¿Cómo tratar a la enferma economía alemana?

Aldo Mas

Berlín —
4 de agosto de 2023 22:29 h

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En la prensa económica germana andan preguntándose –y seguramente sea de modo retórico– si Alemania no ha vuelto a convertirse en “el enfermo de Europa”. La expresión alude a la peor racha económica reciente sufrida en el país del canciller Olaf Scholz a finales del siglo pasado, en tiempos de Gerhard Schröder. Entonces, la economía estaba en recesión y un reencuentro con el crecimiento no era nada evidente. Es lo mismo que pasa ahora.

De ahí que haya vuelto, al menos entre interrogantes, esa idea de que la economía alemana está “enferma”. “¿Alemania es de nuevo el enfermo de Europa?”, se han preguntado en las páginas económicas del diario Die Welt. También lo han hecho en la revista económica Manager Magazin e incluso en el servicio exterior germano de radiotelevisión que es la Deutsche Welle. En el principal partido de la oposición, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), para meter presión al ejecutivo tripartito que lidera Scholz, no se lo preguntan. Lo afirman. Carsten Linnemann, secretario general de los democristianos, lo apuntaba tal cual: “Alemania vuelve a ser el enfermo de Europa”. 

Cierto es que las últimas previsiones sobre crecimiento económico para este año del Fondo Monetario Internacional (FMI) muestran que Alemania es la única que no crece de las grandes economías industrializadas. Dicha institución ve el PIB alemán encogiéndose un 0,3% en 2023. Inicialmente, para este 2023, el FMI preveía una caída mínima de la economía alemana, del 0,1%. Según el organismo multilateral, Alemania es el único gran país que en 2023 muestra datos en negativo sobre la evolución de su PIB, a diferencia de lo que se prevé para Estados Unidos, China, Japón, India, Reino Unido, Francia, Brasil e incluso Rusia.

Con datos así, políticos, economistas y comentaristas germanos se han puesto la bata de “sanitarios-económicos” para diagnosticar y tratar al enfermo. No hay, eso sí, unanimidad a la hora de recetar medicación. La cuestión energética, clave para entender el auge de los precios que sufre el país y que tanto lastra a la industria del celebérrimo 'Made in Germany', no parece que se vaya a resolver pronto. Los elevados costes energéticos derivados de la guerra contra Ucrania lanzada por Rusia, país de cuyo gas se había hecho dependiente Alemania, parecen ser ahora una cuestión estructural.

¿Un programa de estímulo económico o inversiones donde sean necesarias?

Según defienden en el Gobierno germano, de la actual situación no se va a salir con programas clásicos de estímulo económico. Estimular la economía no evitará que la energía siga resultando cara en el país de Scholz. Así lo daba a entender en una reciente entrevista con el diario Handelsblatt el ministro de economía y vicecanciller, Robert Habeck (Los Verdes).

“Un programa clásico de estímulo coyuntural, algo que están pidiendo algunos en un acto reflejo ahora mismo, no nos ayuda. Cuando en tiempos de alta inflación se reparte dinero como si se tratara de regar, eso sólo hace que crezca una cosa: la inflación”, señalaba Habeck, aludiendo a peticiones como la que ha lanzado Markus Söder. El presidente del rico Land de Baviera además de líder de la también conservadora Unión Socialcristiana (CSU), un partido hermanado a la CDU, señala: “El Estado debe fortalecer la economía con un programa de estímulo”, según ha recogido Handelsblatt.

Cierto es que la inflación en Alemania, como en el resto de Europa, se ha relajado respecto a los peores momentos vividos por el alza de los precios. La inflación en la zona euro estaba en julio en un 5,3%. En Alemania, según las previsiones que ha hecho para julio la Oficina Federal de Estadística (Destatis), la inflación está en un 6,2%. Son datos aún muy alejados del 2% que tiene como objetivo, en principio, el Banco Central Europeo (BCE).

Sin ánimo de provocar más inflación, Habeck quiere ver “impulsos a las inversiones” y “margen de maniobra para las industrias de uso intensivo de energía”. “Eso es lo que necesitamos en Alemania”, decía Habeck en su entrevista con el Handelsblatt. Ahora bien, margen de maniobra, según lo previsto en los presupuestos para 2024, no hay. 

De hecho, en la lógica espartana que quiere ver implementada el ministro de Hacienda, el liberal Christian Lindner, en los presupuestos para 2024 hay escrita una voluntad de ahorro de más de 30.000 millones de euros. Las cuentas que arrojan los presupuestos de Lindner para 2024 presentan un gasto público de 445.700 millones de euros. En 2023, el gasto público del presupuesto de Scholz ascendía a 476.300 millones de euros. En años anteriores estuvo por encima de los 500.000 millones de euros.

El SPD apoya a Habeck, pero hay “resistencia”

Habeck quiere que su país desembolse unos 30.000 millones de euros en ayudas al precio de la electricidad para la industria, un coste que por la inflación está haciendo sufrir a muchos sectores. Cabe entender que esos 30.000 millones de euros debieran servir para acompañar a las empresas hasta que las apuestas germanas por las renovables y el hidrógeno verde empiecen dar resultados. En palabras de Habeck, Alemania aún necesita “ir más rápido en materia de energías renovables” y adoptar otras medidas como “beneficios fiscales” donde sea menester.

En suma, Habeck, que cuenta en su “tratamiento económico” para Alemania con el apoyo del SPD, quiere que haya inversiones en las tecnologías de futuro además de esas ayudas millonarias para luchar contra el alto precio de la electricidad que está lastrando a la industria del país. A estas alturas, ya no parece ser suficiente aquel paquete valorado en 200.000 millones de euros diseñado por Scholz, Habeck y compañía el año pasado. Con él, el país superaba, mal que bien, el que ha sido el primer invierno sin gas ruso. 

Pero estos días Habeck se ha topado, junto a las “resistencias” presupuestarias y las que se esperan del FDP, con opiniones contrarias procedentes del Consejo Alemán de Expertos Económicos, órgano asesor del Ejecutivo, de acuerdo con las páginas económicas del influyente diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. No parece que le vaya a resultar fácil al ministro de Economía alemán aplicar su tratamiento para el enfermo en que se ha convertido el rendimiento económico germano.

Mientras se debaten las medidas que tomar en las altas instancias del poder teutón, los hay que prefieren mover ficha. El gigante químico alemán BASF, una de las empresas que más se han visto afectadas por el cierre del grifo del gas natural ruso en 2022, ya ha anunciado un plan de ajuste que le va a llevar, hasta 2026, a ahorrar 200 millones de euros anuales. Despedirá a 2.600 empleados de una plantilla con algo más de 100.000 trabajadores en todo el mundo.