“Soy la misma persona que fui antes de conocer a quien tanto daño me hizo”. La que habla es Jennifer, una mujer que se reencontró después de años de malos tratos, de aislamiento y de pensar que no podría valerse por sí misma. “Me di cuenta de todo lo que valgo, de que estaba equivocada, de que las ideas que tenía sobre mí misma no eran objetivas”. Logró esto, entre otras cosas, gracias a que pudo volver al mundo laboral. Lo consiguió mediante la iniciativa “Un empleo para salir de la violencia de género”, un proyecto puesto en marcha por la Fundación Integra gracias a una ayuda de la Fundación Mutua Madrileña, que estos días vuelve a abrir su convocatoria anual, dotada de un millón de euros, para apoyar proyectos sociales de entidades sin ánimo de lucro.
Como ella, cien víctimas encontraron trabajo gracias a las ayudas que la Fundación Mutua Madrileña concedió al proyecto “Un empleo para salir de la violencia de género”. El pasado 8 de septiembre, la Fundación Mutua abrió el plazo de solicitudes para que entidades sin ánimo de lucro presenten sus iniciativas. Podrán hacerlo hasta el 2 de octubre a las 15 horas. Las iniciativas presentadas a esta novena convocatoria anual atenderán necesidades en las áreas de discapacidad, infancia con problemas de salud o exclusión social, violencia de género, jóvenes en riesgo de exclusión, innovación social y cooperación al desarrollo. Este año, además, la fundación ha incluido una categoría para proyectos que aborden secuelas sociales y económicas producidas por el covid.
“Para una persona que ha sufrido violencia de género, el trabajo lo es todo”, explica Ana Muñoz de Dios, directora general de la Fundación Integra, una entidad que nace en 2001 para tratar de dar salida laboral a personas que, en palabras de la directora, “por un mal momento de su vida se sienten excluidas de la sociedad”. Desde entonces, más de 5.000 mujeres que han sufrido violencia de género consiguieron un contrato por medio de esta entidad.
Muñoz cuenta que muchas de las mujeres que llegan a la fundación tienen una enorme falta de autoestima, “vienen de una situación de aislamiento total”. Jennifer no era una excepción. “La verdad es que fue genial, llegué sin ánimo ni esperanza de nada”, cuenta esta celadora que, después de cuatro años trabajando en un hospital, consiguió un contrato indefinido. Ahora ha pedido una excedencia para estudiar enfermería: “Un sueño que no sabía si se iba a cumplir”.
El trabajo como salida
El proyecto de la Fundación Integra “Un empleo para salir de la violencia de género” fue uno de los beneficiarios de las últimas ediciones de estas ayudas sociales. Como explica Ana Muñoz de Dios: “Somos un recurso de segundo nivel, las mujeres nos llegan derivadas de entidades de atención primaria. Allí hacen todo el trabajo de apoyo psicológico, moral etc. Es la trabajadora social la que decide cuándo a una mujer le conviene trabajar. En ese momento, nos la deriva y nosotros hacemos el enlace de empleo”. Añade que la fundación actúa como una plataforma de empleo más y que el anonimato de las beneficiarias es muy importante y se mantiene en todo momento.
Después, se les hace una entrevista personal para conocer su pasado y su perfil laboral. “Queremos que encaje de la mejor manera en su trabajo. El éxito de la integración es que su perfil profesional se adapta al puesto”, cuenta Muñoz, que explica que, tras la entrevista, llega un “curso de fortalecimiento” de una semana. En él, las beneficiarias toman contacto con la realidad del mundo laboral. “Reincorporarme al mudo laboral, al mundo, al contacto con otras personas después de estar aislada en casa fue un poco difícil. En el curso empecé a relacionarme con gente, gente en mi situación [...] con los cursos tuve un contacto con la realidad muy importante”, cuenta Jennifer, que durante esta semana retomó, con la ayuda de voluntarios, principios básicos sobre cómo afrontar un primer día o una entrevista de trabajo.
Un puesto que no tardó en encontrar. “Me hizo volver a ser persona”, cuenta Jennifer. La directora general de la Fundación Integra explica que en un 90% de los casos, las empresas dan informes excelentes sobre las trabajadoras. Asegura, además, que el 10% restantes son problemas que podrían tener con cualquier trabajador y no se deben a su situación especial.
“En el momento que encuentran un empleo, eso supone que se sientan útiles, que alguien las valore por su talento”, puntualiza Muñoz, que está convencida de la importancia de que las mujeres sean libres y autosuficientes para su vuelta a la normalidad. Y el testimonio de Jennifer corrobora la impresión de la directora. “La verdad es que me siento casi autorrealizada, con fuerza, con ganas”, explica esta futura enfermera que durante toda la conversación no deja de agradecer el trabajo de quienes un día la ayudaron a volver a ser ella misma.