Cuando Antonio Guardiola se quedó en paro fue el momento de llevar a cabo una idea que le rondaba y que salía de las aguas de pesca. Pero antes, conviene describir la siguiente escena: a los aficionados a lanzar un sedal en ríos y mares les es muy familiar el momento en el que su línea ya no regresa al carrete: se ha quedado enganchada en el fondo, entre vegetaciones o rocas. Lo normal es renunciar al aparejo y tirar fuerte hasta romper el hilo.
Durante muchas, muchísimas jornadas de pesca deportiva en España, cientos de miles de sedales reposan durante miles de horas en el agua. Y tras situaciones como la anteriormente descrita, un porcentaje de ese material descansa para siempre en los lechos. ¿Y qué? Pues que eso supone años de plomo soltando contaminante a los ríos y mares. ¿Es una proporción insignificante en comparación con las gigantescas masas de agua? Habrá quien piense que sí, pero a Guardiola no se lo pareció. Y de ahí nació su serie de plomadas ecológicas para pesca deportiva: rockobomb. La fórmula es más bien simple: hacer plomadas de piedra, no de plomo. Con esa premisa montó su empresa que va extendiéndose y ganando popularidad entre los aficionados.
El plomo es un metal pesado que contamina (prohibido por ejemplo para fabricar utensilios relacionados con el consumo de los humanos). Su composición es contaminante y se traslada al agua (y del agua a los peces, dicho sea de paso). Si los sedales portan lastre de piedra, al menos ese factor, queda eliminado. Es tan sencillo como aprovechar las canteras (hay a quienes la actividad de estas explotaciones también les preocupa desde el punto de vista ecológico pero ese es otro tema) para ir seleccionando “chinas”, pesarlas, clasificarlas y adaptarlas al uso pesquero. El proceso desde la cantera en la que se recoplia el “chino lavado” hasta el pescador es artesano: se perfora, se lava, se le prepara el enganche para el hilo y... al agua. Su creador asegura que se pierden menos porque sus formas más redondeadas hacen que se traben menos.
“La plomada de piedra es mucho más barata” que la tradicional de plomo. Es cierto que, según analizan, se necesita más material para conseguir el mismo peso que las habituales de metal pero tiene sus ventajas. Pescar con líneas lastradas con piedrecitas (“o más gordas”) hace que el arte sea más natural, se mezcla mejor con el medio al que, además, respeta. Y cuando llega el inevitable enganchón con el fondo: “Queda una piedra más”.
También es verdad que las chinas de piedra no tienen esa forma perfecta y ahusada de los plomos. No son aerodinámicas a la hora de lanzar el anzuelo. Pero, como dicen en rockobomb, si no se está buscando un récord de alcance tampoco importa mucho. La idea de Antonio Guardiola para crear unas artes de pesca más respetuosas con el medio ambiente fue merecedora del segundo premio de la Universidad de Cádiz “100 ideas que cambian el mundo” en su edición de 2012.