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La UE dispara las ayudas hacia el Este por la guerra en Ucrania en detrimento del Norte de África

La Alta Representante para la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini. \ Efe

Pau Collantes

A pesar de la crisis económica y financiera que mantiene en vilo a la UE desde hace un lustro, la geopolítica entró como elefante en cacharrería en 2014 en la agenda de Bruselas por la anexión rusa de Crimea y la guerra en Donetsk y Lugansk. Y desde hace algo más de un año, la crisis ucraniana ha trastocado completamente la Política Europea de Vecindad (PEV), que ha basculado descaradamente hacia el Este en detrimento del Sur, en un arco que va de Marruecos a Siria con varios países (como la propia Siria o Libia) que viven una guerra mucho más encarnizada que la que padece la parte oriental de Ucrania.

En su última intervención plenaria a finales de marzo, el eurodiputado de UPyD Fernando Maura –suspendido ahora de militancia como consecuencia de la crisis interna que vive el partido– puso de manifiesto este desequilibrio. Maura se dirigió en la Eurocámara a la alta representante, Federica Mogherini, recordándole que las ayudas financieras planteadas dentro del apartado de Vecindad (el llamado ‘Neighbourhood Policy’) marginan peligrosamente al Norte de África.

Concretamente, seis países del Este entre los que sobresale Ucrania (también están Moldavia, Bielorrusia, Azerbaiyán, Armenia y Geogia) recibirán de aquí a 2020 hasta 906 millones de euros procedentes de la PEV. Son seis países con una población que no alcanza los 80 millones de habitantes, frente a los más de 210 millones que viven en diez países de la frontera Sur reconocidos por la Política de Vecindad: Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Palestina, Israel, Líbano, Jordania y Siria. Con una salvedad, y es que estos diez estados recibieron 824 millones de euros.

Solo Egipto (88 millones de habitantes) tiene más población que los seis países de Europa Oriental y del Cáucaso. La desigualdad de las ayudas es más latente si se mide el monto por persona: dos tercios de los instrumentos financieros de la PEV van a la frontera Este, un tercio hacia el Sur.

La PEV tiene un alcance político, económico, cultural y de seguridad. La Vecindad europea tiene la potestad de establecer relaciones comerciales preferenciales, apostar por invertir en infraestructuras e incluso contempla la posibilidad de ampliar la asistencia financiera y técnica. Ucrania ha explotado esa vía. Además, su conflicto con la zona este del país y la intervención militar rusa han favorecido una aguda crisis financiera. El Estado está prácticamente en bancarrota. La UE, el FMI y el Banco Mundial se han comprometido a aportar hasta 20.000 millones de euros en los próximos años, a cambio de un duro programa de recortes.

Una política “equilibrada”

De acuerdo con Maura, cuyo equipo trabaja en recopilar estos datos para la Comisión de Asuntos Exteriores, “la política de vecindad de la Unión Europea debería estar equilibrada y prestar la misma atención, tanto en términos económicos como términos políticos, a la frontera Sur y a la frontera Este de la Unión”; en su opinión, “no podemos permitirnos perder Túnez”.

En su turno en el Parlamento Europeo, la alta representante le replicó que sus números eran imprecisos y que le correspondía más al Sur que al Este, algo que desmienten las cifras. Mogherini admitió que esta cuestión “podrá ser debatida”, algo que se hará el próximo 30 de abril en Barcelona.

“Ante los últimos acontecimientos y la latente balcanización de Libia, que amenaza con desestabilizar toda la región, insisto en la necesidad de que la UE priorice o, al menos, iguale el apoyo que se destina a los países de nuestras fronteras en el Sur y en el Este”, explica Maura, preguntado por este asunto.

Los instrumentos financieros desplegados en la Política de Vecindad responden a un interés que no es común entre los 28 estados miembros. El peso de los países del Este, que ven una amenaza en el expansionismo de Moscú, y el giro imprimido por Alemania en las sanciones contra Rusia contrastan con la opinión general en los estados de la cuenca mediterránea, que no aprecian ese peligro, o no más que el que puede llegar del Sur.

Para muchos eurodiputados, no es mejor la situación de varios países del norte africano, con Libia y Siria despedazadas, Egipto volviendo a la batuta militar y Túnez expectante ante el que viene a ser el único país con un final aceptable del proceso que se inició con la Primavera Árabe, mientras el islamismo radical pujante y el Estado Islámico y otras milicias yihadistas campan a sus anchas en amplias áreas de esta región.

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