Los robots impulsan la renta básica
En unos años puede que una máquina haga su trabajo, que un robot conteste el teléfono de atención al cliente o que se dedique a hacer la contabilidad de una empresa. Esa revolución tecnológica que avanza imparable y que transformará el mundo del trabajo es la que impulsa ahora una idea que algunos sectores han reivindicado con fuerza en los últimos años: la implantación de una renta básica para todos los ciudadanos.
La cuna de esa revolución, Silicon Valley, está llevando a cabo un proyecto piloto para comprobar los efectos de la renta básica. ¿Bajo qué premisa? “La motivación que hay detrás de este proyecto es empezar a explorar alternativas a la red de seguridad social que existe. Si la tecnología destruye empleos o los empleos siguen convirtiéndose en cada vez menos seguros, un número cada vez mayor de personas serán incapaces de vivir con las ganancias de sus empleos”, explicó la investigadora Elizabeth Rhodes, directora del proyecto, impulsado por Y Combinator, un famoso acelerador de compañías tecnológicas.
Y Combinator está dando un ingreso fijo y no sujeto a ninguna condición de entre 1.000 y 2.000 dólares a cien personas en Oakland, California. El sector quiere estudiar cómo reacciona la gente: cómo gestionan sus tiempos, cómo evoluciona su bienestar, sus finanzas, si siguen trabajando o no, si realizan voluntariado, si se mudan a otro lugar, en definitiva, cuál es el efecto de una renta básica en las personas.
Son varios e influyentes los expertos que han señalado a la renta básica como solución a los cambios tecnológicos y al nuevo mundo del trabajo. Uno de ellos, Andrew McAfee, ya decía en 2013 que cada vez veremos “más cosas que se parecen a la ciencia ficción y cada vez menos cosas que se parecen a un empleo”. McAfee cree que la renta básica es una de las medidas que pueden ayudar a sostener la clase media en un momento en que la automatización y las nuevas reglas laborales la amenazan.
Sin embargo, que la élite del emprendimiento tecnológico se apunte al carro de la renta básica también levanta sospechas. El experto en ética de la tecnología Jathan Sadowski advertía en The Guardian que la renta básica vendría a funcionar como un Estado del bienestar propio del capitalismo. “Se convierte en un premio de consolación para aquellos cuyas vidas se ven afectadas. Los beneficios siguen recayendo sobre los diseñadores y propietarios de la tecnología, pero ahora con menos culpa sobre los daños colaterales”, dice.
El economista de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), Florentino Felgueroso, constata que sectores considerados más “de derechas” se muestran ahora interesados en la renta básica: “Se considera que es más simple burocráticamente que el sistema de protección actual. Esa es una de las cuestiones si se habla de renta básica. ¿Sustituiría nuestro sistema actual? ¿Desaparecerían las prestaciones por desempleo?”.
Jathan Sadowski asegura que la renta básica permitiría que más gente condujera para Uber o trabajara para empresas similares con salarios bajos porque esta ayuda funcionaría como una especie de subsidio para las empresas. “Las compañías tecnológicas se llevan a casa los beneficios y afrontan cada vez menos presión para pagar un salario que dé para vivir a sus empleados que no consideran como tal”.
La economista Lina Gálvez subraya algo parecido e insiste en que una de las claves está en cómo se van a repartir los trabajos y los beneficios de la productividad. Ha habido otros momentos de cambio tecnológico potente, dice, como la mecanización del campo. “Eso no significa necesariamente la desaparición del trabajo, aunque sí un proceso traumático por el que mucha gente pasa a ocuparse en otros sectores”.
Gálvez añade otra variable: “Se tiene que tener en cuenta el trabajo de cuidados: tenemos una cantidad ingente de horas de trabajo no remunerado hecho sobre todo por mujeres que es susceptible de ser profesionalizado. Al mismo tiempo, en un mercado laboral con condiciones deleznables una renta básica puede desincentivar a mucha gente a entrar en él. Esa gente serán sobre todo mujeres, que tienen las peores condiciones. Si no tenemos en cuenta eso, la renta básica puede convertirse en una paguita para mujeres que sigan haciendo un trabajo que no se remunera y que desincentive su participación laboral”.
Un robot, un cotizante
Más allá de la renta básica, la robotización del trabajo suscita otros debates. El secretario general de UGT, Pepe Álvarez, lanzó hace unas semanas una idea: que las empresas coticen por las máquinas que han sustituido a los trabajadores. Se trata de una propuesta genérica que tendría que ser concretada. Por ejemplo, cómo se calcularía esa cotización, quién la pagaría o qué pasaría cuando un robot tuviera que ser reparado. Álvarez señaló que debería ser el Pacto de Toledo el que dilucide cómo hacerlo.
Para Florentino Felgueroso, se trata de un debate que hay que abordar. Avisa, no obstante, de que no se trataría de una cotización a la Seguridad Social propiamente dicha. “En el sistema actual tienes algo a cambio de tu cotización: desempleo, bajas... El robot no tendría derecho a nada”. Sería, por tanto, más correcto hablar de un “impuesto a las máquinas”. “Hablemos de esto, de subir los impuestos al capital, pero o lo hacemos todos o las máquinas se irán a otro lugar”.
También Lina Gálvez ve imprescindible abordar este debate al mismo tiempo que otros, como la ingeniería fiscal que hacen muchas empresas: “Tampoco hay que frenar el progreso. Vamos a hablar de todo, del reparto de los beneficios, de los trucos fiscales. Si no hacemos eso y solo gravamos las máquinas podemos desincentivar la tecnología”.
En cualquier caso, las predicciones sobre lo que ocurrirá con el empleo son aún cambiantes y, en opinión de estos economistas, demasiado pesimistas. “Revoluciones tecnológicas ya ha habido unas cuantas y en todas se ha sustituido trabajo, el empleo no ha dejado de crecer. Hay destrucción por una parte, pero creación por otra. Lo que hay que hacer es analizar e incentivar los sectores que pueden crearlo ahora”, dice Felgueroso.
El experto señala que la preocupación debe ser más sobre cómo van a ser los empleos y la relación entre empresa y trabajador. “La tendencia es que cada vez haya menos asalariados y más autónomos”. Y eso también tiene consecuencias para las arcas de la Seguridad Social: cotizaciones más bajas, menos ingresos.