Americanos, os saludamos con alegría. Así han recibido las bolsas, especialmente Wall Street, la llegada de Donald Trump como presidente de la economía más poderosa del mundo. Pese a que se preveía una debacle bursátil, la bolsa subía a buen ritmo en la mañana del jueves en Europa aunque con un fuerte componente de volatilidad que terminó girando al rojo a media tarde hasta cerrar con una caída en el caso del Ibex del 1,65%. Los diarios económicos, las principales cabeceras mundiales, se han cansado de pronosticar una catástrofe si Trump llega al poder e implementa las medidas económicas prometidas en la campaña. ¿Entonces? Entonces resulta que los inversores tienen su propia agenda, en la que descuentan que en el corto plazo la economía de EEUU crecerá y que por fin se acabará la austeridad que ha tenido maniatados a los mercados de renta variable durante algunos meses. Pero no todo sube ni todo sale igual de favorecido y el nerviosismo se extenderá las próximas semanas e incluso meses. Estas son algunas claves de este signo positivo.
Plan de estímulo o de dopaje
Donald Trump ha basado la mayor parte de su programa en un plan de choque de construcción de infraestructuras, casi el único que volvió a resucitar y a comprometer en su corto (y pacífico) discurso de agradecimiento. Algunos expertos están calculando que este plan puede suponer una subida de un 2% adicional sobre la mejora del PIB que se preveía para los próximos años en EEUU. ¿Que no cumple ni la mitad del programa? Pues aún así algo más mejorará la economía que con las actuales medidas que observan con disciplina la deuda y el déficit. Los mercados descuentan que Trump va a emitir deuda para financiar su programa, pero eso ya no parece un problema.
Pero, ¿no les gustaba la austeridad?
“Nos gustaba”, reconoce un analista de mercados que prefiere no ser citado. “Pero ya se le ha perdido respeto a la deuda” reconoce. El “nuevo normal” es que los bancos centrales asuman toda esta “caca” (sic) y se traguen todo lo que sea necesario. Así que, en realidad, lo que los inversores prefieren ahora son medidas que den un choque de crecimiento al mercado. Lo que tenía cabizbajas a las bolsas no eran las enormes bolsas de deuda pública embalsada en las economías nacionales. Era el estancamiento secular. Las políticas de austeridad han conseguido que se prevean (hasta ahora) crecimientos anémicos en la economía. ¡Trump ha prometido escuelas, hospitales, autopistas! ¡Más madera! Ya se encargará la Fed de deglutir toda esa deuda.
Subirán los tipos de interés
Pero hoy no todo sube en las bolsas. La renta variable es la que está teniendo una mejor acogida. Esto supone una apuesta cortoplacista (dos o tres años a lo sumo) que es lo que un plan de choque puede favorecer a la economía antes de que las derivadas del trumpismo estropeen algo más. Una subida del PIB presupone (al menos hasta ahora) un incremento de la inflación y, por tanto, un repunte de los tipos de interés. Así que las carteras de deuda fija se van recolocando ante este nuevo escenario. La deuda a largo plazo (a más de 10 años) sí empieza a percibirse como “peligrosa”, pero los activos a corto cotizan al alza. En el rabioso corto plazo, Janet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal (le guste o no a Trump) hasta 2018, ha declarado públicamente que no le gusta la volatilidad, y de eso va a estar servida en los próximos meses. Eso puede retrasar la inminente subida de tipos. ¡Bingo! Un estímulo a la economía real acompañado de tipos a cero.
El riesgo ya no es lo que parecía
Tampoco es desdeñable el papel que está jugando la regulación en los movimientos de los mercados. Los reguladores instan a los bancos y entidades financieras a que tengan el mínimo riesgo posible en sus carteras. Esto dinamiza la negociación (compran y venden rápido para no quedarse con el riesgo) y cambian la forma natural de operar, cubriendo el riesgo con muchos derivados o invirtiendo en activos que no se quedan en cartera.
Suben el petróleo y los jugadores tradicionales
En esta perspectiva de inversión cortoplacista, incumplir tratados medioambientales y saturar el planeta de contaminantes no es un problema para ganar dinero en el corto plazo; si con un freno se encuentra el ímpetu ecologista, es con lo rentable que sale contaminar. Trump es sinónimo de pasar kilos del cambio climático y una de sus obsesiones es que Estados Unidos sea energéticamente suficiente. El método para conseguirlo es impulsar el fracking, relanzar los hidrocarburos tradicionales y la quema de carbón. Una industria que estaba en horas bajas encuentra el mejor de sus aliados y las grandes petroleras (que tienen unos pesos enormes en los índices bursátiles) así como las empresas de ingeniería (en España el valor que lidera las subidas del Ibex 35 este jueves es Técnicas Reunidas), suben como si no hubiera mañana. El crudo, que ayer cayó durante la jornada casi un 1%, hoy está en un impasse intentando decidir cuál será el futuro de su precio. Hasta ahora, la mejora en la producción en EEUU había supuesto una guerra de precios con los países productores que había terminado por inundar de oro negro los mercados y desplomar su precio. Pero en un mundo en el que las petroleras vuelven a molar y en el que países productores se pueden enfadar entre ellos, el precio del crudo puede tener un giro sorprendente.
¿Trump va a ser bueno para la economía?
Lo aquí expuesto no habla de una mejora para la economía, sino de un abanico de oportunidades de ganar dinero en el corto plazo. Que eso viene a ser simplistamente la apuesta por la bolsa. Otra cosa es que ese crecimiento tipo flash, sea sostenible, perdure en el tiempo, sea equilibrado y un largo etcétera. Pero en el rabioso corto plazo hay quien le va a sacar tajada a los planes de Trump. Por ejemplo, se espera que crezca la inversión en defensa, uno de los sectores más intensivos y que más rentabilidad puede suponer por cada euro invertido. ¿Es bueno? Pues en principio, no. ¿Se notará en la bolsa? Sí.