se ha elevado repentinamente, y así se lo imputa a la renta bruta total de las familias, aunque no se trate de ingresos literales de dinero (la línea amarilla del gráfico).
Detrás de esa escalada, lo que hay verdaderamente es una mejora histórica de los márgenes de intereses de los bancos. Es decir, de sus ganancias —la gran banca marcó un récord de beneficios en 2023 de 26.000 millones—, que son la diferencia entre lo que ingresan por los créditos (hipotecas, préstamos...) y lo que pagan por los depósitos. Este aumento de los márgenes ha distorsionado por completo el cálculo del SIFMI del INE, puesto que en un mercado competitivo los intereses reales que los bancos a sus clientes tendrían que haber crecido mucho más de lo que lo han hecho en nuestro país.
“Los bancos son intermediarios entre quienes tienen dinero para prestar y quienes necesitan pedirlo prestado. Si una persona o una empresa necesita un crédito, no tiene por qué recurrir a todos los que pueden prestar: los bancos han reunido el dinero para ellos. Por otro lado, si tenemos efectivo que no necesitamos usar por un tiempo, no tenemos que andar por ahí tratando de encontrar a alguien que necesite pedir prestado, simplemente lo depositamos en el banco y ellos encuentran a alguien que quiere un préstamo. Decimos que los bancos brindan servicios de intermediación financiera”, explica la Central Statistics Office de Irlanda.
“Los bancos obtienen la mayor parte de su dinero pagando una tasa de interés más baja a los depositantes que a los prestatarios. Por lo tanto, es posible que [un cliente] obtenga un interés del 1% sobre un depósito pero pague un interés del 4% sobre un préstamo”, continúa. “La diferencia [el margen] es el cargo por el servicio de los bancos de intermediar entre el prestatario y el prestamista y administrar las cuentas”, incide. La parte no cuantificable “directamente” de estos servicios es el SIFMI, cuyo valor debería se más constante de lo que se ha mostrado en los dos últimos años en la Contabilidad Nacional de España.
En un informe reciente, el propio BCE advirtió sobre esta distorsión, y la justificó porque “los tipos de interés de los préstamos pendientes y de los depósitos de los hogares tardan en general en ajustarse al aumento del tipo de interés interbancario provocado por el endurecimiento de la política monetaria desde el verano de 2022”. En realidad, lo que ha tardado en ajustarse, especialmente en nuestro país, es la remuneración de los depósitos.
“No todos los componentes de la renta disponible medidos en las cuentas nacionales están disponibles para los hogares como [dinero] efectivo y, por lo tanto, pueden no reflejarse en las percepciones de los hogares sobre sus ingresos”, añade la institución monetaria. Los servicios financieros no son los únicos “componentes” no dinerarios que la Contabilidad Nacional del INE suma a la renta disponible de las familias, también lo hace, por ejemplo, con las cotizaciones sociales (que dan derecho a cobrar el paro o a recibir la pensión de jubilación, y que se pueden denominar como salario en diferido).
El impuesto a la banca
En este contexto de beneficios desorbitados de la banca gracias a las subidas de los tipos del interés del BCE, el Gobierno de coalición tiene el compromiso de convertir el gravamen temporal a sus ganancias extraordinarias en un impuesto permanente. Un acuerdo contra el que se han posicionado repetidamente las entidades financieras.
El ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, propuso el pasado lunes convertir el gravamen temporal a la banca (que en 2023 recaudó 1.214 millones de euro) en un impuesto ligado al “ciclo de los tipos de interés”. Cuerpo explicó en una conferencia que el Ejecutivo está haciendo una valoración de si “se hace permanente este gravamen para que podamos aprovechar al máximo su potencial con un enfoque de equilibrio”.
“El ministro de Economía no debe de haber tenido tiempo aún de leer el acuerdo de coalición del Gobierno donde se dice claramente que los gravámenes temporales a la banca se mantendrán, transformándose en impuestos permanentes”, reaccionó Carlos Martín Urriza, diputado de Sumar y presidente de la comisión de Presupuestos del Congreso, en la red social X (antes Twitter).
El “ajuste” del gravamen temporal al sector financiero que valora Carlos Cuerpo pasaría por ligarlo “a algunos elementos fundamentales de política económica, como la evolución del ciclo de los tipos de interés u otros objetivos como puede ser el fomentar créditos a pymes [pequeñas y medianas empresas]”. De momento, el Ministerio de Economía no ha aportado más detalles de esta propuesta.
La semana pasada, la Asociación Española de la Banca (AEB), la patronal en la que están entidades como Santander, BBVA o Bankinter, dejó claro que no quiere oír hablar de un impuesto permanente a las entidades financieras.
“Conocemos a Carlos Cuerpo, la relación del Gobierno siempre ha sido de mucha colaboración. Tenemos la capacidad de decir lo que no nos gusta”, aseguró la presidenta de la AEB, Alejandra Kindelán, en una rueda de prensa para hacer balance del último año.
“La posibilidad de hacer un impuesto permanente en un momento de riesgos geopolíticos, en Ucrania, Oriente Medio, con las elecciones en EEUU, con un crecimiento moderado, con una bajada de los tipos de interés, no es una conversación que tenemos que tener en este momento. Cargar al sector español con 1.500 millones de euros más. Seríamos el único país europeo con un impuesto permanente, sería una clarísima desventaja competitiva”, recalcó.