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Eccema: mucho más que un simple picor de piel

Mujer rascándose el cuello

Mercè Palau

Nuestra piel actúa de barrera y protege nuestro cuerpo de infecciones o irritaciones. Sus diferentes  capas contienen células cutáneas, agua y tejido graso entre otros componentes, que nos ayuda a mantener el estado adecuado de la piel. Pero puede ocurrir que algo no vaya como tiene que ir y la barrera cutánea no funcione correctamente, y deje de protegernos de las agresiones externas, así como perder la  capacidad para retener agua. Por tanto, la barrera de protección deja de tener eficacia y se pierde la humedad de las capas más profundas de la piel. Es lo que ocurre con las personas que sufren eccema, una enfermedad inflamatoria de la piel que afecta tanto a niños como a adultos, aunque es más común en la edad infantil en el caso del eccema atópico.

Eccema, cuando la piel no retiene bien la humedad

El eccema es una afección cutánea común. “Se trata de una enfermedad inflamatoria cutánea en la que se produce una inflamación especial en la piel, caracterizada por su síntoma principal, que es el picor”, explica la Doctora Araceli Sánchez Gilo, jefa asociada del Servicio de Dermatología Médico-Quirúrgica y Venereología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos.

El nombre, de origen griego, ezkeo, que significa hervir, refleja la sintomatología principal que suelen tener los pacientes con eccema, que es ardor y picor, afirma la especialista.

Así, cuando una persona tiene eccema, la piel no retiene muy bien la humedad, por lo que se reseca y se irrita con facilidad. Esto provoca también que la piel esté más expuesta a irritantes y alérgenos. Si el eccema afecta a la piel, ¿se contagia? Como hemos visto, se trata de una enfermedad inflamatoria y, por tanto, no es contagiosa. 

A menudo, al hablar de afecciones dérmicas, solemos confundir términos. ¿Hablamos de lo mismo cuando mencionamos los eccemas y la dermatitis atópica? Debemos tener en cuenta que la dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica que tiene como particularidad que cursa con brotes de lesiones eccematosas que provocan un intenso picor. Por tanto, y como aclara Sánchez Gilo, “no todos los eccemas son dermatitis atópica”.

Síntomas del eccema

Cuando hablamos de eccema lo hacemos sobre todo de picor, que es el síntoma fundamental y principal y tan intenso que, en ocasiones, puede llegar a “limitar la realización de las actividades de la vida diaria como dormir o hacer deporte”, explica Sánchez Gilo. En muchos casos, el picor es tan insoportable y la necesidad de rascarse es tan irresistible que se producen intensas lesiones de rascado. Además del picor, puede aparecer  sensación de ardor y escozor. 

Desde el punto de vista clínico, pueden aparecer distintas lesiones, dependiendo del tipo de eccema del que se trate y de la evolución que haya seguido. Si es agudo y reciente, es común la presencia de vesículas o ampollas y rojez; el eccema subagudo, que es el que tiene un poco más tiempo de evolución, se caracteriza sobre todo por la formación de lesiones más descamativas; o si es crónico, la piel se vuelve roja y engrosada y, si afecta a las manos o pies, se pueden formar incluso “fisuras que son intensamente dolorosas”, advierte Sánchez Gilo. 

Si bien el eccema puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, los síntomas son más molestos cuando lo hacen en determinadas zonas como las manos, los pies o la región facial. 

Factores que intervienen en el desarrollo de los eccemas

“Los eccemas pueden tener distintas causas”, aclara Sánchez Gilo. En lo referente al eccema atópico, en muchos de los casos habrá antecedentes familiares de eccema o alguna de las otras enfermedades del espectro atópico como asma, es decir, que los hijos de padres con dermatitis atópica, asma o alergias, tienen más riesgo de desarrollar esta enfermedad que los que tienen padres sin dermatitis atópica. Pero hay otros factores de nuestro entorno que pueden desencadenar el desarrollo de eccemas. 

Aquí debemos tener presente, como ya hemos visto anteriormente, que las personas con eccema tienen un defecto en la función de barrera de la piel, lo que provoca una mayor pérdida de agua y una mayor susceptibilidad a los irritantes y alérgenos ambientales. 

En los casos de eccemas de contacto irritativos, los desencadenantes más habituales suelen ser por una exposición a una determinada sustancia en la piel, como detergentes, jabones, disolventes, etc. y, o sustancias que nos provoquen alergia en el caso de los eccemas de contacto alérgicos.  También hay otros factores como tener la piel seca, los cambios de temperatura y humedad, la falta de hidratación o el estrés que pueden favorecer el desarrollo de eccemas.

Prevenir o aliviar los síntomas de los eccemas

Tratar y controlar el eccema puede ser difícil si la causa es algo que no podemos controlar, como la genética. Sin embargo, para Sánchez Gilo la clave es la prevención ya que hay medidas que podemos tomar para prevenir los brotes, como realizar duchas cortas con agua templada –no caliente- y jabones neutros libres de perfumes; mantener la piel hidratada con el uso de cremas hidratantes; y llevar ropa de algodón y otros materiales naturales siempre que sea posible, priorizándola sobre la de fibras sintéticas.

Si, pese a todo, el eccema aparece, las opciones de tratamiento pueden variar según el tipo de eccema que tenga una persona. Es el médico quien debe aconsejar para encontrar el mejor tratamiento adaptado a cada caso. La mayoría de los casos se basa en el uso de cremas como los corticoides. Y, si hablamos de eccemas más graves y cuando esta opción no aporta buenos resultados, es el médico especialista el que debe valorar el tratamiento más adecuado.

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