“Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, llegó a asegurar en primavera Donald Trump, presidente de Estados Unidos. El gobernante ha centrado en esta estrategia buena parte de su política internacional, con grandes anuncios y amenazas de fuertes aranceles a varios países. China es el principal nombre de su lista, en la que también han aparecido México, Canadá, la Unión Europea o, este mismo mes, Turquía.
Se trata de una política que puede generar grandes distorsiones en el comercio internacional y preocupa a los analistas financieros. Sin embargo, matizan que sus efectos hasta la fecha son escasos. “Se han anunciado o preanunciado muchas medidas, pero las efectivamente implementadas son pocas en relación al comercio mundial”, señalan Camilo Ulloa y Rodrigo Falbo, analistas de BBVA Research. “La clave para que el efecto sea significativo es que afecte a la confianza a nivel global y al canal financiero, y de momento eso no ha ocurrido”, añaden.
El economista Juan Torres comparte que la situación actual en el comercio internacional obedece a una política “muy exagerada de altibajos, de apoyar a sectores concretos y perjudicar a otros”. Además añade que con un perfil como el de Trump es más fácil que haya piezas “que salten por los aires” en una situación de tensión como la que se vive. Sin embargo, Torres entiende que, aunque es verdad “que no se llega al fondo de las cosas”, son medidas que “aunque no tienen un efecto inmediato, sí van a tener un impacto y sobrecostes importantes”.
Una de las muestras de grandes amenazas de Trump fue cuando puso en el punto de mira a la Unión Europea y señaló a un sector como el del automóvil. Finalmente, tras una cumbre con Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, se dejaron en suspenso estas sanciones al comercio procedente del Viejo Continente hacia EEUU. Según Ulloa y Falbo, esta reunión tranquilizó a los inversores.
El presidente estadounidense ha convertido la guerra comercial en una herramienta de presión política internacional en sus disputas con otros países. El último ejemplo ha sido este verano la situación en Turquía. Lo que empezó como una discrepancia diplomática por la encarcelación de un clérigo protestante estadounidense en el país mediterráneo, se convirtió en un anuncio de aranceles. En concreto, señaló al acero y aluminio turco bajo un argumento de supuesta defensa de la seguridad nacional.
Por tanto, los analistas contextualizan el problema y señalan que hay otros a su vez para la economía internacional actual que pueden afectar al crecimiento, como los problemas de los países emergentes, el precio del petróleo. Sin embargo, la preocupación existe por su potencial impacto futuro. “Representa uno de los principales riesgos en la actual coyuntura global y para el próximo año puede suponer un recorte de medio punto en la tasa de crecimiento de la economía mundial”, apuntan Ulloa y Faibo. “Tendría efectos significativos a medio y largo plazo”, añaden.
El Banco Central Europeo señaló este jueves como una de sus principales preocupaciones de cara al posible impacto en el crecimiento de la economía europea. En este sentido, el economista Juan Torres apunta que “no se ven fórmulas y propuestas que permitan aliviar el problema y si no se hace, va a ir a más”.
Sí se han cumplido las amenazas hacia China, a quien impuso unos aranceles de 34.000 millones de dólares (algo menos de 30.000 millones de euros) el pasado julio y esta semana otros 16.000 millones (13.800 millones de euros), a los que ha respondido el gigante asiático con medidas de gran calado. Una delegación china viajó la semana pasada en EEUU para intentar lograr una salida a la escalada de tensión comercial entre ambos países, sin avances.
Pese a ello, los analistas de BBVA Research señalan que el peso sobre el total del comercio internacional es todavía pequeño. En el caso concreto de la guerra entre EEUU y China, la administración Trump busca reducir su fuerte déficit comercial con el gigante asiático. Las dos medidas anunciadas suman 50.000 millones de dólares, mientras que ese desfase entre lo que vende a China y lo que le compra se sitúa en los 375.000 millones de dólares, unos 324.000 millones de euros. El presidente estadounidense anunció antes del verano que su objetivo era reducir este déficit en 200.000 millones de dólares.
Por el momento, uno de los principales impactos que está teniendo la tensión comercial es en la Organización Mundial de Comercio (OMC). El organismo, que ha sido muy cuestionado en el actual contexto, ha recibido en lo que va de año 29 denuncias entre países por incumplimientos en los tratados de comercio. La última ha sido esta misma semana Turquía, que denunció a EEUU. Es una cifra muy superior a la de todo el año pasado, en el que se recibieron 17. Tres de cada cuatro casos que han llegado a la OMC tienen como protagonista a EEUU, ya sea como denunciante o como denunciado. El organismo señaló en un informe a comienzos de mes que el comercio internacional moderará su crecimiento este año del 4,7% del año pasado al 4,4% y achacó a la tensión comercial este freno.
Nadie gana
Torres asegura que las batallas comerciales han demostrado en el pasado que “no son buenas para nadie” y añade que suelen conducir a “conflictos desagradables”. Por su lado, los analistas del BBVA señalan que estas estrategias provocan una pérdida de eficiencia en el comercio, un freno en los proyectos de inversión y una desaceleración del crecimiento económico.
También EEUU puede verse afectado negativamente pese a ser instigador. Un reciente informe de la Cámara de Comercio de EEUU apuntaba que si el Gobierno diera ayudas públicas a todos los sectores económicos afectados por una posible guerra comercial, como ya hizo con granjeros y agricultores, la factura superaría los 39.000 millones de dólares (algo más de 33.700 millones de euros).
De cumplirse las amenazas vertidas por Trump en los últimos meses, también España podría verse afectada por ello. Ulloa y Faibo explican que hasta ahora tiene “un menor grado de exposición” que otros mercados de la Unión Europea. Pese a ello, señalan que, además del caso de la aceituna de mesa que ya ha sufrido el impacto de los aranceles, se podría ver afectada la industria de componentes de automóviles si EEUU terminara implantando medidas contra el sector automovilístico alemán, como amenazó con hacer antes de la cumbre Trump-Juncker.
Hacia otro modelo de comercio internacional
Torres apunta, sin embargo, que pese a este contexto actual de tensión “no se trata de un modelo de proteccionismo contra otro de libre comercio porque lo que había antes tampoco lo era”. El economista se muestra crítico con el periodo anterior en el que se caminaba a grandes acuerdos comerciales como el TTIP, el CETA o el de la UE con Japón. “Había privilegios económicos para las grandes potencias, pero no libre comercio y eso tarde o temprano desemboca en conflicto”, añade.
En su opinión, se debe caminar a un modelo de intercambios comerciales que tenga otra base que no sea el de los intereses de las grandes multinacionales “sino que gire en torno a los intereses locales”. El economista llama a “racionalizar” las leyes internacionales para que permitan otro modelo de comercio y que abra la puerta a medidas como la fiscalidad internacional.