El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ataca a las células que ayudan al cuerpo a combatir las infecciones. Hablamos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de uno de los mayores problemas para la salud pública mundial, con unos 39 millones de personas infectadas en todo el mundo. Y, aunque estamos frente a una enfermedad que no se cura, el acceso a la prevención, el diagnóstico precoz y los tratamientos mucho más efectivos han permitido que actualmente estemos hablando de un problema de salud crónico, pero tratable, que concede a las personas que lo han contraído vivir igual que cualquier otra persona.
Lo sabe bien Raúl Martínez, al que le diagnosticaron VIH con 29 años, un diagnóstico que llegaba como un balazo, en un momento en el que, además, “no tenía mucha información, la que nos habían dado por la tele, que se basaba más en los años 80 y 90 que en la realidad. Tampoco había el concepto de indetectabilidad y yo me sentía como un virus andante”, reconoce Martínez. Desde el diagnóstico, las cosas han cambiado mucho y los pasos que se han dado para conocer mejor esta enfermedad y para encontrar tratamientos más eficaces han dado un giro profundo.
VIH, una enfermedad que no se contagia sino que se transmite
El VIH ataca a los glóbulos blancos, debilitando el sistema inmunitario. Pero los síntomas no siempre son evidentes. De hecho, la mayoría de las personas que tienen VIH no presentan ninguno. Como reconoce el doctor Miguel de Górgolas, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, “la mayor parte de los pacientes, cuando se infectan, no se dan cuenta o a lo sumo tienen un catarro que a menudo pasa desapercibido”. Tanto es así que, como reconoce el doctor, pueden llegar a pasar de siete a diez años sin que aparezca ninguna sintomatología.
Los últimos datos publicados en 2023 en el informe del Centro Nacional de Epidemiología del ISCIII suponen una cierta mejora en este sentido ya que estiman que la cifra de personas con VIH no diagnosticadas se ha reducido casi a la mitad en los últimos cuatro años, pasando del 13% al 7,5%, lo que significa que, de las cerca de 160.000 personas que se estima tienen el virus en España, lo saben alrededor de 137.000.
El resto no lo saben y, por tanto, pueden estar infectando a una persona y esta, a su vez, transmitiendo la infección sin saberlo a otras. Y puede hacerlo a través de tres vías: la sexual, a través de inyecciones o pinchazo y de la madre al niño.
En el caso de las mujeres positivas, las patologías que más pueden afectarlas son las infecciones, en especial por el virus del papiloma humano que, como admite la doctora Raquel Sanz, especialista del Servicio de Obstetricia y Ginecología del citado hospital, “no tiene tratamiento y necesitamos un sistema inmune competente de la paciente para poder eliminarlo”. Aunque es verdad que, si en el momento del parto la carga viral es indetectable, esas mujeres podrán “dar a luz por vía vaginal si las condiciones obstétricas lo permiten”.
Llegar al diagnóstico precoz: cómo romper la cadena de infección
El camino para llegar al diagnóstico puede ser largo, en buena parte por su aparición sigilosa y silenciosa, que hace que muchas veces este llegue tarde. “Hay que estar alerta para diagnosticar VIH en una persona, hace falta conocer la infección pero también tener un sistema sanitario que mantenga unos niveles de alerta y facilidad a la hora de hacer la detección y el cribado, admite el doctor Alfonso Cabello, jefe asociado del Servicio de Medicina Interna y la Unidad de Enfermedades Infecciosas del mismo hospital.
Los pasos que se han dado en este campo también han permitido llegar hasta donde estamos hoy, gracias sobre todo a la generalización de los métodos de diagnóstico que, si bien al principio solo estaban disponibles en los centros hospitalarios, ahora “contamos con las pruebas rápidas, que son muy fiables, muy sensibles, y se pueden encontrar en cualquier farmacia y centros comunitarios”, reconoce Cabello.
La detección precoz es clave por muchos motivos, pero sobre todo porque, cuanto antes se empiece a tratar, mejor. “Una vez que una persona recibe el diagnóstico, el tratamiento es de urgente atención porque las personas necesitan recibir información y encontrar una solución. Y la solución está en el tratamiento”, afirma la doctora Beatriz Álvarez, especialista del Servicio de Medicina Interna y la Unidad de Enfermedades Infecciosas del citado hospital. Y cuanto antes se reciba mejor: “si se puede en la primera visita, ahí; o si uno puede el día del diagnóstico, también. No tiene sentido dejar deteriorar al sistema inmune y que el virus avance”, recuerda Cabello.
Lo recomienda también ONUSIDA, según el cual, cuanto antes se diagnostique a alguien que vive con el VIH, antes podrá comenzar con el tratamiento y, cuanto antes lo haga, mejor será el desenlace. Las personas pueden llevar una vida larga y plena si el VIH se detecta a tiempo y reciben el tratamiento y atención necesaria, reconoce el organismo.
Cuando llega el diagnóstico, y como explica Marie Menague, integrante de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, es importante hablar con el paciente y explicarle que, “aunque haya tenido la infección, no es algo letal” y conseguirá tener, con el tratamiento, una vida buena y duradera como cualquier otra persona.
Una carrera de fondo para lograr los tratamientos más efectivos
El cuerpo humano no puede deshacerse del VIH, no existe una cura eficaz para eliminarlo. Una vez que se adquiere, se tiene de por vida. Sin embargo, las personas con VIH que se toman la medicación según lo pautado y obtienen una carga viral indetectable “no transmiten la infección, con lo cual puede llevar una vida perfectamente normal”, asegura Álvarez.
Los primeros avances fueron considerables pero tenían significativas carencias, aunque ya se podía hablar de supervivencia. “Los primeros antirretrovirales tenían una toxicidad muy importante y acarreaban muchos problemas”, afirma el doctor Cabello. Pero desde entonces, los progresos para conseguir un tratamiento más efectivo han sido asombrosos. Para el experto, los últimos diez años nos han traído “unas terapias tremendamente eficaces, extraordinariamente bien toleradas que facilitan mucho la toma”.
Conseguir combinaciones de tratamiento en una sola pastilla, que se toma una vez al día, ha simplificado mucho el tratamiento a los pacientes, algo que, además, ha supuesto alcanzar una esperanza de vida casi igual a la de la población no infectada. Pero también hay tratamientos por vía intramuscular que permiten al paciente recibir dos inyecciones cada dos meses. “Con esto conseguimos unas tasas no de curación, pero sí de ofrecer al paciente un estado de salud perfecto durante toda su vida”, afirma Górgolas.
Una meta importante del tratamiento es reducir la carga viral a un nivel indetectable porque, de esta forma, la concentración de VIH en la sangre es demasiado baja para detectarla con la prueba de carga viral y, por tanto, no hay riesgo de transmitir la infección.
Aunque en algunas personas puede ocurrir que “la reconstitución de su sistema inmunológico no sea completa y los otros virus puedan empezar a replicar y puedan provocar cáncer”, advierte el doctor Raúl Córdoba, especialista del Servicio de Hematología y Hemoterapia y coordinador de la Unidad de Linfomas del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. De ahí que sea fundamental “hacer un correcto seguimiento de estos virus que pueden estar relacionados con estas infecciones”.
En definitiva, “en la actualidad disponemos de tratamientos muy potentes que consiguen disminuir la carga viral a toda velocidad y poner las bases para que el sistema inmune se empiece a recuperar”, sentencia Cabello.
VIH, avances médicos que no erradican el estigma
Pese a todos estos avances médicos, la desinformación y los prejuicios aún asoman cuando hablamos de VIH. Y es que el estigma continúa siendo uno de los grandes retos a los que se enfrenta esta enfermedad. “El VIH sigue siendo una enfermedad que está estigmatizada y eso supone una repercusión a nivel social, familiar y de relaciones”, reconoce el doctor Santiago Ovejero, especialista del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Raúl Martínez lo ha vivido y puede hablar de ello. “Actualmente, lo peor que hay en el VIH es el estigma. Creemos que nos van a rechazar, que ya no valemos lo mismo. Lo peor es la salud mental de todos porque todavía hay personas que no saben que indetectable es igual a intransmisible”.
Como admite ONUSIDA, las personas no solo tienen derecho a un diagnóstico y tratamientos adecuados, sino también a protegerse contra la discriminación, sin actitudes estigmatizadoras que obstaculicen todos sus derechos.