El triunfo de Sheinbaum lleva a restaurar los lazos EEUU-México… a la espera del duelo Biden-Trump
El respaldo popular en las urnas a la hasta ahora alcaldesa de México DF ha sido incontestable. Casi tanto como el terremoto provocado por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que lidera el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que ha pasado de controlar cuatro a 25 estados del país en sus seis años de mandato, ha crecido en los 32 de su espacio federal tras ganar siete de los nueve gobernadores en juego y acapara la mayoría de los 628 diputados del Congreso y de los 19.000 cargos municipales.
La delfín política de AMLO superó a su mentor en cinco puntos, al conseguir el 59% de los votos frente al tripartito del histórico PRI que gobernó ininterrumpidamente con su dictadura perfecta de designaciones a dedo a sus sucesores presidenciales y sus soterrados pero frecuentes hábitos caciquiles durante los primeros 71 años de independencia del país, el conservador PAN y el PRD.
Fuerza y Corazón por México, la coalición gestada en 2021 que presentó de cabeza de cartel a la empresaria Xóchitl Gálvez, crispó la arena electoral con mensajes nacionalistas como Hay que salvar a la patria o México está en riesgo porque Morena está llevando al país al abismo. Sin embargo, sucumbió en bloque ante la heredera de AMLO, que destacó por su activismo universitario como recuerda la historiadora Ana Sofía Rodríguez Everaert, pero cuyo liderazgo “va más allá de ser la primera mujer que accede a la Jefatura del Estado mexicano” por tener tras de sí una trayectoria como ingeniera y académica en energía y fuentes renovables de “reconocido prestigio”. Además de “un legado de tenacidad” para impulsar transformaciones socio-económicas que “no guarda parangón” con sus antecesores en el cargo.
Claudia Sheinbaum (61) comparte con AMLO su tesis para superar el neoliberalismo y su rechazo a todo proceso privatizador, al que vinculan con actos de corrupción. Pero “es más pragmática y menos ideológica” que su mentor, y su percepción alternativa incluye la construcción de un “auténtico estado de bienestar” que se erija, según sus palabras, en la “gran materia prima” del país, explica Isidro Morales, analista del Center for the United States and Mexico.
Sheinbaum no renuncia a la soberanía energética de México, que está escrita con letras de oro en la Carta Magna y que prohíbe la privatización de Pemex, joya petrolífera del quinto productor de crudo de América, aunque defiende a ultranza que el cambio económico pasa por el final de las emisiones netas de CO2 y las energías renovables. Tampoco le temblará el pulso a la hora de instaurar una agenda reformista que eleve la calidad sanitaria del país, saque a sus trabajadores de la economía sumergida y mejore las habilidades técnicas de sus profesionales y académicas de sus estudiantes. Ni, por supuesto, la reconfiguración de las relaciones bilaterales con EEUU, en todos los órdenes y como prioridad exterior.
Shannon O’Neil, del Council on Foreign Relations (CFR) cree que podrían darse las circunstancias de que se reseteen. A su juicio, los cambios de liderazgo -“posiblemente en ambos países”, pero incluso bajo otro mandato de Biden-, dibujan ese escenario y dejarían atrás seis años en los que AMLO “ha sabido labrarse la popularidad doméstica reconduciendo en su beneficio la política migratoria estadounidense”, aclara en Foreign Affairs. Mientras diluía “la preocupación de EEUU por las disputas comerciales”, pese a que México se ha convertido en el primer proveedor de su mercado -en cierta medida, por las fábricas de capital chino en su territorio y, en especial, en el sector automotriz-. por la gestión gubernamental de AMLO o por la lacra del crimen organizado y la indefensión social frente a la violencia de su vecino meridional.
Distintos enfoques, según el inquilino de la Casa Blanca
O’Neill aprecia avances bilaterales en caso de victoria de Trump precisamente en seguridad, con Biden más proclive a sincronizar las hojas de ruta verdes, las agendas económicas en favor de la prosperidad, la lucha contra las desigualdades y el fortalecimiento de las clases medias. Ambos sacarán a la palestra otra ronda de negociaciones para recomponer las pasarelas comerciales y los acuerdos empresariales. Eso sí, el republicano exigirá estándares productivos camuflados de comercio justo y equitativo para entorpecer los frenéticos flujos de bienes y servicios mexicanos y el demócrata buscará garantías de estabilidad financiera y conciliar recetas keynnesianas como antídoto a las nuevas rebajas fiscales neoliberales que implantaría Trump y que generarían más dumping tributario a su socio del Nafta 2.0.
De lado mexicano, Sheinbaum carecerá del ascendente interno de AMLO, que le ha otorgado un periodo de estabilidad civil y a buen seguro de los recursos de los que ha dispuesto su antecesor. El corsé presupuestario vuelve a México como a otras latitudes industrializadas y emergentes. Si bien, en caso de triunfo de Biden, la futura presidenta mexicana tendrá ocasión de profundizar en los planos bilateral y multilateral; por ejemplo, sobre el tratado de comercio norteamericano (USMCA), lanzado por Trump, y al que el líder demócrata ha marcado el reto de armonizar las políticas industriales, revitalizar las cadenas de valor y potenciar los bienes, servicios y capitales.
La Casa Blanca concedió a México un acceso y tratamiento especial a los subsidios de la Inflation Reduction Act (IRA) para la fabricación de vehículos eléctricos y barajaba hacer lo mismo con su Chips & Science Act de ayudas a la fabricación de semiconductores. El apoyo de Biden a estimular el sindicalismo no solo ha calado en EEUU, sino que lo ha exportado a México. Pero donde más margen tendría el tándem Sheinbaum-Biden sería en la creación de unas economías descarbonizadas.
México todavía duplica la aportación de los combustibles fósiles en su mix energético y está lejos de los compromisos del Acuerdo de París, aseguran en Climate Action Tracker, que auguran un alza de emisiones de CO2 mexicanas en el futuro. A no ser que, como calcula Morgan Stanley, México dedique los 40.000 millones de dólares en inversiones verdes prometidos en el próximo lustro a generación de electricidad renovable, arsenal del que sus empresas privadas carecen, pero que pueden perfilar mediante fondos estatales, multilaterales -de la USMCA- y bilaterales, por el acceso directo a la IRA o al billonario plan de infraestructuras estadounidense.
Control del asilo a cambio de vínculos energéticos y económicos
O’Neill cree que la profundización de las relaciones bilaterales se daría una vez se conozca quién de los dos aspirantes estadounidenses obtendrá su segundo mandato y que la inmigración, pese a ser uno de los trampolines de la resistencia de la mayor economía global a entrar en recesión, será la piedra angular. Los casi 400.000 casos pendientes de asilo demuestran que las normas y controles no son efectivos y que, quizás, “la solución pase por la reclamación mexicana de recibir fondos para contener las oleadas migratorias y por el uso de la Casa Blanca de recursos federales que integren a los millones de refugiados y de buscadores de asilo en sus comunidades ”ante la demanda de trabajo“ en una economía de pleno empleo y millones de ofertas sin cubrir.
Además, el diálogo abierto, permitiría al próximo inquilino del Despacho Oval acelerar el modelo de asilo, incorporar a jueces especializados o inaugurar oficinas administrativas para suprimir la larga lista de espera, que pueden oscilar entre meses y años.
La alta tensión que despierta este asunto se comprobó menos de 48 horas después de la victoria de Sheinbaum, con la orden ejecutiva de Biden de restringir la entrada de inmigrantes, dificultar las concesiones de asilo a personas indocumentadas y aplicar deportaciones inmediatas cuando se rebasen los 2.500 pasos fronterizos por semana, una ley impuesta por Trump con claros tintes electoralistas. En diplomacia, cuando la cuerda se tensa lo suficiente, pero sin llegar a romperse, se acaba entrelazando intereses dispares en causas comunes.
Sheinbaum apostará por la economía y los foros internacionales
Julián Ventura, diplomático mexicano que ejerce de analista para el think tank Chatham House, espera de Sheinbaum una sustancial mejoría de la imagen de su país en foros económicos y multilaterales. “Priorizará los vínculos con Brasil” -al fin y al cabo es la cuarta de las cinco grandes economías latinoamericanas con dirigentes progresistas; todas, a excepción de la Argentina del anarcocapitalista Javier Milei-, lo que concede a todos ellos un indudable poder de interlocución ante los ideólogos de las secretarías de Estado y del Tesoro de la puerta trasera de EEUU, y a la sucesora de AMLO “en el G-20”.
De la mano de Luiz Inacio Lula da Silva también se labrará un protagonismo personal en la COP29 en su “prioritaria transición energética y donde podrá mostrar su arrojo con una de sus grandes armas políticas” hacia la que su predecesor no mostró tener una sensibilidad especial. Y, si logra forjar un diálogo fluido con su homólogo americano, tendrá la oportunidad de revitalizar, dentro de la revisión del USMCA en 2026, los lazos comerciales, las inversores y pactos para suministrar chips y modernizar las infraestructuras fronterizas con sus dos socios del norte que, a cambio, exigirán restricciones al capital chino afincado en México.
La reactivación del Acuerdo Global con la UE y el adicional con el Reino Unido post-Brexit le daría credenciales en el exterior y le ayudaría a combatir las tentaciones proteccionistas. Al igual que si logra hilvanar una diplomacia económica que pivote en Asia indistintamente hacia la iniciativa Indo-Pacífico de EEUU y hacia el Acuerdo Trans-Pacífico (CPTPP) que lidera China.
Es lo que el columnista de Bloomberg Juan Pablo Spinetto llama el “dilema de Sheinbaum”, que deberá elegir en todo momento entre la continuidad que le reclama su predecesor y votantes o atender los “inevitables vientos de cambio y edificar el estado del bienestar” con el mayor déficit desde la década de los ochenta. En este sentido, Joan Domene, economista jefe para LatAm de Oxford Economics, destaca que la holgada mayoría parlamentaria de Morena es un acicate para que active las reformas estructurales, muchas de las cuales requerirán cambios constitucionales, aunque con la losa de un retorno a la estabilidad económica marcado por un PIB que solo crecerá en torno al 2% este bienio.
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