Innovación y tecnología al servicio del bienestar, del futuro sostenible y de una nueva cultura abierta y colaborativa. Este blog quiere ser una puerta de acceso al mundo de la energía para los que quieren aprovechar sus luces.
¿A dónde va el dinero que pagas en tu factura de la luz?
La mitad de las familias españolas considera que su factura eléctrica es poco comprensible o, directamente, no la entienden. Así se deduce de un estudio realizado por el Panel de Hogares de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) en mayo del año pasado, en el que el 46,6% de los encuestados aseguraron no entender su recibo de la luz. No ocurre así con otros suministros, tales como el gas natural o la telefonía fija, donde la ‘tasa de incomprensión’ se reduce hasta el 34,8% y 15,1%, respectivamente.
¿Por qué el porcentaje es significativamente más alto cuando se trata de la factura de la luz? Principalmente, porque en esta se incluye información que, a menudo, el ciudadano no es capaz de descifrar o directamente no sabe a qué corresponde.
En este post, vamos a intentar arrojar algo de luz. De igual manera que cuando compramos un kilo de arroz estamos pagando, de forma simplificada, al agricultor que lo cultiva, al transportista que lo distribuye y a la tienda que lo vende, la factura de la luz incluye el pago por el suministro eléctrico, que supone: producir esa electricidad, distribuirla a través de las redes eléctricas y, luego, venderla a los clientes. Es decir, es el coste que está directamente relacionado con el producto que se consume como cliente.
Además, como en el caso del arroz, la factura incluye sus correspondientes impuestos (IVA e impuesto sobre la electricidad). Sin embargo, la electricidad es un producto en el que se incluye también el pago de otras cantidades que no están directamente relacionadas con el coste del suministro y que sirven para financiar políticas públicas, como por ejemplo los cargos para incentivar la producción de energías renovables, las anualidades del déficit de tarifa de años pasados y parte del coste extra que supone el suministro eléctrico en las islas.
Como veremos a continuación, la cantidad que se paga por estos impuestos y cargas no es nada despreciable. El epígrafe “destino del importe de la factura” describe el desglose de precios correspondiente. Así, para una factura de algo más de 64 euros, como la que se muestra a continuación, observamos que menos de la mitad del montante final (29,41 euros) corresponde a los costes de producción y comercialización (18,64 euros) y al coste de las redes directamente relacionados con el suministro (10,77 euros), es decir, el coste que está directamente relacionado con tu consumo de la luz. El resto, el 54%, comprende estos cargos e impuestos que no están relacionados directamente con el consumo.
Y todos estos conceptos, ¿cómo se pagan?
Ya hemos visto que en los recibos de luz incluyen muchos conceptos; siguiendo el símil del arroz, además del productor (el agricultor), el distribuidor (el transportista) y el comercializador (el dueño de la tienda), se incluyen otros costes no directamente relacionados con el suministro, los llamados impuestos y gastos.
Para abonar lo correspondiente a todos estos agentes, el pago se realiza en base a dos conceptos:
- Importe por la potencia contratada.
- Importe por la electricidad consumida.
Y a todo esto le añaden los correspondientes impuestos. Adicionalmente, la factura de la empresa comercializadora también incluye el alquiler del contador cuando no es propiedad del cliente. Con el importe cobrado por estos conceptos, por la potencia contratada y por la energía consumida, el comercializador paga:
- A los productores, el coste de comprar la electricidad.
- El coste de las redes al distribuidor, a través de los llamados peajes de acceso .
- Los cargos de políticas públicas establecidos por el Gobierno, también con los peajes de acceso.
- Y los impuestos correspondientes a Hacienda.
Principales cambios en los últimos años
En los últimos años se han producido nuevos cambios, y estos han afectado al importe final que el consumidor debe abonar. Uno de los más destacados ocurrió en abril de 2014, cuando el precio regulado pasó de fijarse en subastas trimestrales, a calcularse como un precio horario basado en el mercado diario, aprovechando la potencialidad que brindan los nuevos equipos de medida telegestionados para facturar horariamente y que se están instalando a todos los clientes.
Otro cambio muy importante es el relativo al incremento del llamado término de potencia, y la reducción del el término de energía. La consecuencia de esta modificación es que los consumidores que usan poca energía, como por ejemplo sucede en las segundas residencias, pasan a pagar proporcionalmente más y aquellos consumidores que emplean mucha (una familia normal en su vivienda habitual) pagan proporcionalmente menos.
La mitad de las familias españolas considera que su factura eléctrica es poco comprensible o, directamente, no la entienden. Así se deduce de un estudio realizado por el Panel de Hogares de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) en mayo del año pasado, en el que el 46,6% de los encuestados aseguraron no entender su recibo de la luz. No ocurre así con otros suministros, tales como el gas natural o la telefonía fija, donde la ‘tasa de incomprensión’ se reduce hasta el 34,8% y 15,1%, respectivamente.
¿Por qué el porcentaje es significativamente más alto cuando se trata de la factura de la luz? Principalmente, porque en esta se incluye información que, a menudo, el ciudadano no es capaz de descifrar o directamente no sabe a qué corresponde.