Hace décadas que se busca en los océanos la fuente energética renovable definitiva. Olas, corrientes y mareas han centrado la mayoría de los proyectos, aunque no se han conseguido desarrollar a escala comercial de forma generalizada debido a sus elevados costes e impacto ambiental. Sin embargo, este hándicap sí ha sido superado por la energía eólica marina, es decir, el traslado efectivo de los aerogeneradores de los parques terrestres a nuevos emplazamientos aguas adentro. Pese a que su instalación no está exenta de complejidad, existen en la actualidad diferentes soluciones, especialmente para aquellas zonas donde el fondo marino es demasiado profundo, mediante el empleo de plataformas flotantes.
Para los emplazamientos más cercanos a la costa, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula un potencial de descarbonización sin precedentes, ya que este tipo de aerogeneradores produciría casi 36.000 teravatios/hora al año, equivalente a la demanda eléctrica estimada en todo el mundo para 2040 o diez veces el consumo actual de Europa. Este escenario es beneficioso para el medioambiente, pero también para aquellas empresas que apuestan por la tecnología renovable: “Es una oportunidad que una compañía líder del sector como es Iberdrola no puede desaprovechar”, tal y como reivindica Alfonso Montero, responsable técnico de Eólica Offshore de la firma energética.
“En estos momentos —precisa Montero—, Iberdrola cuenta con tres proyectos operativos en West of Duddon Sands y East Anglia One, en Reino unido, y Wikinger, ubicado en el mar Báltico en Alemania, además de tres más en construcción en Europa y Estados Unidos, así como otros tres en fase de diseño y contratación”. Al mismo tiempo, la compañía trabaja en iniciativas con capacidad para más de 30.000 megavatios en diferentes fases de desarrollo repartidos por todo el mundo. El objetivo de la entidad es “producir 12.000 megavatios en operación en 2030, con una cartera total de unos 35, frente a los aproximadamente 17 que proceden de la eólica terrestre”, matiza el experto. El mencionado parque de Wikinger es representativo del poder de producción del mar: “Consta de 70 turbinas de cinco megavatios cada una, que exportan un total de 350 megavatios. Su construcción supuso todo un desafío debido al proceso de certificación exigido y por tratarse del primer proyecto de estas características desarrollado de forma independiente por Iberdrola”, confirma Montero.
A las dificultades para anclar las estructuras al fondo del océano se suman unas instalaciones submarinas complejas que exigen cambios de voltaje y la puesta en funcionamiento de cables de grandes dimensiones para transportar la energía producida. “La necesidad de continuar haciendo evolucionar esta tecnología renovable y posibilitarla en países con una plataforma más profunda, ha contribuido al desarrollo de la eólica flotante, que sitúa los aerogeneradores en plataformas que se anclan al fondo marino mediante fondeos flexibles, cadenas o cables de acero”, explica el experto. En este sentido, Montero recuerda que “aproximadamente el 70% de los emplazamientos potenciales del mundo se encuentran en zonas con profundidades mayores de 60 metros”.
Por qué España será exportador de energía
La mayor parte de los países con costa está desarrollando normativas para el desarrollo de la eólica marina. Es el caso de España, donde se está perfilando el Plan de Ordenación de la Eólica Marina y el marco regulatorio con el que se intentará cumplir el objetivo de tener tres gigavatios en operación en 2030. “Nuestro país reúne las condiciones para convertirse en un centro mundial de producción de energías limpias y asequibles, que no solo le permitan cubrir sosteniblemente sus necesidades, sino convertirse en un exportador neto”, subraya el responsable de Iberdrola. “La eólica en España es ya la principal fuente de generación eléctrica —prosigue—, hasta el punto de que en 2021 generó cerca del 23,3% del total de la producción, liderando así el ‘mix’ de generación nacional por primera vez desde 2013”.
En términos generales, España es el noveno país del mundo con mayor potencia renovable instalada: “Gracias a la latitud y el clima, contamos con enormes recursos para producir energía renovable a precios muy competitivos, además de mucho suelo disponible para desarrollar los proyectos. Estas excelentes características confieren a nuestro país una ventaja competitiva”, remarca Montero. Asimismo, “la industria española cuenta con capacidad técnica para aprovechar estas oportunidades industriales y generar grandes volúmenes de empleo de alta calidad”, destaca el especialista.
Bajo su punto de vista, “la crisis de suministro, provocada por el alza de los precios de los combustibles fósiles debido a la pandemia y la invasión de Ucrania, refuerza la importancia de acelerar la transición a un sistema basado en renovables, con precios estables a largo plazo y sostenibles. Todo, sin depender de las importaciones energéticas de terceros países”. Para Montero “es necesario mantener un marco regulatorio estable que otorgue confianza y predictibilidad a las inversiones en proyectos renovables y de electrificación de la economía”.
Con todo, la AIE advierte de que poco más del 65% de las reducciones de emisiones de CO2 acumuladas en el Escenario de Desarrollo Sostenible a 2070 —año de referencia para la organización energética—, provendría de tecnologías que en estos momentos se encuentran en fase comercial o muy avanzadas. “Para alcanzar la neutralidad en emisiones, necesitamos desarrollar otras tecnologías que actualmente se encuentran en fase de prototipo o todavía no son escalables sin apoyo financiero. Esta es la razón que ha llevado a Iberdrola a convertirse en la primera energética privada del mundo por inversión en I+D+i, según la Comisión Europea, con más de 2.000 millones de euros en la última década”, enfatiza Montero.