De pasar 25 días en coma a volver a competir

Mercè Palau

Juan Matute ha estado 25 días en coma y 40 en la UCI. Una pesadilla que llegó hace cinco meses después de sufrir un derrame cerebral al bajarse de su caballo tras entrenar. No era un entrenamiento corriente, sino la preparación para representar a España en los Juegos Olímpicos de Tokio. Las esperanzas parecían pocas entonces. Pero el 3 de julio llegaba el milagro: Juan recibía el alta y a finales de ese mismo mes empezaba de nuevo lo que había dejado unas semanas atrás, es decir, volvía a entrenar y, a mediados de octubre, reanudaba la competición con los ojos puestos de nuevo en Tokio. La recuperación ha sido posible, en gran parte, gracias a su juventud (22 años) y las ganas de seguir adelante y a la experiencia y el trabajo realizado por los especialistas de la Unidad de Neurorradiología Intervencionista de la Fundación Jiménez Díaz. Ahora Juan puede decir ya que se siente “fenomenal y feliz”.

Tecnología de vanguardia y amplia experiencia de equipo

Llegar a zonas de difícil acceso del sistema nervioso central, columna vertebral, cabeza y cuello, con técnicas lo menos invasivas posibles, es uno de los objetivos de la neurorradiología intervencionista. Esta tecnología es un campo altamente subespecializado de la radiología que usa la guía por imágenes para tratar patologías cerebrovasculares como aneurismas, malformaciones arteriovenosas (MAVs), fístulas arteriovenosas, malformaciones vasculares de cabeza y cuello, estenosis arteriales, ictus isquémicos, así como malformaciones vasculares medulares, tumores y fracturas vertebrales y hernias de discos, entre otros. Estos procedimientos requieren equipos de alta complejidad técnica como son la tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética (RM) y la angiografía intraarterial, reconoce la Sociedad Española de Neurorradiología (SENR). 

Los procedimientos mínimamente invasivos permiten, en comparación con la cirugía,  que los riesgos para el paciente sean menores, que sienta menos dolor y que el tiempo de recuperación tras la cirugía sea más corto que el de la convencional. A Juan, esta técnica ha podido tratarle una situación neurológica muy delicada provocada por la rotura de una malformación arteriovenosa compleja situada en la profundidad del cerebro, con un gran aneurisma venoso y en un contexto de gran volumen de sangre a nivel intracraneal. 

Para  el doctor Claudio Rodríguez Fernández, Jefe de Sección de la Unidad de Neurorradiología Intervencionista de la Fundación Jiménez Díaz y el principal representante de todo el equipo que ha atendido a Juan, “la situación al principio era bastante crítica y requería un coma inducido para mantener las constantes vitales y la presión cerebral lo más baja posible”. En este caso concreto, la capacidad técnica del centro (dos quirófanos híbridos, una resonancia magnética intraoperatoria de alto campo y una sala de angiografía) y un gran equipo de profesionales altamente especializados y experimentados, ha permitido “afrontar el motivo de la hemorragia con un abordaje combinado transvenoso y resolver el problema causal, la malformación, para evitar el resangrado y mantener el cerebro protegido hasta que se resolviera la hemorragia”, reconoce Rodríguez.

Objetivo: Tokio

Juan se siente al cien por cien, “cada día mejor”, reconoce, lo que le motiva a continuar trabajando y a mantener sus planes de futuro y su gran objetivo: Tokio (donde este año se tenían que celebrar los Juegos Olímpicos pero que se han aplazado al 2021 a causa del coronavirus). Y todo esto no hace más que aumentar la tasa de curación que los expertos de la Fundación Jiménez Díaz están consiguiendo con este tipo de tratamientos. Actualmente está “en torno al 95%”, admite el responsable de la Unidad, que trata ya más de 200 aneurismas cerebrales, unas 100 malformaciones arteriovenosas y más de 50 fístulas arteriovenosas al año y que se sitúa entre una de las más experimentadas de Europa.

Y es que la neurorradiología intervencionista se ha convertido en los últimos años en una fuente única de ideas novedosas para la investigación y que permite establecer nuevos enfoques y mejorados para tratar patologías desafiantes. Los expertos de la Fundación Jiménez Díaz siguen trabajando, en contacto con otros centros pioneros en este tipo de técnicas en todo el mundo, para mejorar día a día y ofrecer una atención cada vez más excelente a sus pacientes. 

En el caso de Juan, a la experiencia de los profesionales que han participado en su cura y recuperación, que incluyen desde intensivistas, a neurocirujanos, personal de enfermería, rehabilitadores, etc., se le suma una “categoría humana tremenda” de todos y cada uno de ellos, destacan Juan y María, los padres del joven jinete que, superado este gran reto vital, mantiene los desafíos profesionales futuros. “Yo apunto a Tokio”.