Un récord tras otro en número de turistas e ingresos. Una evolución positiva en lo económico y cada vez más complicada en lo social, que está siendo evidente en la temporada estival de este 2024, en el que los residentes de ciudades como Palma, Santiago, Málaga o Santa Cruz de Tenerife han salido a la calle para reclamar un turismo más responsable y menos masivo.
Un problema que ni mucho menos ocurre solo en España, sino que comparten gran parte de las ciudades turísticas. Detrás, las renovadas ganas de viajar tras la pandemia. En el caso español, además, están cambiando los destinos, aunque aún prime el sol y playa. Y todo en un escenario donde entran en juego unos precios que no dejan de subir y un cambio climático que puede poner en entredicho el actual modelo.
Tras la pandemia el sector tiró de un concepto: el efecto champán, como si el final de las restricciones conllevase salir de viaje en tromba y, después, frenar en seco. Eso no pasó, no hubo efecto descorche. De hecho, España recibe este año más turistas que nunca. Hasta junio, antes de que comenzara la temporada alta, el número de turistas que llegó de otros países se disparó un 13,3%, hasta los 42,5 millones de personas. Y el gasto fue el más alto de la historia, un 20% más elevado que hace un año, porque alcanzó los 55.500 millones de euros, según los datos que publica el Ministerio de Industria y Turismo.
Si se ven las cifras medias de los últimos doce meses y la foto global de los turistas alojados en hoteles se comprueba que, de media, España recibe un 5% más de viajeros que antes de la pandemia. Estas cifras no recogen los datos de quienes se alojan en apartamentos turísticos. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) la demanda de este tipo de viviendas vacacionales se redujo un 1,3% durante el pasado mes de julio, pero es imposible saber qué sucede con los apartamentos sin licencia. Por ejemplo, en Madrid, la práctica totalidad de viviendas vacacionales carece de permisos.
Si nos centramos en los establecimientos hoteleros, solo cinco comunidades autónomas no han llegado a las cifras previas al COVID: La Rioja, Castilla-La Mancha, Navarra, Aragón y Extremadura, como se observa en el siguiente gráfico.
Entre las que más crecen, tres comunidades del Norte de España: Euskadi, Galicia y Asturias. Pero también dos destinos tradicionalmente vacacionales, como los dos archipiélagos, Illes Balears y Canarias. La cornisa cantábrica crece más en los últimos años, pero también partía de cifras más bajas. Por ejemplo, un crecimiento del 10% de Asturias supone la llegada de 15.000 turistas; mientras que un avance del 2% de Andalucía, equivale a 30.000.
Ese crecimiento se desglosa en el siguiente gráfico, donde se ve cómo suben en el último año los turistas respecto a 2019. A la costa de Gipuzkoa llegan cada mes unas 94.000 personas, casi un 35% más respecto a antes de la pandemia. En cambio, en Palma-Calviá (Illes Balears) ese repunte es del 18%, pero llegan 383.000 turistas. Y en la Costa del Sol hay un repunte del 8%, pero reciben más de 480.000 viajeros cada mes.
Detrás del crecimiento de las comunidades del norte hay diversos factores, entre ellos, las condiciones climáticas y las temperaturas. “El clima influye a la hora de decidir el destino, pero no hay un trasvase generalizado de turistas que antes iban al sur y ahora optan por otras latitudes. El sol y playa sigue siendo mayoritario”, explica José Manuel Lastra, vicepresidente ejecutivo de la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV).
“El año pasado, las olas de calor fueron más intensas, se buscaron más destinos donde el tiempo fuera más benigno. Las agencias notamos que, si hay picos de calor en abril o mayo, hay más afluencia de clientes que quieren reservar las vacaciones en sitios donde hace menos calor”. Pero hay más factores, apunta el responsable de la asociación de agencias de viaje, como que hay familias o grupos de amigos que prefieren veranear en destinos más ligados a la montaña.
“Hay diferentes razones que explican por qué la gente va más al norte. Hay que tener en cuenta que parte de niveles más bajos, pero también que la oferta es muy variada, la montaña y la gastronomía influyen”, apunta José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de Exceltur, el 'lobby' que agrupa a las grandes compañías del sector, desde las hoteleras a las aerolíneas. “Y están por los precios”, añade, porque los hoteles, en estos destinos, son más baratos. “Los precios son algo más bajos que en Levante, en el Sur de España o en los archipiélagos, donde las subidas de tarifas en verano son mayores”, matiza José Manuel Lastra, de las agencias de viajes.
Los precios, suma y sigue
En julio, según los datos aún provisionales que publica el INE, los hoteles facturaron, de media, 140,5 euros por habitación ocupada. Es un 8% más que en el mismo mes de 2023. Y esa tarifa se dispara si hablamos de hoteles de cinco estrellas porque, de media, supera los 317 euros. Si lo comparamos con los precios de antes de la pandemia, las tarifas por noche en los hoteles españoles han subido ya un 29%, como se muestra en el siguiente gráfico.
Crecen los precios y aumentan los beneficios de las grandes empresas hoteleras, que están viviendo un momento dulce, por la resiliencia de la demanda a esta inflación de tarifas. Los ingresos de los hoteles por habitación disponible han subido un 33% respecto a lo que facturaban antes de la pandemia. Sin embargo, algunas empresas ya reconocen que no se puede seguir presionando más al consumidor. En el caso de España afecta, sobre todo, a los viajeros locales a los que el bolsillo ya no da más de sí.
De hecho, las agencias de viajes están notando que hay clientes que llegan con la idea de contratar un destino en España y acaban cambiándolo por otro en el exterior porque es más económico. Sin embargo, también es difícil que eso se mantenga en el medio y largo plazo. “Al precio se le suman otros factores, como la conectividad. Viajar a Turquía desde las grandes capitales europeas supone cuatro o cinco horas de avión. Es más caro un vuelo a Estambul que un Ryanair a Palma”, señala Carles Manera, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Ia Universitat de les Illes Balears. “A eso hay que sumar las prestaciones de los destinos”, añade.
Más viajes pero menos noches
En España, las cifras indican que los turistas pueden viajar más veces al año, pero se quedan menos noches en sus destinos, ya sea por presupuesto o porque las vacaciones se parten más a lo largo del año. Aunque hay excepciones. En Euskadi, por ejemplo, los visitantes se quedan más tiempo. En este territorio, el precio medio de los hoteles por cada habitación disponible ha subido más de un 21% respecto a 2019. Y el número de noches que pernoctan se ha elevado un 15%.
De media, como se ve en el siguiente gráfico, la subida de precios de los hoteles respecto a antes de la pandemia ronda el 30%, pero en Madrid es más, porque llega al 36%. En todo el territorio, la estancia media solo cae un 0,3% –en julio, según los datos provisionales del INE, se pernoctaron 3,4 noches– pero hay comunidades donde la caída es más elevada, como en Galicia, donde la estancia media se reduce un 6% respecto a antes de la pandemia, o en Canarias o Illes Balears, donde es un 4% inferior. En esos tres territorios los viajeros se quedan menos noches que en 2019, pero hay muchos más visitantes que en 2019, porque estos crecen más de un 10%.
El turismo de interior tropieza
El análisis de los datos del turismo también evidencia que no todas comunidades autónomas tienen la misma capacidad de atracción de visitantes que antes de la pandemia. De hecho, se ve que hay zonas del interior de España que, aunque tengan polos de atracción cultural y turística, no han remontado el vuelo. Así le ocurre a Granada. De media, la provincia recibe al mes, en el último año, más de 236.800 visitantes, pero es casi un 14% menos que en 2019.
Algo similar ocurre con provincias de Castilla y León, como Zamora o Valladolid; las dos provincias extremeñas o Córdoba, porque la provincia andaluza aún está un 5% por debajo de la media de turistas mensuales que la visitaban antes de la pandemia.
Las distintas fuentes consultadas señalan que, mientras los destinos de sol y playa siguen manteniendo la capacidad de atracción y otros del norte de España ganan terreno, en el interior aún quedan muchos deberes por hacer.
Por comunidades, hay regiones donde el número de turistas mensuales aún están por debajo de los niveles de hace cinco años. En concreto, Navarra, Extremadura, Aragón y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, como se ve a continuación.
Un problema de masas a solucionar
Los datos señalan que no todos los destinos turísticos de España están creciendo igual en los últimos años y que son algunos, los que tienen más poder de atracción de visitantes, los que están viviendo las consecuencias de la masificación. De ahí que crezca la presión social para que las administraciones actúen y regulen, entre otros aspectos, los pisos turísticos. Sin embargo, no es sencillo.
“No hay una varita mágica, no hay soluciones rápidas, ni abruptas”, explica Carles Manera. Hay que plantear “cómo diversificar las economías para no depender tanto del turismo”, indica, porque “el mercado solo no lo va a corregir, se requiere el liderazgo del sector público, en colaboración con los sindicatos y con los empresarios”. El catedrático de Economía Aplicada pone ejemplos, como que en las regiones que tienen áreas saturadas se apueste por actividades que tienen nexos con el turismo como las ingenierías ambientales, el software ligado al sector servicios o la biotecnología, entre otros.
Y hay más factores que entran en juego para intentar cambiar esta tendencia hacia la masificación, como la fiscalidad sobre la actividad turística para tratar de mitigar su impacto. En Illes Balears la ecotasa ha recaudado más de 780 millones desde 2016. “Puede estar entre un euro y medio y cuatro euros. Son cifras muy pequeñas”, indica Carles Manera. “Si en vez de cinco euros pones un impuesto de 10 o 15 euros por noche en hoteles de alta gama, probablemente eso puede provocar un factor de elasticidad de renta y se puede eliminar cierta saturación. Tendría afectación en alguna franja del turismo que es más sensible al precio. Pero tienen muchas resistencias por parte de los empresarios y de las administraciones que se autocalifican como liberales”, argumenta.
Es decir, lograr que vengan turistas –a veces, menos– y sean más respetuosos, cuando hasta ahora la principal premisa era que viniesen cuantos más mejor y gastasen todo lo posible. “Estamos empezando a tomar conciencia de que el turismo tiene un límite si es que pretendemos seguir creciendo en las mismas temporadas y con los mismos perfiles”, reconoce el vicepresidente ejecutivo de Exceltur. “Ya no es solo Mallorca o Canarias, también es Santiago de Compostela. Ya no podemos medir el turismo en volumen, sino en turistas que dejen más valor añadido, que no significa que sea el más rico, porque el mochilero puede ser un turista muy deseable, porque respete más el entorno. La calidad de un turista no está en su capacidad económica, sino en que sea respetuoso con la sociedad que visita”, concluye Zoreda.