La app de Bolsa para milenials que quema media plantilla antes de salir: “Hay buen ambiente, jugamos a los dardos”

Ninety Nine es una de las muchas startups que se fundan cada año en España y otra de unas cuantas dedicadas al sector del 'fintech' (tecnología aplicada a las finanzas), pero solo una de las pocas que ha recaudado millones (cuatro y medio, según sus datos) sin ni siquiera tener un producto en el mercado. En su haber cuenta también con un jovencísimo fundador, Javier Sanz, y con una ristra de empleados que ya no están allí: han sido despedidos por chocar con él o con Carlota Gómez, su mano derecha y actual directora legal, o se han marchado en pocos meses porque no aguantaban más.

“La actitud de los fundadores era... No sé cómo describirla”, rememora un antiguo empleado. “No diría que fuera tirana. Creo que la gente se comporta como ha visto toda la vida en su casa. Y ellos deben de venir de familias con dinero. Pues así”. En ocasiones, las disputas subían de tono y terminaban con descalificaciones entre el CEO y su equipo. “Les he visto decir a los de finanzas: tenéis cincuenta años y trabajáis como niñatos. No hacéis nada”, cuenta un extrabajador. “Al principio veías que eran bordes, muy ácidos contestando. Pasa el tiempo y dices: me están tratando fatal”.

Estas y otras situaciones han llevado a que, con poco más de un año y medio de vida, por Ninety Nine hayan pasado unas 35 personas, de las cuales al menos 15 están fuera ya. Muchos han sido despidos, generalmente de managers o cargos intermedios; el resto, bajas voluntarias. Y eso que la idea, el buen sueldo y los potentes nombres que hay detrás atraían a profesionales reconocidos en su sector.

Los exbanqueros Marcial Portela, que fue director general del Grupo Santander y consejero delegado de Santander Brasil, y Michel Goguikian, otro hombre fuerte del banco en Latinoamérica (presidió el Banco de Velezuela, propiedad de Santander entre el 96 y 2009, cuando Hugo Chávez lo nacionalizó) son miembros del consejo. También está Iñaki Berenguer, uno de los emprendedores españoles a los que mejor le ha ido en Estados Unidos. Berenguer es famoso por haber vendido tres empresas: la última esta misma semana, al gigante AON y “por un precio de nueve cifras”.

“El proyecto empezó como una 'startup' en el salón de mi casa”, señala el joven CEO, Javier Sanz. En menos de dos años, presume, cuenta con “consejeros de renombre” y “fondos de inversión internacionales” que les guían. Mientras tanto, sus empleados y exempleados se ríen con el 'Quiénes somos' de la web. “Pone que somos una piña y que nos lo pasamos de muerte”, recuerdan. “Sí, de muerte”.

La copia: Robinhood

Casi todas las historias de 'startups' en España comienzan con su homóloga estadounidense, con la idea original que alguien ve y quiere traerse y copiar. En este caso la agraciada es Robinhood, una app que permite invertir en Bolsa fácilmente y sin comisión. Su mercado son los millennials y su discurso la “democratización”. Sus fundadores, un joven búlgaro (Vlad) y otro estadounidense (Baiju) que estudiaron en Standford y ya son multimillonarios, dicen que decidieron construir un producto “que permitiera a todo el mundo acceder a los mercados financieros, no solo a los ricos”. Cada operación de compra de acciones en Estados Unidos lleva un 10% de comisión, así que lo que hicieron Baiju y Vlad fue eliminarla.

Robinhood nació en 2013 y con su última ronda de inversión pasó a estar valorada en 7.600 millones de dólares. Lleva 912 millones recaudados. La capacidad de atraer a jóvenes, a gente que si no quizá no invertiría, y sus seis millones de usuarios explican la tremenda valoración.

Javier Sanz tenía entonces poco más de veinte años. “Dejé la carrera en mi último año y en los últimos ocho he emprendido en proyectos relacionados con las tecnologías”, explica por email (en un primer momento, Sanz concedió una entrevista en persona a eldiario.es, pero más tarde cambió y prefirió un cuestionario por escrito). “La idea surgió hace algo más de dos años, con la misión de hacer accesibles los mercados financieros al 99%. Cuando empecé a invertir cantidades pequeñas en compañías que me gustaban como Netflix o Spotify, me encontré ante un sector con grandes ineficiencias”.

Según otras fuentes, Sanz —persuasivo, como muchos jóvenes emprendedores capaces de convencer a inversores— trabajaba en Estados Unidos cuando se fijó en Robinhood y volvió a Madrid para montar su propia versión. En abril de 2018 fundó la empresa y una sociedad en Delaware (un paraíso fiscal al que van casi todas las 'startups') y en septiembre lanzó la primera nota de prensa, diciendo que la app saldría antes de final de año. Aún no lo ha hecho.

Ninety Nine contaba ya con 4,5 millones de inversión. Cerró 2018 con 13 empleados (once hombres y dos mujeres) y casi medio millón de euros en gastos de personal. Para 2019, la compañía buscaba veinte millones más que aún no han llegado, aunque recientemente se hizo una ampliación que “nos permitirá contratar más”.

Ambiente de “paranoia”

2018 fue tranquilo. Una chica se fue y una directora legal, con trayectoria sólida, duró dos semanas porque quería otra cosa. Pero a partir de 2019 empezaron los despidos: el del director financiero y el de operaciones, porque los fundadores decían que eran malos e “iban contra la empresa”, el de otra persona que se dio de baja y al final echaron y así hasta doce y seis salidas voluntarias, como la de un director de diseño que estuvo pocas semanas.

“Al margen de los despidos había gritos, broncas y acusaciones falsas”, recuerda un empleado. “El ambiente no era bueno. Cuando Javier y Carlota se iban de vacaciones se estaba mejor y no era por no trabajar”. Javier y Carlota, a la que todos mencionan como cofundadora, pareja de Sanz (algo que ella niega) y aparece en Linkedin como Head of Legal & Partnerships de la compañía, tienen menos de treinta años y un despacho en la oficina, raro en una startup. El equipo recuerda escenas como la de minimizar a un antiguo trabajador de Cabify diciendo que “con todos los respetos, Cabify no lo has montado tú” o la de echar a las dos únicas mujeres del equipo, la directora de recursos humanos y la 'office manager', de la sala donde todos trabajaban porque “siempre estáis de palique” y “esto parece un gallinero”.

En palabras de otro exempleado, lo que había implantado era una “cultura del miedo”.

“El patrón general es: primero confío mucho en ti y luego ya no. Y te pido tareas, pero te lo pongo imposible y luego te echo la bronca porque no está hecho”, indican. Los empleados describen una cultura de paranoia y desconfianza, presentista, con problemas para trabajar en remoto, salir a dar charlas (habitual en el sector), hacer horario de verano e incluso bajadas de sueldo como “castigo”. El CEO tiende a achacarlo a que tiene 27 años y mucha presión de sus inversores. También se justifica diciendo que en Estados Unidos se dicen las cosas a la cara y que no pasa nada por comentar a alguien que su trabajo está mal: a él los inversores también se lo hacen.

Preguntado por este medio, Sanz no explica el porqué de tantas salidas en tan poco tiempo. “Hemos ido adaptándonos a las circunstancias y recursos que teníamos en cada momento. Ahora podemos acceder a perfiles de gran 'seniority' [con más experiencia] que antes no podíamos”, dice. Sobre si en la oficina hay mal ambiente, asegura que “todo lo contrario. Todos los jueves hacemos un evento social de empresa. La semana pasada fuimos a jugar a los dardos y esta semana un compañero va a traer juegos de mesas a la oficina. El día de cumpleaños no se trabaja...”

¿Cuándo llegará la app?

Con 4,5 millones en caja, dos importantes ex Santander en el Consejo y un aclamado 'emprendedor en serie' como Berenguer, a Ninety Nine no le era difícil captar talento. Por su equipo han pasado desarrolladores de empresas reconocidas (Cabify, Carto, Tuenti, Bebanjo...) y perfiles financieros con mucha experiencia, ya que para crear una sociedad de valores la CNMV lo exige. Ninety Nine asegura tener licencia de la CNMV desde mayo, aunque aún no aparece en el registro porque no está constituida la mercantil a la que va asociada.

Un nuevo 'product manager' y un jefe de tecnología lideran ahora el equipo con más mano izquierda y rehacen todo lo que había desarrollado. En teoría, anunciarán el lanzamiento de la app “muy pronto”. Uno de sus competidores, el neobanco inglés Revolut —conocido por haber exigido a los aspirantes a un puesto de trabajo que captaran 200 clientes sin cobrar— ha lanzado hace poco una funcionalidad similar, también sin comisiones. Y Robinhood, la original, ha desvelado sus planes de entrar en Europa empezando por Reino Unido

Tantas salidas en tan poco tiempo han dejado un runrún en el sector. Ahora la gente se lo piensa dos veces antes de entrar a Ninety Nine. A algunos entrevistados no les ha dado buena espina que el CEO sea tan joven; otros a los que han contactado y saben lo que hay han dicho que “ni hartos”.

Sanz, sin embargo, tiene otra percepción. “En las últimas 3 semanas se han incorporado 3 personas, y en las próximas semanas incorporaremos a otra persona más. Creo que la cultura que ha generado Ninety Nine es excelente. Y es un gran canalizador de talento”, zanja.

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