Los leaks (filtraciones) en el mundo financiero están de moda. Propublica, una de las web estadounidenses más importantes en el modelo de periodismo fuera de los grandes medios, ha publicado las grabaciones que una exempleada de la Reserva Federal de Nueva York, Carmen Segarra, hizo dentro de la institución. Son 46 horas de grabaciones en las que Segarra trata de demostrar la connivencia del regulador con los bancos, sobre los que hizo la vista gorda. En esta ocasión, es el cazador cazado.
Segarra –en este link hay una descripción detallada de esta mujer de origen portorriqueño– actuó durante siete meses como un inspector o examinador empotrado en uno de los bancos regulados. En este caso, el que se consideraba más conflictivo en EEUU en términos de gobernanza: Goldman Sachs.
La figura del inspector empotrado es habitual en España, donde inspectores del Banco de España trabajan vigilando desde dentro a las grandes instituciones, pero en EEUU se tomó como una medida extraordinaria tras la crisis para intentar entender lo que había sucedido en las instituciones financieras. A diferencia del supervisor español, la Fed les contrató como empleados externos. Segarra fue despedida apenas siete meses después. Alega que el motivo fue por haberse negado a retirar un informe negativo sobre Goldman, tras sufrir fuertes y reiteradas presiones de la Reserva Federal (el regulador).
La historia da un salto desde el otro lado del océano a España porque una de las cintas que aporta Segarra involucra directamente al Banco Santander. Los hechos se remontan al viernes 6 de enero de 2012 a las 15.54 de la tarde. A esa hora, un alto cargo de Goldman envió un correo electrónico a la Fed, poniendo en copia a Segarra y otros miembros del equipo de supervisión, en el que quería notificar una operación que acababa de cerrar con Banco Santander. Aparentemente, Santander ya había recibido la aprobación de los reguladores españoles, pero Goldman quería la aprobación de los suyos para cerrar la operación.
En aquel momento, recuerda Propublica, la Autoridad Bancaria Europea (conocida por sus siglas en inglés EBA), estaba exigiendo a los bancos europeos que subieran sus ratios de capital para frenar pérdidas futuras. El capital es el colchón que tiene un banco para hacer frente a crisis como la de 2008. Son activos de la máxima calidad que pueden responder ante deterioros de otros menos buenos. Por las mismas fechas, Oliver Wyman estaba haciendo los test de estrés a la banca española.
Según Propublica, por el acuerdo al que llegaron Santander y Goldman, el banco español le transfirió las acciones de su filial brasileña lo que causaba el efecto de reducir las necesidades de capital del banco presidido entonces por Emilio Botín. A cambio de una comisión, Goldman las guardaba durante unos años y luego las devolvía. Gracias al acuerdo, Santander anunció que había conseguido los requisitos de capital exigidos seis meses antes del límite marcado. El 9 de enero, tres días después del anuncio, se publicó la noticia en los medios españoles. En el hecho relevante que Santander envió a la CNMV, se reconoció que había “transmitido” parte de sus propiedades en Brasil.
En las grabaciones, un empleado de la Reserva Federal de Nueva York dice que Goldman realmente solo “cobraba por vigilar el maletín”. Por esa tarea tan liviana, la comisión pagada por Santander fue de 40 millones de dólares (unos 35 millones de euros) y, según la publicación, el banco norteamericano pudo ganar varios cientos de millones más de negocio con la intermediación de los títulos con los que se quedó.
Otro de los supervisores de la Fed que trabajaba con Segarra, Michael Silva, también estaba al tanto de la operación y no le gustaba. Aunque reconocía que parecía “perfectamente legal”, a Silva creía que no estaba bien ayudar a que Santander pareciera que estaba más “sano” de lo que era en realidad, y así se lo comunicó al equipo de supervisores adjudicado a Goldman. La operación se cerró finalmente el viernes posterior al envío de ese mensaje.
Ante la imposibilidad de evitar legalmente la operación, los supervisores intentaron en los meses siguientes hacer entender a Goldman por qué no era correcto este tipo de tratos. Segarra lamenta que solo emitían este tipo de recomendaciones desde el plano moral sin causar ningún efecto en el banco estadounidense.