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“La renta básica no es la salvación, es la respuesta a las personas que no serán necesarias en el modelo productivo”

Santiago Niño-Becerra, catedrático de Estructura Económica de Universidad Ramon Llull.

Rodrigo Ponce de León

La crisis no ha acabado, según Santiago Niño-Becerra, (Barcelona, 1951), catedrático de Estructura Económica en la Universidad Ramon Llull. En su nuevo libro El crash. Tercera fase (Roca Editorial) describe cómo estamos inmersos en la tercera fase de una crisis que nos va a llevar a otro modelo económico donde habrá una “nueva normalidad” caracterizada por la desaparición de la clase media, el desempleo estructural, subempleo elevadísimo y una alta desigualdad.

Aunque Niño-Becerra admite que el discurso suena mal, cree que el futuro “va a ser aún peor porque no va a haber oposición”, donde las corporaciones se convertirán en los “nuevos salvadores” que están tomado “el relevo” en el papel de protección social de los Estados.

Empieza su libro diciendo que seguimos en crisis, un argumento que los políticos están negando constantemente, ¿por qué?

Hemos tenido un periodo de recuperación que empieza, más o menos, en 2012 cuando el presidente del BCE, Mario Draghi, dijo lo de “haré lo que sea necesario para salvar al euro, y créanme, será suficiente”. Hasta 2018 hemos vivido en Europa a base de las anfetaminas monetarias del BCE, que tiene un cuarto de billón de euros de deuda pública española. Pero la realidad es que el ahorro está cayendo, el factor trabajo cada vez vale menos, la productividad no se sostiene, los salarios reales están estancados o a la baja, las pensiones no se sostienen, hay cierres empresariales cada día. Lo único que se mantiene es el consumo, pero porque el consumo público sube y porque las familias vuelven a endeudarse y a dejar de ahorrar, las familias están gastando más de lo que ganan.

En esta campaña electoral para las elecciones el 28 de abril no se está hablando de economía porque las cosas están muy mal y nadie quiere decir nada, nadie quiere que le hagan preguntas. Para mí lo es mucho más real lo que está pasando en Francia con los chalecos amarillos. Por ejemplo, la propuesta de Pablo Iglesias de reducir la jornada a 34 horas manteniendo salarios no hay quien la entienda, porque es absolutamente imposible con la productividad que hay en España.

Ha anunciado que esta tercera fase de la crisis se irá desarrollando hasta 2024, y que en 2060-2070 empezará otro modelo o sistema. ¿Por qué da estas fechas?

Las crisis económicas de este tipo tienen tres fases. Pasó igual en la Gran Depresión de los años 30, que tuvo una fase de 1929 al 33, en el cual se ordenan las cosas y se diseña el modelo; otra va del 33 a 37, en el que se implementa el modelo; y la tercera fase, del 37 a los 47, en la que se impone el nuevo modelo económico.

Ahora estamos en el periodo de la imposición de un nuevo modelo. Entiendo que no va a gustar porque significa ir a peor en relación al año 2005, cuando la economía en España y Europa funcionaba bien.

Usted recuerda un artículo de The Economist en 1975 alertando del inicio del retroceso del Estado del Bienestar, se ha mantenido constante ese proceso desde entonces ¿Se puede hablar de un conjunto de actores coordinados para impulsar ese retroceso?

Hay dos documentos que han marcado la historia económica del periodo 1950-1980. Se ha hablado muchísimo de famoso informe de William Beveridge (Social Insurance and Allied Services ) sobre la puesta en marcha de un modelo de prestación social. Pero se ha hablado muy poco del Tratado de Detroit, mediante el que los sindicatos estadounidenses y los empresarios llegaron a un pacto por el cual los trabajadores no harían huelgas y los empresarios se comprometían a subir salarios y ofrecer prestaciones sociales en materia de salud, entre otros. El tratado se mantuvo prácticamente sin cambios hasta 1975. En ese periodo prácticamente en Estados Unidos no hubo huelgas. Pero la crisis de la energía dio lugar a un aumento de pérdidas por parte de las empresas, que comenzaron a hacer reconversiones, y una caída de la recaudación fiscal, que retrajo ingresos para la protección social que daba el Estado. Se convirtió en una cadena donde el factor trabajo deja de tener tanto peso y lo gana el financiero. El artículo de The Economist fue premonitorio porque desde los años 80 el modelo de protección social en Europa no ha hecho otra cosa que retroceder.

El FMI y otros organismos multilaterales están constantemente hablando del problema de la deuda. Sin embargo, usted tras describir que es impagable señala que en la tercera fase se soluciona mediante quitas y compensaciones, ¿quién hará esas quitas?¿cómo se compensará?

El problema de la deuda reside en que nadie puede pagar lo que debe. El planeta se debe a sí mismo 250 billones de dólares. El problema no ha estallado porque el negocio de la deuda está en los intereses. Cada año España paga 30.000 millones de euros en intereses de la deuda. El problema está en que la deuda pública ha sido definida como activo de máxima calidad porque a los Estados les ha convenido y porque gran parte de los activos de la banca son deuda pública. Si se produjera un impago de la deuda sería el caos. Solo hay que fijarse lo que pasó con Grecia, que tiene una economía de chiste.

La deuda ahora va a pasar a ser un problema de la banca, que debería comenzar un proceso de limpieza de sus balances y fusionarse con otras empresas, que pueden ser tecnológicas, porque compañías de todo tipo van a empezar a financiar y dar crédito. Van a tener que tomar los depósitos de la gente como garantía de la deuda, por lo que de alguna forma todos los ciudadanos del planeta se convierten en garante de la deuda, con lo que volvemos al absurdo de que el planeta se deba a sí mismo 250 billones de dólares. ¿Cuál es la forma de acabar con este problema? Solo con compensaciones y haciendo quitas.

Usted vaticina que con la crisis de ingresos fiscales que vamos a sufrir, las pensiones tendrán que asimilarse a una renta básica. Parece que la renta básica se ha convertido en la solución a todos los problemas.

Las pensiones no son sostenibles, van a ir registrado recortes recortes progresivos, unos recortes que al final acabarán convergiendo en una renta básica. La renta básica universal estará orientada a cubrir las necesidades mínimas de personas que no van a tener ninguna opción y una especie de ayuda para que las personas que tienen un trabajo puedan buscar otras opciones. No es la salvación de nada, simplemente es la respuesta a las personas que no serán necesarias en el modelo productivo. Hace un siglo esta situación se resolvía con una guerra.

También apunta que tras años de sobreproducción y subconsumo, que tenderán a equilibrarse, más la omnipresencia de la tecnología definirán un nuevo modelo productivo que ya no necesita la masa de individuos y que se traducirá en desigualdades y la desaparición de la clase media. ¿Cómo cree que será la estructura social?

La clase media se está adelgazando desde los años 80 del siglo pasado. En mi libro cito a Charles Hayden, que establece una organización social en forma de trébol, pero muy simétrico, con un 30% de la población que estará formada por profesionales fijos, otro tercio que serán subcontratados y un tercer grupo formado por contratados de forma parcial y eventual. La sociedad va hacia esa estructura, pero con tamaños más desproporcionados. Un 10% de la población estará formada por los grandes tenedores de capital, otro 30% serán personas profesionales que de alguna forma colaborarán o trabajarán para el primer 10% y, luego, el resto, que llevarán a cabo trabajos marginales. De ahí la utilidad de la renta básica. Con esta estructura la clase media prácticamente ha desaparecido, este modelo implica una gran desigualdad, evidentemente. Por eso termino mi libro con la cita de Blade Runner 2049: “El mundo gira en torno a un muro que separa clases. Di que no existe ese muro y la guerra está garantizada”. Si ha visto la película Elysium será así pero sin base espacial.

El pluriempleo va a ser la tónica general, según apunta, ¿cuáles son las principales consecuencias de esta situación?

En Estados Unidos ya hay personas que tienen hasta seis empleos. Hay seis millones de personas que cada día toman ibuprofeno simplemente para soportar el esfuerzo físico que tienen que hacer en todos los trabajos que tienen. La vida laboral para la mayoría de las personas serán pequeñas porciones de varios empleos sin continuidad. Volviendo al tema de pensiones, con este tipo de vida laboral no se puede cotizar mucho.

Usted señala la aparición de “nuevos salvadores” y apunta a que serán un grupo de corporaciones que proporcionarán el modelo de protección social.

Los Estados, que se nutren de ingresos públicos, están yendo claramente a menos a nivel estructural. Son inventos del siglo XIV, ligados a unas fronteras y a un territorio que van a saltar por los aires. Quien está tomando el relevo de los Estados son las corporaciones. Hay empresas que tienen ingresos anuales de 100.000 millones o que tienen una capitalización en Bolsa de 800.000 millones, con la ventaja de que están presentes en 140 países. Estas corporaciones van a sostener la protección social del 10% más rico de la sociedad y, en gran medida, del 30% de los profesionales que trabajen en estas empresas, con las que se casarán en cuerpo, alma y espíritu. El resto de la gente tendrá una asistencia muy limitada. Se va a repetir el esquema de cuando se desmembró la Unión Soviética, que tenía una sanidad muy buena, pero, con la caída de sistema, la calidad de la sanidad se hundió en picado: en seis años, la esperanza de vida en Rusia bajó en cinco años.

Pero estamos viviendo un empuje de los populismos y los nacionalismos con un fuerte componente identitario que parecen ir en dirección contraria.

Estoy convencido de que si una empresa como Alston llama a la líder del Frente Nacional en Francia, Marine Le Pen, y le dice que baje el pistón porque con sus declaraciones les está haciendo perder pedidos, la señora Le Pen cambia inmediatamente el discurso. Estoy absolutamente convencido. Ya pasó con Grecia y su primer ministro Alexis Tsipras, que parecía que se iba a enfrentar con todo el mundo y ha acabado como 'un buen alumno de la Unión Europea'.

Define a España como algo que nace en el siglo XV por un matrimonio y que hoy día es un reino integrado en la Unión Europea en la que tres zonas financian un modelo estructural impuesto, que económicamente no se sostiene. ¿Prevé que va a desaparecer España?

España desaparecerá, al igual que pasará con Alemania o con Italia, aunque no será a corto plazo. Las fronteras físicas ya no existen, los Estados van a menos, solo quedarán las zonas económicas. Se habla de las dos Europas pero donde va a estar la diferencia va a ser entre los ejes de actividad más desarrollados frente a los más pobres. En España pasará algo parecido, ya hay un cluster que empieza en Sagunto, coge una parte de Catalunya y va hasta Toulouse y otro que va desde Euskadi, una parte de Navarra y llega hasta Burdeos.

Supongo que no será el principal problema de España.

El principal problema de España es el fraude fiscal. Si lográramos resolverlo completamente, lo cual es una utopía, pasaríamos de tener un déficit del 2,6% a tener un superávit del 5%, ya se puede imaginar con ese superávit cuántos problemas se podrían arreglar.

Describe la “nueva normalidad” como una distopía de un mundo tecnológico poco halagüeña: una sociedad sesgada, desempleo estructural, subempleo elevadísimo, desigualdad enorme compensada con un trinomio social: renta básica, marihuana (drogas legales) y ocio gratuito.

Sinceramente creo va a ser así. Sé que suena mal, triste y deprimente pero creo que va a ser aún peor porque no va a haber oposición. En el siglo XIX, en Francia hubo tres revoluciones: la del 30, la del 48 y la de los 70. Ahora no es así, por muchas razones, porque la revolución ya no está de moda, porque la gente tendrá una renta mínima y no querrá perderla si se porta mal, porque realmente no hay expectativas claras. Hay varios estudios que constatan que los hijos van a vivir peor que sus padres y no ha pasado nada. La gente lo ha aceptado, hay más conformismo, quizás es que se ha implantado la idea de que es imposible oponerse al poder.

En febrero The Economist sacaba en portada cómo los jóvenes recuperaban el socialismo para responder a problemas como la desigualdad, la contaminación y la falta de poder de la gente frente a las élites. ¿Cree que los dos movimientos sociales que más están llenado las calles en este último año, que son el feminismo y el ecologismo, pueden frenar de alguna manera el capitalismo tan descarnado que muestra en su libro?The Economist

Es verdad que en sitios como en Londres se está volviendo a leer a Marx, pero cuesta ver a la juventud británica reclamando un revuelta revolucionaria. El tema del feminismo es otra cosa. El nuevo modelo económico que se está construyendo alcanzará cotas de igualdad real de género, de raza o de cualquier tipo porque se basa únicamente en la eficiencia. Dará igual si alguien es homosexual, mujer o su raza porque lo importante serán sus capacidades.

Cuando sale humo de la chimenea de una fábrica, la contaminación industrial, es porque el proceso productivo es deficiente. El proceso productivo eficiente al 100%, lo que es una utopía, se da cuando no sale nada de esa chimenea. La búsqueda de más productividad y eficiencia va a ayudar al ecologismo, pero hay que acompañarlo con medidas como la prohibición de las bolsas de plástico. El modelo Kleenex, el modelo de usar y tirar, ha muerto.

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