En una habitación a oscuras, con las persianas medio bajadas, en el domicilio del exgobernador del Banco de España Mariano Rubio, él y su sucesor, Luis Ángel Rojo, mantuvieron una conversación en la que el segundo le pedía que asumiera su responsabilidad en el caso Ibercorp, por el que había tenido que dimitir dos años antes, para evitar que siguiera erosionando la credibilidad del organismo supervisor. Minutos después de que Rojo dejara la vivienda, Rubio era detenido y, posteriormente, encarcelado. Esta escena, que se produjo en 1994, es relatada por el economista José Luis Malo de Molina en su recién publicado libro 'Los años cruciales del Banco de España (1992-2018): Una visión desde el interior' (Marcial Pons, 2021), donde relata las casi tres décadas que pasó al frente del Servicio de Estudios del organismo.
Malo de Molina llegó al cargo el mismo año que Rojo asumía la dirección del supervisor bancario en un periodo bastante convulso. “Los problemas heredados de la etapa de Mariano Rubio habían dejado una crisis de confianza en la gestión del Banco de España”, señala al comienzo del relato el economista. A ello se sumaban los esfuerzos macroeconómicos y de gestión que suponía la reciente entrada de España en las instituciones europeas, así como algunos mediáticos escándalos financieros como el que derivó en la intervención de Banesto.
Con la gestión que hizo Rojo de estas y otras patatas calientes que le tocó vivir durante sus ocho años en el cargo, Malo de Molina arranca un relato que le lleva a hacer un prolijo análisis de la evolución de la economía española sin dejar de lado un profundo comentario sobre el auge y la caída de la reputación del Banco de España durante los años que pudo ser testigo de la dirección del organismo, hasta que el gobernador Luis María Linde forzara su cese en 2015.
Malo de Molina defiende que con Rojo llegó una etapa de crecimiento de la confianza y el prestigio del Banco de España. “Con el mandato de Ángel Rojo el banco alcanzó su punto álgido”, defiende en conversación con este medio. Le cita como el responsable de la construcción de la independencia del organismo y de su “diseño industrial”. Sin embargo, ya desde entonces el autor del libro advierte de la difícil convivencia del organismo con el poder político.
Tras Rojo llegó al cargo Jaime Caruana, ya con el PP en el poder y Rodrigo Rato como ministro de Economía. Malo de Molina destaca de este periodo el ciclo económico alcista y cómo se fueron generando los desequilibrios que estallarían finalmente en la crisis financiera de 2008, como la “desbocada” política urbanística de los ayuntamientos españoles. No solo eso. El economista señala que el patrón de crecimiento de aquellos años no podía sostenerse, se hicieron patentes problemas de competitividad y, según defiende, se produjo una “infravaloración” de los riesgos para la economía. Desde el Banco de España llegan los primeros avisos sobre estos desequilibrios que, según señala, fueron recibidos como un “alarmismo injustificado”.
Corrían los años de crecimiento económico y bonanza y los mensajes contrarios no eran bien recibidos por el poder político. El economista no rehúye en el libro la responsabilidad del Banco de España y reconoce que se produjeron “titubeos” en el diagnóstico de la situación. “Existe una tendencia natural a exagerar la confianza en la capacidad de juzgar las probabilidades de los acontecimientos futuros y sobre todo a infravalorar la posibilidad de acontecimientos altamente infrecuentes. Y el Servicio de Estudios pudo verse arrastrado por ello”, analiza en el libro.
“Se nos tachaba de cenizos, pero no lo fuimos lo suficiente”, reconoce a este medio. Aunque los informes sobre los excesos urbanísticos o determinados desequilibrios financieros venían repitiéndose desde el año 2003, asume que “deberíamos haber insistido con mayor contundencia”.
¿Cómo una institución puede llegar al pico de su reputación y prácticamente al suelo en apenas una década? “En España la crisis financiera arrastró a una crisis institucional, se rompió el equilibrio político de la Transición y se produjo una mayor confrontación política y eso llegó al Banco de España”, analiza Malo de Molina, que asegura que se expuso al organismo a la batalla entre los dos grandes partidos políticos. Uno de los problemas, según el autor, es que se quebró el consenso en los nombramientos que se había practicado con los dos gobernadores anteriores cuando tocó elegir a Miguel Ángel Fernández Ordoñez, el responsable del Banco de España que tuvo que lidiar con la crisis.
Pese a que este gobernador, nombrado por el PSOE en 2006, conocía los informes de su propio organismo sobre los desequilibrios existentes tanto en la economía como en el sector financiero, Malo de Molina destaca que prefirió un discurso “benévolo” y una apuesta por “desdramatizar” el elevado endeudamiento de los hogares. Incluso señala los “excesos verbales” cometidos por el propio gobernador cuando las cajas de ahorros comenzaron a colapsar.
El autor va alternando en el libro profundos análisis de la evolución de la economía con la complicada labor del Banco de España durante los años de la crisis financiera. Hace especial hincapié en los enfrentamientos que tenía el organismo con el Gobierno, primero socialista y posteriormente popular, que dejaban al supervisor en ocasiones en situaciones “innecesariamente incómodas” a nivel internacional, llegando a confrontarlo con el propio Banco Central Europeo. Las “cotas elevadas” de este enfrentamiento llegaron ya con el PP en el poder y el libro sugiere que se “relegó” al organismo en la reforma financiera, con Luis de Guindos como ministro, llegando a “invadir sus competencias”. Malo de Molina considera “sorprendentes” las críticas públicas que Guindos vertía sobre el organismo, hasta el punto de preferir optar por agencias privadas evaluadoras de la situación del sistema financiero antes que el propio Banco de España.
Sus últimos años
Y acabó llegando la dimisión de Fernández Ordoñez, quien dejó el cargo un mes antes de que venciera su mandato. Tomó el relevo Luis María Linde, el cuarto y último gobernador del Banco de España con el que coincidiría Malo de Molina. El economista defiende que el nuevo responsable del supervisor era conocido como un perfil “estrechamente vinculado” con Guindos, con quien tenía una “prolongada relación de amistad”, lo que “suscitó la inquietud” por las consecuencias que podría tener sobre la independencia del organismo. Linde asumió el cargo escasos días antes de que se anunciara el rescate financiero en España.
En esta última etapa se produce un hecho con el que Malo de Molina muestra su disconformidad: la comisión de investigación del Congreso sobre la crisis financiera. Terminada en 2018, PP y PSOE pactaron unas conclusiones en las que se sacudían su responsabilidad y culpaban al Banco de España y los supervisores. “La comisión hizo un trabajo muy amplio y exhaustivo. Si uno está en condiciones de leérselo todo, se da cuenta de que ahí está todo”, defiende el autor del libro. “A la hora de las conclusiones se centraron en el camino fácil, que fue la crítica al papel del supervisor”, añade. “Los dos grandes partidos tenían una doble responsabilidad, como gestores de la política económica y como gestores de las principales entidades financieras del país”, recuerda.
Malo de Molina dejó finalmente su cargo en la dirección del banco a mediados de 2015 tras ser cesado por Linde. Desde hacía tiempo, desde las filas del PP no escondían, según relata el propio autor del libro, sus peticiones para que fuera sustituido. Se le consideraba en la órbita del PSOE y muy cercano a Fernando Restoy, subgobernador del Banco de España. Le sustituyó Pablo Hernández de Cos, quien acabaría siendo elegido en 2018 nuevo gobernador del supervisor, días antes de que triunfara la moción de censura contra Mariano Rajoy.
Con la llegada de Hernández de Cos concluye el relato de Malo de Molina, que termina con una visión optimista del futuro del supervisor. “Afortunadamente, esta historia de ascenso y declive del prestigio institucional se ha podido narrar desde la perspectiva esperanzadora que se abrió con una progresiva rehabilitación del papel del Banco de España”, apunta. Con el actual gobernador, considera, se ha producido “un renovado ascendiente en la sociedad española y progresivo reconocimiento internacional”.