Viñas, energía e integración
Cada vez que alguien saborea un vino, pone punto final a toda una cadena de esfuerzos y trabajos que terminan por desembocar en el caldo embotellado. Muchos kilómetros y jornadas atrás, la elaboración de ese vino ha ido exigiendo numerosas tareas. Entre ellas: arar la tierra alrededor de los viñedos, podar algunos tallos frescos de las viñas, vendimiar, prensar la uva, vigilar la fermentación del mosto, guardar el vino en barricas, embotellar, sarmentar, la etapa final de ese laborioso proceso llevado a cabo en diferentes épocas del año.
Los sarmientos, los tallos ya secos de la viñas y al inicio del otoño llenos de racimos de uva, se podan al final de cada temporada vinícola y esta actividad, a la que llaman sarmentar, exige un duro trabajo, puesto que se realiza a mano, meses después de la vendimia. En la Ribera del Duero, por ejemplo, tras cortar los palos uno a uno, juntarlos y trenzarlos en un manojo, se utilizan para asar a la brasa chuletas de cordero y lechazo, y como materia de combustión para la gloria, un sistema de calefacción a ras del suelo que en tierras castellanas aseguran que inventaron los romanos. ¿Qué otra utilidad pueden tener los sarmientos?
Para contestar a esta cuestión puede servir el proyecto Biomasa Social Penedès. Una cooperativa a la que se le ocurrió aprovechar los restos de la poda de las viñas de su comarca para generar energía mediante la combustión. El objetivo del emprendimiento es aprovechar la potencia del cultivo de las viñas de la Denominación de Origen Penedès para crear trabajos en el sector de energías renovables. Detrás de ello se encuentra el centro Nou Verd para orientar los puestos hacia personas con discapacidad. Según Nou Verd, una iniciativa así consigue “más y mejores colocaciones”.
Las comarcas de Alt Penedès, la Anoia, El Garraf y el Bajo Penedès dedican más de 27.000 hectáreas a sus viñedos y producen al final unas 55.000 toneladas de sarmientos de poda anuales. De sus fincas salen entre 17 y 19 millones de litros de vinos blancos y tintos. Es toda una marca y un motor económico para la región.
La idea Biomasa Social extiende el beneficio de este sector a otros ámbitos. El gerente, Juli Silvestre, destaca que el biocombustible “es limpio, ecológico y de proximidad”. También, explica, “ahorra un 70% de costes sobre otras fuentes de energía, dinamiza económicamente el entorno rural y disminuye la dependencia del exterior”. El calor producido por la biomasa se utiliza en instalaciones como hoteles rurales, granjas o instalaciones municipales. “Genera empleos estables y de larga duración para jóvenes con discapacidad”.
Desde el punto de vista técnico, la potencia energética de los palos de sarmiento es “muy similar a la leña de origen forestal –que es la más utilizada en otros proyectos de biocombustible–”, calculan en Nou Verd. Y, además, al tiempo que se integran colectivos con discapacidad mediante la inserción laboral, permite otras alternativas a la simple y tradicional quema de sarmientos. Se les dota de una segunda utilidad.
Biomasa Social, que contó con la distinción del premio Integra de BBVA, es un emprendimiento que, según sus creadores, puede trasladarse a otras zonas de producción agrícola. “En Lleida, con los restos de las podas de sus árboles frutales”, podrían utilizar el sistema, aventuran en Nou Verd.