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Nódulos en la tiroides, ¿un bulto sin importancia o debo preocuparme?

Una mujer se toca la garganta.

Mercè Palau

La glándula tiroide está situada en la parte delantera del cuello, por encima de la tráquea. Tiene forma de mariposa, no se puede apreciar a la vista ni al tacto y está formada por dos lóbulos, el derecho y el izquierdo. Esta glándula produce dos hormonas que se secretan en la sangre: tiroxina (T4) y triyodorotironina (T3), necesarias para que todas las células del cuerpo funcionen de manera correcta.

Cuando esta glándula trabaja como tiene que hacerlo, produce la cantidad exacta de hormonas necesarias para mantener el metabolismo del cuerpo funcionando bien y en equilibrio. Pero si se secretan demasiadas hormonas tiroideas, estas células del cuerpo funcionan más rápido de lo normal (hipertiroidismo). Este aumento puede provocar, por ejemplo, una aceleración de la frecuencia cardíaca o un aumento de la actividad del intestino.

 Por el contrario, cuando se producen pocas hormonas tiroideas (hipotiroidismo), las células y los órganos del cuerpo se ralentizan. Por tanto, la frecuencia cardíaca puede ser más lenta de lo normal y los intestinos funcionan con lentitud.

Nódulos tiroideos, un trastorno que en ocasiones asoma en forma de bulto

 Además de los dos trastornos descritos, puede ocurrir también que se produzca un crecimiento anormal de células tiroideas en forma de un bulto dentro de la glándula tiroides. Es lo que conocemos con el nombre de nódulo tiroideo. La mayoría no causan síntomas y suelen descubrirse casi por casualidad durante un examen físico de rutina o mediante pruebas de imagen como tomografías computarizadas o ecografías del cuello.

En ocasiones, es el propio paciente el que se nota un bulto en el cuello y, aunque es raro, algunos sienten dolor en esta zona, la mandíbula o el oído. Un nódulo suficientemente grande puede causar dolor o ronquera o interferir con la deglución. Aunque la gran mayoría de estos nódulos son benignos (no cancerosos), una pequeña proporción son malignos. Se calcula que la probabilidad de malignidad es del 4-7%; que la prevalencia del cáncer de tiroides es del 1-2% entre la población y que, en general, son de baja agresividad y buen pronóstico.

¿Por qué aparecen los nódulos de tiroides?

 Aunque no se conoce con exactitud qué es lo que provoca la mayoría de los nódulos tiroideos, se calcula que, a los 60 años, casi la mitad de todas las personas tienen uno. Según la Asociación Americana de Tiroides, más del 90% de estos nódulos son benignos. La tiroiditis de Hashimoto, la causa más común de hipotiroidismo, se asocia con mayor riesgo de nódulos tiroideos. 

La deficiencia de yodo también se asocia con los nódulos tiroideos, así como factores hereditarios, lo que significa este último punto que puede tener una base genética. Son más comunes en mujeres que en hombres y es más probable que aparezcan a medida que envejecemos. 

Una vez detectado un nódulo, y con el fin de diagnosticarlos y tratarlos en la etapa más temprana, es necesario realizar una evaluación y un estudio para confirmar la benignidad y descartar la posibilidad de cáncer de tiroides y el correspondiente tratamiento. 

Reducir esperas, con un máximo de dos consultas 

El proceso que sigue una vez detectado el nódulo puede ser complejo y en ocasiones se prolonga con numerosas consultas y la realización de pruebas y más pruebas. La evaluación inicial suele incluir la historia clínica, el examen físico, la evaluación de los factores de riesgo, las pruebas de función tiroidea y la ecografía del cuello. Todo ello supone, para muchos de estos pacientes, tener que aguantar una larga espera que genera preocupación e inquietud hasta que no se llega al diagnóstico final. 

Para simplificar todo este proceso, la Fundación Jiménez Díaz, primer hospital del mundo en obtener la EFQM Global Award, Premio a la Excelencia en Gestión de mayor prestigio internacional, cuenta con la Unidad de Nódulo Tiroideo, “que ofrece una asistencia integrada y de alta resolución”, tal como reconoce el Doctor Manuel Gargallo, coordinador de la Unidad y especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del hospital madrileño. 

Desde el inicio, en esta Unidad, que cuenta con un equipamiento de vanguardia y un grupo humano de alta cualificación, el paciente recibe una valoración integral del nódulo, que incluye la historia y exploración clínica y una ecografía tiroidea completa, siempre bajo la atenta mirada de un solo facultativo, que hará el seguimiento de principio a fin y que decidirá cuál es la mejor acción terapéutica a seguir. 

Las medidas pueden ser tres: el alta si el nódulo es benigno y no conlleva ningún riesgo; una revisión posterior en la misma Unidad si debe hacerse una valoración sucesiva; una punción aspiración en caso de sospecha unos días más tarde. Todo ello en la misma Unidad, con el mismo especialista y en un plazo máximo de siete días. Tras los resultados, si estos son benignos se cita al paciente a revisiones con ecografía o, en el caso de sospecha, se deriva al Servicio de Cirugía para una intervención. 

“En la Unidad de Nódulo Tiroideo no solo conseguimos una asistencia de gran calidad, sino también ágil, dentro de un concepto de eficiencia asistencial”, reconoce Gargallo.

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