“Perdí mi casa. Mi marido. La felicidad de mis niños. La mía”, afirma rotunda Shofah Sulayman, desplazada interna en Yemen. Se quedó sin el techo bajo el que dormían sus hijos y sin compañero de vida a causa del conflicto que sufre este país desde hace, este 26 de marzo, seis años. La vida hecha añicos de Shofah es el vivo reflejo de Yemen, cuya situación de emergencia se ha llevado el título de mayor crisis humanitaria del mundo. Después de seis años de guerra, en este país hay 20 millones de Shofahs, casi la mitad de la población española, que necesitan la ayuda humanitaria para, simplemente, sobrevivir. La sensación de conseguir despertarse cada mañana en Yemen es una mezcla de alivio y agallas.
“En 23 años de trabajo humanitario, pocas veces he presenciado tanta miseria y desesperación”, asegura el Representante de ACNUR en Yemen, Jean-Nicolas Beuze. Los datos de la guerra le avalan: en lo que va de conflicto, ya han muerto más de 100.000 personas y cuatro millones de personas han tenido que huir de sus hogares y refugiarse en otras zonas más seguras del país, pero en condiciones insalubres y de hacinamiento. Solo en 2020, el conflicto ha provocado 2.000 muertos y heridos, 172.000 nuevos desplazamientos internos y la destrucción de 4.600 hogares y granjas. “Unos hombres armados invadieron nuestra casa y la convirtieron en un punto de reunión de francotiradores”, cuenta Ala, también desplazado yemení, mientras sortea los escombros de su casa bombardeada.
Además de las bombas
Más consecuencias bélicas: actualmente, la mitad de las infraestructuras sanitarias del país se encuentran inoperativas y la economía yemení sufre una profunda crisis al borde del colapso. Antes del estallido del conflicto, Yemen ya era el país con la economía menos desarrollada de su región, Oriente Medio, y sufría terribles inundaciones provocadas por lluvias torrenciales. Las lluvias de 2020 han hecho que 300.000 personas pierdan sus hogares, cosechas y ganado. Todo esto convierte a Yemen en el escenario perfecto para todas estas enfermedades ya extendidas por el país: cólera, malaria, dengue, fiebre chinkungunya y, ahora, la COVID-19.
Según Jean-Nicolas Beuze, la COVID-19 se está expandiendo de manera muy rápida entre comunidades empobrecidas en Yemen y las familias tienen muy pocas opciones para protegerse. “El hacinamiento es generalizado. Los refugiados y desplazados internos yemeníes no se pueden aislar por sí mismos. La mayoría no tienen agua corriente y ni siquiera pueden lavarse las manos de forma regular. Sin ayuda inmediata, no seremos capaces de llegar hasta ellos con los recursos necesarios para que puedan hacer frente a la pandemia”, apunta. En este escenario también entra el hambre.
El hambre de la destrucción
“La mayoría (de la población) come una sola vez al día: un poco de té y pan”, prosigue el Representante de ACNUR en Yemen. Las bombas destruyen los hogares y las fuentes de ingresos de los yemeníes (cultivos, ganados, empleos por cuenta ajena). Desplazados en otros lugares del país donde tienen que empezar de cero, resulta complicado encontrar un empleo con la economía nacional al borde del colapso. Para los refugiados es doblemente difícil. Sí, a pesar de su situación, este país también acoge a refugiados: alrededor de 137.000, la mayoría de Somalia. Esta espiral de falta de ingresos y producción ha hecho que Yemen presente altos niveles de inseguridad alimentaria.
Según la última encuesta de seguridad alimentaria de la ONU en Yemen, este año 16 millones de personas podrían pasar hambre en este país. 50.000 yemeníes se encuentran en condiciones de hambruna y 5 millones están a un paso de estarlo. Otros 11 millones se enfrentan a niveles críticos de inseguridad alimentaria. Los más afectados entre estas cifras tan dramáticas son los desplazados internos, ya que la inseguridad alimentaria predomina en las zonas de conflicto, donde se encuentran dos de los cuatro millones de desplazados internos en el país. Cerca del 40% de las familias desplazadas más vulnerables indicó que no tiene acceso a ingresos y el 37% que estaba comiendo menos.
Para poder comer, muchas de estas familias se están viendo obligadas a vender sus pocas pertenencias y sacar a sus hijos e hijas de la escuela para enviarlos a trabajar o a mendigar en las calles. Estas medidas drásticas son tomadas por cuatro de cada cinco familias encabezadas por mujeres. Una vez más, las mujeres son doblemente vulnerables ante esta situación, ya que las normas socioculturales del país dificultan que puedan acceder a las pocas posibilidades de empleo existentes. De media, una de cada cuatro familias desplazadas está encabezada por una mujer o por una menor de 18 años.
Ganas de vivir entre los escombros
Entre tanto horror cuesta creer que también haya espacio para la resiliencia, pero la hay. Se encuentra en vidas como la de Safia, una mujer refugiada somalí. Ella es una de estas mujeres solas y viudas a cargo de su familia. Cuida de sus cinco hijos y de otro niño más con necesidades especiales. “Estamos luchando para salir adelante”, asegura con la misma rotundidad que Shofah, la mujer con la que arranca este reportaje. Las dos desbordan coraje. Safia sonríe al recordar su gran logro de diciembre: “Nuestro casero subió el alquiler de 35.000 a 50.000 riales (de 116 a 165 euros). Sin la ayuda económica de ACNUR, no sé cómo lo habríamos pagado. El resto lo utilizaré para comprar comida”. Sin su buena administración, tampoco lo habría logrado. La mañana que Safia retiró del banco esta ayuda económica, compró huevos y verduras para el desayuno.
“Cada día, damos refugios de emergencia o ayudas económicas a familias para que puedan comprar comida o medicinas para sus niños y ancianos”, explica Jean-Nicolas Beuze, Representante de ACNUR en Yemen. “En pocas palabras, diría que esta situación es horrible, aunque no caemos en la desesperanza. No nos rendimos. Sabemos cómo salvar vidas, pero necesitamos más recursos urgentemente”, concluye. En 2020, ACNUR solo consiguió el 67 % de los 251,8 millones de dólares necesarios para dar respuesta a desplazados internos y refugiados en Yemen.
El trabajo de ACNUR en Yemen con desplazados internos y refugiados se desarrolla desde el registro de estas personas para que cuenten con documentos de identificación hasta la puesta en marcha de programas de medios de vida para personas desplazadas y de las comunidades de acogida con el fin de fomentar la activación de la economía local. A pesar de la falta de fondos, el año pasado, ACNUR consiguió, entre otros resultados, dar asistencia y protección a cuatro millones de personas, facilitó ayudas económicas a 676.953 beneficiarios y desarrolló campañas de sensibilización sobre violencia de género y resiliencia comunitaria entre 899.378 personas.
Tú también puedes acompañar en este proceso a más mujeres como Shofah y Safia en su nueva vida.