Es primera hora de la tarde en los paritorios de uno de los grandes hospitales de Madrid. Los pasillos huelen a desinfectante, las matronas entran y salen de las habitaciones. En uno de los cuartos, sentada en un descanso que dura unos minutos, está Lola: auxiliar de enfermería, 57 años, los últimos catorce años como interina. “Me llamaron para cubrir una jubilación en 2002 y aquí sigo desde entonces. En cualquier momento me puedo ir a la calle y hasta ahora me hubiera ido sin indemnización”. Esa es una de las cosas que ha cambiado con las tres sentencias europeas que han revolucionado la contratación de temporales e interinos en España.
Lola (nombre ficticio) es uno de los rostros de la interinidad en España, una de las más de 300.000 personas que trabajan en las administraciones públicas con estos contratos provisionales pero que se alargan en el tiempo. Su caso coincide con uno de los perfiles más frecuentes: mujer y trabajadora de la sanidad. “Diría que el 50% o el 60% del personal del hospital es interino. Antes salían más plazas más frecuentemente, ahora no. Hay veces que prácticamente todo el turno de matronas y auxiliares somos interinas”, dice Lola. Hoy no es el caso, se mezclan las que tienen plaza fija con las que encadenan contratos temporales que no llegan a tener la categoría de interino.
La conversación se interrumpe. Una matrona la requiere en un paritorio, hay que poner una epidural y necesitan apoyo. Cuando vuelve, Lola le ha estado dando vueltas: “Claro, yo espero jubilarme aquí. Si me tengo que ir antes porque cubren la plaza, me hacen polvo”.
Eduardo encadena once contratos en los últimos ocho años. Tiene 39 años, es profesor de filosofía en secundaria y ha vivido en prácticamente todas las provincias de Andalucía. “Esto te obliga a una mucha movilidad geográfica, te supone mucha incertidumbre”. Este curso le toca Cádiz, pero no sabe qué pasará el próximo. “Mi perspectiva es seguir cubriendo una vacante, la que pueda. Los cambios de la LOMCE también conllevan más incertidumbre porque implican más o menos horas lectivas de las materias. Este año, por si acaso, volví a pedir plaza en las ocho provincias”.
Este sistema por el que las interinidades se alargan en el tiempo, explica Eduardo, acaba por desincentivar a la gente. “Cuando tienes tantos años de interinidad tienes más probabilidades de quedarte cerca de casa porque los destinos se piden en función de tu tiempo de servicio”. Sacar una plaza en una oposición, en cambio, hace que tengas más papeletas de acabar en un sitio lejano.
A la expectativa
Incertidumbre, aunque de otro tipo, es la que vive Natalia. Es profesora de educación infantil, aunque este curso, de momento, no la han llamado para cubrir ninguna plaza. “El año pasado tuve dos contratos, uno de solo quince días y luego otro que duró ya todo el curso. Esa plaza que yo cubrí sigue sin ocupar pero este año la cubre otra persona. No hay continuidad en eso, ni para la persona ni para los niños”.
Con este panorama, Natalia, de 25 años, sigue viviendo con sus padres. “Estoy esperando y mientras sigo estudiado para volver a presentarme a las oposiciones”, dice. Puede buscar otro trabajo pero si la llaman para cubrir una plaza o una vacante y la rechaza, su nombre desaparece de la lista.
Pilar lleva tres años viviendo en un pueblo de Toledo. Es auxiliar judicial en un juzgado de paz. “Me llamaron para cubrir a una persona que estaba enferma, pero no me dijeron qué tipo de enfermedad tenía ni cuál era la situación. El hombre murió a los tres meses. La plaza no se ha convocado desde entonces así que yo sigo cubriéndola”.
Su caso no es el único en el juzgado. Uno de sus compañeros lleva nueve años cubriendo una vacante. Sobre las sentencias europeas que se han hecho públicas y que dan un vuelvo al sistema de interinos, Pilar dice que aún no tienen claro de qué forma les afectará. Siguen con atención los medios de comunicación y los sindicatos empiezan a moverse. “Estamos a la expectativa”.