Los productores de miel españoles se ahorrarán más de 100 euros por lote al no considerarse el polen como un ingrediente de la miel, ya que no tendrán que testar ni indicar en la etiqueta si lleva Organismos Genéticamente Modificados (OGM).
Los andaluces, con cerca de 600.000 colmenas y unas 7.100 toneladas de miel producidas al año, son los primeros productores de España, según establece el Programa nacional de medidas de ayuda a la apicultura para el periodo 2014-2016.
Andalucía, junto a Valencia, aportan cada una de ellas el 21 por ciento de la producción nacional, según esta estadística.
También la iniciativa del Parlamento Europeo (PE), que esta semana debatió el etiquetado de la miel y consideró que el polen no es un ingrediente, sino un componente, beneficia a La Alcarria, según la eurodiputada popular Pilar Ayuso (PPE): “La Alcarria vive de la agricultura y hay que proteger a los apicultores”.
Su colega alemán, Horst Schnellhardt, del Partido Popular Europeo (PPE), afirmó durante el debate que el coste hubiera ascendido “de 125 a 200 euros por lote” si el polen fuera un ingrediente de la miel.
El texto aprobado por el PE establece que los productos a base de miel sólo tendrán que llevar la etiqueta “contiene Organismos Genéticamente Modificados” si la presencia del polen transgénico supera el 0,9 % del volumen de la miel, tema que dio que hablar a los eurodiputados.
“Comprobar si existe un contenido OMG” costará a los pequeños apicultores “94 euros por paquete”, explicó la ponente del informe, la conservadora británica Julie Girling.
Pero, “¿Cómo saber si el polen que contiene la miel procede de plantas genéticamente modificadas o no?”, se preguntó el esloveno Alojz Peterle (PPE), quien propuso como solución un “registro de las zonas donde hay OGM”, de forma que “la miel producida fuera de esas zonas ya no necesitaría someterse a esos tests”.
La alemana Britta Reimers, del Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ALDE) cuestionó que “si vamos a mirar con lupa, a hacer encaje de bolillos sobre lo que químicamente es ingrediente o componente, empezarán a decir que la yema del huevo es un ingrediente en lugar de un componente. ¿Cómo voy a explicarle a una gallina que es un ingrediente porque a mi me conviene?”.
Otras soluciones a esta controversia fueron las del belga Verde Bart Staes y la del polaco del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) Janusz Wojciechowski.
Mientras que el primero propuso una “reglamentación de distancia” consistente en que si existe “la suficiente entre la colmena y la zona donde hay OGM, es la prueba de que tales organismos no existen en la miel”, el segundo habló de “acabar con la producción y el cultivo de plantas modificadas genéticamente”.
“Las abejas a veces vuelan a decenas de kilómetros de su colmena a campos de todo tipo y no tienen sistema de navegación ni de alta tecnología para evitar el contacto con OGM”, le replicó a Staes la francesa Sophie Auconie (PPE).
La apoyó la luxemburguesa Astrid Lulling (PPE), quien consideró que “es imposible prohibirle a las abejas que polinicen algunos cultivos. Evidentemente pueden avisar: ¡Ojo, OGM! ¡Abejas abtenerse!”.
El socialista griego Kriton Arsenis alegó que “el control solo se podría hacer para aquellos apicultores que tienen sus colmenas cerca”.
Su colega de partido, el croata Tonino Picula abogó por “proteger a las generaciones venideras para que estas cultiven de forma segura y tengan transparencia en la venta de este producto. 14 países reconocen esta producción natural y que estén en zonas libres de OGM”.
“La población de abejas en Europa elabora las dos terceras partes de lo que necesita la Unión Europea (UE)”, explicó Dimitar Stoyanov (NI).