El francés Dominique Strauss-Kahn, exdirector gerente del FMI, carga contra las condiciones “espantosas” del acuerdo para el tercer rescate de Grecia. Lo hace en un artículo titulado “Carta a mis amigos alemanes” publicado en inglés, alemán y francés, en el que, sin entrar en detalle sobre “las medidas impuestas a Grecia”, advierte de que “es el contexto en el que se ha establecido este dictado lo que crea un clima devastador”.
Strauss-Kahn asume que “el carácter aficionado del Gobierno griego y la relativa inacción de sus predecesores ha superado los límites”, así como que los acreedores liderados por los alemanes estén hartos por la situación que se ha creado. Pero, a su juicio, los dirigentes europeos tendrían que haber estado por encima de la tentación de “una victoria ideológica sobre un Gobierno de extrema izquierda a costa de una fragmentación de la Unión. Porque se trata de eso”.
El político socialista -que ambicionaba con presentarse a las elecciones presidenciales de 2012 en Francia hasta que un escándalo sexual de Nueva York en mayo de 2011 hundió su carrera- se queja de que se haya impuesto una lógica contable.
Y en particular, que los muñidores del acuerdo se hayan negado a “aceptar una pérdida, que es evidente, al seguir retrasando a un compromiso sobre la reducción de la deuda (griega), y hayan preferido humillar a un pueblo porque es incapaz de reformarse”.
Según su análisis, al haber querido privilegiar los “resentimientos, por justificados que estén, antes que los proyectos de futuro”, se da “la espalda a lo que debe ser Europa, a la solidaridad ciudadana”.
El exdirector del FMI estima que, en el fondo, se trasluce que el euro es “una unión monetaria imperfecta forjada a partir de un acuerdo ambiguo entre Francia y Alemania”. Para Alemania, se trataba de fijar un régimen de tipo de cambio fijo en torno a la que era su moneda, el marco, e imponer a partir de ahí su visión económica, mientras que para Francia era una forma “un poco ingenua y romántica” de crear una divisa de reserva internacional que respondiera a las “ambiciones de grandeza” de su élite.