Mareos en niños en coche, tres claves para evitarlo
Algunas personas, pero sobre todo niños a partir de los dos años y hasta los 12, que es cuando tiende a desaparecer, experimentan mareos e incluso vómitos cuando viajan en tren, barco o coche. Esto puede convertir un agradable y placentero paseo en barco o un viaje vacacional esperado en una mala experiencia en forma de náuseas, vómitos, mareos, incluso dolor de cabeza y sudor. Se trata de un problema que recibe el término médico de cinetosis y parece tener relación con una falta de maduración del sistema neuronal que integra el equilibrio; de aquí que habitualmente mejore con la edad.
Mareo por movimiento, un desequilibrio entre lo que vemos y lo que sentimos
El problema del mareo cuando viajamos no está tanto en el coche —o en el barco o el tren— sino en la capacidad del cerebro para comprender un mensaje que recibe y lo que realmente detecta.
Nos mareamos cuando hay conflicto entre nuestros sentidos. En palabras del doctor José Miguel Villacampa, jefe Asociado del Servicio de Otorrinolaringología de la Fundación Jiménez Díaz, nos mareamos porque se produce “un conflicto de sensores”. Según el experto, tenemos tres tipos de sensores: los propioceptivos, que son los que le dicen al niño que no se está moviendo —en realidad está sentado—; el oído —el interno ayuda a controlar el sentido del equilibrio—, que está actuando y le dice al niño que sí está movimiento; y, por último, los visuales, que envía información al niño dependiendo de si mira dentro del coche —creerá que no se está moviendo— o fuera del mismo —se dará cuenta de que sí se está moviendo—.
Si el niño mira hacia abajo y está leyendo o mirando una pantalla, la parte del oído que controla el equilibrio y el movimiento le está diciendo que se mueve, pero el mensaje de los ojos le dice que está quieto mirando un libro. Cuando está sentado en un coche sin mirar por la ventana, sus oídos internos perciben el movimiento, pero los ojos tienen una vista estática.
Por tanto, los síntomas del mareo por movimiento aparecen cuando se produce un desajuste entre la información enviada al cerebro desde los ojos, el oído interno y los nervios sensoriales, por tanto, el sistema nervioso central recibe mensajes contradictorios de los sistemas sensoriales.
El problema se acrecienta aún más si el coche hace más aceleraciones angulares, es decir, nos encontramos en una carretera con curvas o se lleva a cabo una conducción agresiva. En este caso, “el oído del niño percibe más movimiento”, admite Villacampa, lo que aumenta el riesgo de mareo. La posibilidad de que un niño se maree también es más elevada si se añaden otros factores, como que haga mucho calor o que tenga el estómago lleno.
En la mayoría de los casos, una vez se detiene el movimiento, también lo hace el mareo, poco a poco el niño se va sintiendo mejor. Según una exhaustiva encuesta internacional realizada en el año 2020 sobre la incidencia y los factores moduladores del mareo en varios países, también podría haber un componente genético en el mareo, lo que nos dice que, si los padres sufrieron mareos de pequeños, es más probable que los hijos también los sufran.
Pero hay una buena noticia: el mareo disminuiría con la edad ya que son los niños de 6 a 12 años los que tienden a sufrir más mareos, con un pico entre los 9 y 10 años, según un estudio publicado en Journal of Neurology.
Estrategias para prevenir el mareo
Evitar que los mareos se conviertan en protagonistas de nuestro viaje debe empezar antes de que aparezcan. Podemos intentar reducir los efectos de la cinetosis tratando de que las informaciones que recibe el sistema nervioso sean lo más coherentes posible. Según una revisión realizada sobre varios estudios del mareo de movimiento, en la mayoría de los casos este mareo se puede prevenir con modificaciones conductuales y ambientales —minimización de los estímulos de movimiento y habituación—.
El doctor Villacampa destaca tres sencillas maneras de hacerlo. La primera es que “el niño tenga la visión en el paisaje para que se dé cuenta de que se está moviendo”. Reducir la entrada sensorial y animar al niño a mirar cosas fuera del coche en lugar de concentrarse en un libro o una pantalla. Dormir la siesta en el coche también puede ayudar a reducir los mareos.
Otro paso sencillo pero efectivo es que la temperatura en el interior del coche no sea muy elevada porque, cuanto más calor haga, más riesgo de mareo. Y, por último, Villacampa aconseja evitar viajar con el estómago demasiado lleno y los alimentos pesados, grasos o azucarados porque esto no haría más que empeorar la situación. Ingerir pequeñas porciones de refrigerios antes y durante el viaje es una buena medida preventiva.
Estos tres pasos pueden servir para otros medios de transporte como el barco —en este caso si podemos ir fuera mejor, con la mirada puesta en un punto fijo en el horizonte— o el tren, en el que lo más importante “es ir en el sentido de la marcha porque en sentido contrario es más fácil que el niño se maree”, afirma el doctor.