Vincent Bolloré, una retirada anunciada y una difícil sucesión

Amado Herrero

París —
19 de marzo de 2022 21:29 h

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La fecha no fue escogida al azar. Vincent Bolloré había anunciado hace ya tiempo que su jubilación coincidiría exactamente con el 200º aniversario de la fundación de la empresa familiar. Fiel a su promesa, el pasado 17 de febrero tuvo lugar la celebración que marcaba la retirada del empresario francés, en la misma localidad bretona que acogió la primera fábrica de papel de la dinastía (el papel de fumar OCB, por Odet-Cascadec-Bolloré, fue uno de sus productos estrella). Han pasado más de 40 años desde que tomara las riendas del grupo en 1981. En poco tiempo consiguió enderezar una empresa al borde de la quiebra, después comenzó a diversificar y ampliar el negocio: hacia el transporte y la logística en los 90, a la publicidad en los 2000 y a los medios de comunicación en la última década.

En ese tiempo el industrial bretón se ha labrado una reputación de hombre de negocios temible: OPA hostiles, golpes de efecto bursátiles y rivalidades con los otros grandes empresarios franceses, como Martin Bouygues, Xavier Niel o Bernard Arnault. A menudo, sacando partido de sucesiones difíciles en la competencia, como la de Jean-Luc Lagardère, fundador de la casa editorial que aún hoy lleva su nombre. Pero, a pesar de conocer los riesgos inherentes al traspaso de poderes, el patriarca del Grupo Bolloré ha anunciado su retirada oficial sin designar a un sucesor claro. Deja a sus dos principales herederos, sus hijos Yannick y Cyrille, un gobierno ambiguo, propicio a los desacuerdos.

Segundo de cuatro hermanos, Yannick Bolloré (42 años) preside el consejo de administración del gigante de los medios de comunicación Vivendi (propietario de Canal+, Havas y Editis) y controla un 29,5% de todas las empresas del grupo. Su hermano menor, Cyrille (36 años), es director general del Grupo Bolloré y se encarga de gestionar las filiales de logística a nivel internacional, incluidos los negocios relacionados con el transporte de petróleo. Como complejidad añadida, los hijos también heredan la estructura bizantina del imperio Bolloré, basada en un sistema particular (bautizado por él mismo como “poleas bretonas”), una compleja maraña de empresas que permite a la familia poseer el control de muchos activos con porcentajes minoritarios.

Oficialmente Vincent Bolloré dejó todas las funciones operativas en 2018, a raíz de su imputación en varios asuntos de corrupción ligados a sus negocios en África occidental. Desde entonces solo ha conservado un simple puesto en el consejo de administración de Vivendi, aunque se le atribuye el control real de los negocios familiares. En Francia los expertos dudan de que el anuncio de su retirada cambie realmente la dinámica. “Es imposible saber cuándo decidirá retirarse por completo”, afirma una fuente del grupo a la AFP. “Y, aunque lo haga, siempre mantendrá el control de la Compagnie de l'Odet (el holding que se encuentra en el núcleo del imperio familiar)”.

Una de las novedades es la entrada en escena hace unos días del mayor de sus hijos, Sébastien Bolloré (44 años), que asume por primera vez un papel operativo en el holding al ser nombrado director general adjunto. Hasta ahora se había mantenido lejos de la órbita familiar. Estudió en California, residía en Australia hasta hace poco y tenía un puesto de responsabilidad en el desarrollo de I+D en nuevas tecnologías dentro del grupo. Por su parte, la hija menor, Marie, es presidenta de la Fondation de la 2º chance, una organización benéfica ligada a los negocios familiares, después de haber pasado por la filial de baterías eléctricas y la gestión del servicio de coches eléctricos compartidos de París, Autolib, que acabó en un enfrentamiento con el ayuntamiento de la capital.

Salida de África y absorción de Lagardère

La retirada de Bolloré llega en un momento especialmente delicado, a causa de varios de los proyectos difíciles en los que está inmerso el grupo. Uno de los principales es la absorción del grupo Lagardère. El fallecimiento repentino de Jean-Luc Lagardère en 2003 dejó a su hijo Arnaud –que por aquel entonces vivía en EEUU ajeno a la gestión del negocio familiar– a los mandos. Una dirección errática, una sucesión de malas decisiones y los efectos de la crisis obligaron al gigante de la edición a desprenderse de varias de sus filiales. Bolloré ha sido el gran beneficiado de ese declive, que ha utilizado para ampliar su imperio mediático: se ha hecho con el control de la editorial Hachette, de las influyentes publicaciones Le Journal du dimanche y Paris Match y de una de las principales emisoras de radio de Francia, Europe 1, que ha convertido en un complemento de su canal de televisión CNews, equivalente francés de FoxNews.

Además, Vivendi libra una batalla para evitar que el fondo de inversión estadounidense KKR se haga con una participación mayoritaria en Telecom Italia (de la que la filial de Bolloré es la principal accionista). También trata de convencer al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo en España para aumentar su participación en Prisa hasta el 29,9%, frente al 9,9% actual. Otra cuestión fundamental es la venta de la rama logística del grupo en África, uno de los motores de la compañía familiar durante décadas, minada por varios problemas legales.

De hecho, la firma de un acuerdo exclusivo para transferir parte de la filial en el continente africano al armador italosuizo MSC se concretó el pasado diciembre. Unos meses antes Vincent Bolloré se había declarado culpable de cohecho activo y complicidad en abuso de confianza en Togo. El presidente togolés Faure Gnassingbé se habría beneficiado de los servicios de la agencia Havas durante su campaña a cambio de varias concesiones portuarias. Para cerrar el asunto, Bolloré aceptó pagar una multa de 375.000 euros, con una condena que no quedaría inscrita en sus antecedentes penales en Francia. Sin embargo, un tribunal de París se negó a confirmar la decisión y señaló que otro juicio debe celebrarse en Francia.

“Ideología reaccionaria”

Según asegura el diario Le Monde, la decisión judicial marcó una ruptura entre el empresario y el poder político. Sus relaciones con Emmanuel Macron son especialmente malas y el lanzamiento de la candidatura de Éric Zemmour (tertuliano estrella de Cnews) estaría, al menos en parte, motivada por ese enfrentamiento con el actual presidente. Con el grupo Canal+ bajo su control, además de Europe 1 y varias grandes cabeceras de prensa, la influencia mediática de Bolloré inquieta, especialmente a pocas semanas de la elección presidencial.

Una comisión de investigación lanzada recientemente por el Senado francés para arrojar luz sobre la concentración de los medios de comunicación señalaba directamente esta influencia. Y la semana pasada, un grupo llamado Stop Bolloré, formado por sindicatos, asociaciones, medios de comunicación y personalidades de izquierda, lanzó un llamamiento para denunciar la creación de un “imperio mediático tentacular” acusado de servir a una “ideología reaccionaria”.

El colectivo apuntaba en particular a CNews, al que acusaba de alimentar “la obsesión por los temas de extrema derecha”, omnipresentes en sus tertulias. Una acusación repetida por los senadores, que convocaron a Bolloré (y a otros grandes empresarios de los medios) a una serie de audiencias públicas. “Nuestro interés no es político, ni ideológico, es puramente económico”, les respondió el industrial bretón.

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